DISCOS › MOJO, LO NUEVO DE TOM PETTY & THE HEARTBREAKERS
Su primer disco en ocho años recupera los sonidos que le dieron prestigio y fama a la banda estadounidense: blues, folk, hard rock. Todo con la delicadeza y el buen gusto de Petty para traducir sus influencias musicales en bellas canciones.
› Por Fernando D´addario
En la previsible cadena de revivals que la industria alimenta para estirar su agonía, Tom Petty es un elemento amablemente incómodo. Tiene credenciales suficientes para recostarse en la postal sesentista y convertirse en un aburrido reciclador serial. Pero hay una frescura no impostada que preserva su música de los honores aportados por el museo ro-ckero. Acaso esa sensación tenga que ver con que Tom Petty and The Heartbreakers inventaron el revival y se guardaron la clave para redescubrirlo en cada disco.
A ocho años de The last DJ, su última y algo descolorida aventura con los Heartbreakers, el flamante Mojo recupera ese groove sureño que no se aprende ni se olvida. El que patentaron en álbumes ya lejanos temporalmente como Southern accents (1985) o Damn the Torpedoes (1979), pero cercanos en su espíritu ligero, en su libertad para rockear y blusear sin ataduras. Aunque todos sus álbumes alcanzan en los Estados Unidos la certificación de platino, es de esperar que en la Argentina Mojo no supere el techo constituido por su puñado de melómanos incondicionales. Será que su condición de blusero intachable no responde al estereotipo que se impone aquí. Su música, una jam ordenada y amable, permanece ajena a esa suerte de estoicismo loser que guía las fidelidades del género. Petty ha tenido una vida difícil (divorcio, muertes cercanas, litigios varios y su condición de víctima de un intento de asesinato integran su legajo), pero lo viene disimulando bastante bien.
Mojo potencia los atributos naturales de sus hacedores. Petty trafica sus influencias más notorias –Bob Dylan, The Byrds, Los Beatles (fundamentalmente el costado más Harrison), Led Zeppelin– a favor de una sonoridad propia e indisimulable. Sus compañeros de ruta –notables como siempre los históricos Mike Campbell y Benmont Tench en guitarra y piano respectivamente– acuden a viejos yeites para redirigir la tradición folklórica estadounidense hacia un terreno donde la elegancia y cierta aspereza no son antinómicas. El disco empieza con “Jefferson Jericho Blues”, un rock rutero pero de pago chico, para acompañar a media velocidad, y termina con una canción tímidamente elegíaca, la disfrutable “Good enough”, que le permite a Campbell recordar al Jimmy Page de “Since I been lovin’ you” y le deja el camino a Petty para que con su fraseo dylanesco nos entregue su dulce melancolía: “Dios bendiga esta tierra / Dios bendiga este whisky / No puedo confiar en el amor / Es demasiado peligroso”.
Hay en Mojo varias declaraciones de principios. Algunas se traducen en canciones, como la poderosa “I should have known it”, la ganchera “Candy”, el medio tempo tan pero tan Petty de “Running man’s bible”. Pero el booklet aporta otra toma de posición, acaso más sutil: allí se detalla que la Les Paul de Campbell es modelo 1959 y que las Gibson de Petty se fabricaron en 1964. La vejez puede ser una grata novedad.
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