Miércoles, 4 de noviembre de 2009 | Hoy
DISCOS › LA PALABRA KILóMETROS, DE CARLOS CASAZZA Y ERNESTO JODOS
El exquisito disco registrado por el guitarrista y el pianista es un encuentro de esos que convierten cualquier palabra en un recurso insuficiente: ambos se lucen en esa difícil ilusión de hacer pública la intimidad.
Por Diego Fischerman
La palabra sutileza podría servir. Es, por lo menos, la primera que surge cuando comienza la extraordinaria (y enmascaradamente chamameceada) “Alta barda”, que abre el fantástico y atípico disco que Carlos Casazza y Ernesto Jodos grabaron a dúo. Se piensa en la sutileza, en todo caso, cuando el entramado del piano y la guitarra va llevando las ideas de un plano al otro, cuando un leve acorde de ésta se siente como una tempestad en el medio del casi aéreo puntillismo del piano. Y son, sin duda, sutiles, las alusiones a partículas melódicas o rítmicas capaces de evocar paisajes sin necesidad de exageraciones ni pintoresquismos de postal.
La palabra fuerza sería adecuada, también, si se piensa en el impulso arrollador que atraviesa “Xul” o en el único tema ajeno del disco, “Something Sweet, Something Tender”, de Eric Dolphy. La palabra “homenaje” o la palabra “lecturas” aparecen como naturales, cuando se escucha, en la música de Jodos y Casazza, la sombra de las armonías de Bill Evans o de los encadenamientos de acordes de uno de sus grandes continuadores, el guitarrista Ralph Towner, fundador del grupo Oregon, de quien Egberto Gismonti confesó haber aprendido casi todo y del que el rosarino Casazza fue discípulo. Y debería usarse la palabra riesgo, si se repara en los saltos sin red de las “Impro 1”, 2, 3 y 4. Son varias las palabras que querrían describir una música indescriptible a la que sus creadores nombraron con la palabra kilómetros. Y es que cada ensayo, cada tema elaborado entre ambos, cada arreglo y cada idea compartida, dictados sólo por el deseo de hacer que estos sonidos existieran, implicaba la distancia: 300 kilómetros de ida y 300 de vuelta, en cualquiera de los dos sentidos. Y una palabra, “kilómetros”, diciéndolo casi todo.
El disco La palabra kilómetros es de una sencillez exquisita. Y lo es desde su presentación, desde su renuncia a las palabras (a las otras palabras) que podrían tentarse con explicar lo inexplicable, desde esas letras que se niegan a decir lo accesorio: apenas los nombres de los músicos y del disco. Publicado por Sony, este álbum notable se presentará en vivo este viernes en Rosario, en la Biblioteca Argentina Dr. Juan Alvarez (Presidente Roca 731) y el domingo 15 en Buenos Aires, en el Café Vinilo (Gorriti 3780). El piano y la guitarra son dos instrumentos similares (ambos son cordófonos) y profundamente diferentes (en uno las cuerdas son pulsadas o rasgueadas y en el otro percutidas). Uno es la expresión más acabada de la intimidad; el otro fue el que, durante todo el romanticismo, sostuvo la ilusión de la exposición pública de la intimidad. Y algo similar sucede con Jodos y Casazza. Ambos se perfeccionaron en el exterior y los dos tienen una relación cercana con el jazz. Ambos han grabado profusamente y han editado hace poco discos excelentes –Jodos El jardín seco, también en Sony, y Casazza Dúos, Tríos, en el rosarino Blue Art–. Ambos han trabajado para el teatro y el cine, los dos son docentes y ambos han sido premiados en numerosas oportunidades. Pero cada uno de ellos se ramifica hacia lugares distantes (la música contemporánea de tradición escrita, en el caso de Jodos, la canción en el de Casazza, que ha trabajado con Fandermole, Goldín y Liliana Herrero, entre otros). Y es, precisamente en esas distancias, en la manera de sortear esos kilómetros y esas palabras, donde surge lo mejor de esta música única.
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