Para llevar con dignidad el título de “sucesora de Chavela Vargas” se debe, en principio, corroborar los méritos en vivo. Y la cantante mexicana Lila Downs demoró siete discos en registrar su primer “directo”, donde demuestra que sin ser –todavía– Chavela, va por buen camino. Lila Downs y La Misteriosa en París (Típica Records) la muestra al desnudo en su ambigüedad genérica, esa misma que le allanó el terreno para llegar a los paladares musicales más diversos. El disco incluye quince de sus canciones emblemáticas (por supuesto, no faltan sus versiones de “La cucaracha” y “La llorona”, y se luce como siempre en “La cumbia del mole”) y deja lucir, más allá de la voz de la mexicana, a una banda integrada por nueve músicos tan tradicionales como libres en su concepción del arte. Podría ser un greatest hits. Pero es un poco más que eso.