DISCOS › CINEMATECA FINLANDESA, DE ADRIáN IAIES Y ROXANA AMED
El pianista y la cantante bucean en pequeñas grandes obras de Gardel, Monk, Cuchi Leguizamón, Charly García y el propio Iaies, entre otros. Pero eso es apenas el principio.
› Por Diego Fischerman
Nada más simple. Y nada más difícil. Por un lado, algunas canciones bellísimas y dos músicos excelentes, uno pianista y la otra cantante. Por otro, una idea. Los medios elegidos son los mínimos. Y el resultado pertenece a una raza casi en extinción: la de los grandes discos. Es decir aquellos en que no sólo todo está muy bien hecho sino que, además, hay un concepto. Un punto de llegada que, a la vez, es un nuevo punto de partida. El pianista y arreglador es Adrián Iaies, quien ya con sus anteriores Unodostres y Esa sonrisa es un santo remedio –discos donde también había un concepto detrás– había fijado nuevos patrones de medida para la música de tradición popular argentina. Y la cantante es Roxana Amed. Ambos recorren, se internan, bucean en pequeñas grandes obras de Gardel, Thelonious Monk, el Cuchi Leguizamón, Charly García, Marvin Fisher y Jack Segal y el propio Iaies. Eso podría ser todo. Y es apenas el principio.
El comienzo de “La arenosa”, en el principio del disco, funciona, en gran medida, como big bang. Allí está, de alguna manera, toda la materia con la que se va a conformar el universo. La voz comienza a capella, rugosa, tomando el gesto del canto del noroeste argentino pero no sus clisés, y el piano entra después, en otra tonalidad. La parte vocal, además, se irá deshilachando. Irá perdiendo partes del texto. No se tratará, como tantas veces, de instrumentistas que tratan de enriquecer y dar vuelo a lo que cantantes demasiado literales no podrían hacer remontar jamás. No en el estilo, pero sí en la idea que lo alimenta –e incluso en el tratamiento instrumental–, la manera de interpretar remite a Liliana Herrero. Y es que Herrero, como Iaies, han sabido mirar en los géneros lo que está detrás de ellos. En este caso, el jazz provee, mucho más que un conjunto de normas estilísticas –eso que identifica a un género– una manera de pensar el desarrollo musical. De hecho canciones como “Cuando tú no estás” o “Zamba de Lozano” podrían, en este disco, no pertenecer a ningún género o pertenecer a varios a un tiempo. Si el jazz funciona con la permanente tensión entre un tema y su variación, que muchas veces es su disolución y hasta su rupura en mil pedazos, ésa es la matriz que con toda naturalidad Iaies y Amed trasladan a campos tan distintos como los que diseñan las fugaces y exquisitas “Fotos de Helsinki” que puntúan el disco, o “Pannonica”, o “Zamba del laurel” o “Viernes 3AM”.
El disco se llama Cinemateca finlandesa y en esa apelación a la distancia, o a una geografía imaginaria, se dibuja también uno de los ejes que lo atraviesan. “Hurgar esas canciones, abusar de su generosidad, descubrirles la quinta pata, reducirlas a su más mínima expresión y que, aun así, sigan siendo perfectas. Pensar en Thelonious, el Cuchi, García o Gardel como si aún residiesen en Finlandia y todavía no fuesen lo que hoy son: ciudadanos del mundo. Que el olor a tierra de sus músicas sólo esté como resabio en la memoria de quienes las escuchen...” se dice en una especie de prólogo que contra un fondo en gris (tan nevado, podría pensarse) explica de manera inmejorable esta cinemateca sonora. Y es que un gran disco es, además, un gran objeto. Y Cinemateca finlandesa lo es. Editado por 20Misas, el sello de Iaies, en colaboración con Acqua, está cuidado hasta el mínimo detalle, desde la colocación de los micrófonos para la grabación del piano, firmada por Carlos Melero, hasta los colores, la textura y el diseño de la portada.
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