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Miércoles, 3 de febrero de 2010

DISCOS › ORCHESTRION, LO NUEVO DE PAT METHENY

Desafíos del hombre orquesta

El músico actualiza un viejo invento, accionando diversas fuentes sonoras. Pero más allá de la rareza formal del asunto, está presente en Orchestrion lo mejor de Metheny: las notables escalas y estrategias compositivas e improvisatorias del jazz.

 Por Diego Fischerman

Entre las fantasías que el positivismo le dejó al mundo están los instrumentos mecánicos. Y si bien la pianola fue, por su función, más un antecedente del tocadisco que una derivación del piano, entra en una serie junto a la panarmónica para la que Beethoven concibió inicialmente su Victoria de Wellington, y los orquestriones que, a comienzos del siglo XX, permitían que un solo intérprete accionara fuentes sonoras diversas, mediante sistemas neumáticos (el aire pasaba por rollos perforados y accionaba teclas y pistones). Pat Metheny llamó a su último disco Orchestrion, y es que lo que aparece allí no es ni más ni menos que la versión actual de aquellos inventos tocada, desde ya, por el mismo que hace unos treinta años inauguró el synclavier y comenzó a tocar, desde su guitarra, sonidos que una guitarra jamás había tocado con anterioridad.

El álbum, publicado por Nonesuch –un subsello de Warner que se dedica a lo más granado de la música norteamericana, desde John Adams a Frisell, Metheny, Laura Veirs, Wilco o Laurie Anderson–, incluye un ilustrativo (y profusamente ilustrado) folleto donde se muestran fotos de los “orchestrionics” utilizados –ese es el nombre que les da el guitarrista– y notas donde éste explica la naturaleza de su proyecto. Metheny agrega, a su versión tecnológica del “hombre orquesta”, el sonido de su guitarra como “componente improvisado”. El resto de lo que suena, accionado por Metheny sin necesidad de desplazamiento. “Con una guitarra, una lapicera o un teclado soy capaz de crear un marco compositivo detallado o un espontáneo desarrollo improvisado”, dice Metheny.

Los timbres que el guitarrista dispara desde su cabina de control son –y él pone énfasis en ello– acústicos. En rigor, el único sonido electrificado es el de su guitarra. Pero, más allá de la novedad –y la rareza– y del futuro que Metheny le augura, lo que importa es la música. Al fin y al cabo a quien escucha le importa bastante poco cuántos son los que están tocando. Y en ese aspecto el proyecto sale airoso. Esa mezcla de minimalismo pasado por el country, por escalas y estrategias compositivas e improvisatorias del jazz, y por un contrapunto minuciosamente construido, que caracteriza lo mejor de Metheny, está presente en Orchestrion. Un poco a la manera del brillante The Way Up, los distintos instrumentos entretejen una especie de intrincadísima red que funciona mucho más por la interrelación de sus elementos que por el valor de las partes individuales. Hay, sí, abundantes detalles de color, acentuaciones sorpresivas y, sobre todo, eso que Metheny ha convertido en uno de sus sellos: la difícil construcción de algo que se escucha con la máxima facilidad. El tema que da título al disco, con resabios de aquel Electric Counterpoint que Steve Reich había compuesto para él, “Entry Point”, una balada exquisitamente melancólica donde el guitarrista pone en juego su sentido melódico, y “Soul Search” se destacan dentro de un disco sumamente parejo en que la calidad de la grabación y el nivel de la producción están lejos de ser datos menores.

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El guitarrista vuelve a escaparles a los convencionalismos.
 
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