DISCOS › LAS GRABACIONES DE ELLA FITZGERALD CON LOUIS ARMSTRONG
Entre 1946 y 1957, dos de las figuras ejemplares del jazz grabaron juntas. Una edición nacional agrupa y ordena todos los registros conjuntos de Ella y Satchmo en un CD doble y lo hace con una restauración sonora extraordinaria.
› Por Diego Fischerman
Dicen que Louis Armstrong alguna vez contestó, a alguien que inquiría acerca de qué era el jazz, que quien necesitaba preguntarlo nunca podría entender la respuesta. A mitad de camino entre picardía y sabiduría derviche, esa respuesta, sea verdadera o no, revela algo esencial y, eventualmente, no exclusivo del jazz: un cierto cuerpo de cuestiones casi intangibles, difícilmente catalogables y casi nunca enseñables del todo que hacen que un género –el jazz pero también el tango, el rock o alguna de las músicas que el mercado identifica como clásicas– sea lo que es y no otra cosa.
Hay algo en el jazz que se impone incluso a las cuestiones rítmicas, a los tipos de escala y a lo formal: el sonido. Para un músico de jazz el sonido es mucho más que el timbre. Y es que en esa música, sea cual fuere el estilo, un sonido casi nunca es igual cuando empieza y en el momento en que termina. Lo que en la música clásica constituye un valor –la homogeneidad en el cuerpo de una nota y la precisión de su altura– es exactamente lo que jamás se encontrará en el jazz. Y si Louis Armstrong, además de por esa supuesta frase, resulta un personaje fundante es porque nadie como él fue capaz de poner en escena de una manera tan clara esa característica del género. En Armstrong, el color de la nota, sus innumerables transformaciones en el espacio de unos pocos microsegundos y la idea de la construcción del sonido propio son inseparables de sus maneras de tocar y cantar. Ella Fitzgerald, también alguien que se nutrió del jazz –y lo nutrió como estética– pero que se convirtió en una gran figura del espectáculo, es, por su parte, una de las cantantes femeninas ejemplares del género. Ambos grabaron juntos cuatro discos de 78 RPM –cada uno con dos temas– para el sello Decca, entre 1946 y 1951, y luego, entre 1956 y 1957, y para Verve, dos discos de larga duración –Ella and Louis y Ella and Louis Again– con el acompañamiento del trío de Oscar Peterson, más su versión –con arreglos de Rusell García– de la ópera Porgy and Bess, de George Gershwin (con libreto de su hermano Ira, basado en el texto de DuBose Heyward).
Todo el material grabado en Verve se había agrupado hace años en un álbum triple y los ocho temas anteriores eran virtualmente inconseguibles en la actualidad. Pero un sello argentino acaba de darse el lujo de publicar un álbum notable, con el nombre Louis Armstrong & Ella Fitzgerald. The Complete Recordings 1946-1957 que no sólo incluye esos temas inhallables sino que lo hace con una restauración sonora asombrosa que, incluso, corrige algunos errores de la edición de Verve (la saturación del contrabajo de Ray Brown, por ejemplo). Esta publicación, en dos CD, fue impresa por el sello Lantower, que se caracteriza por sus cuidadosísimas publicaciones de tango y por algunas extraordinarias restauraciones de música clásica, como la que acaba de salir a la venta con la interpretación de las Sonatas para violín y piano de Beethoven por Joseph Szigeti y Claudio Arrau. El álbum, que llegará a las disquerías sobre el fin de esta semana, no reproduce el orden de los discos originales ni incluye todo su contenido, limitándose a los dúos y ordenándolos cronológicamente según su fecha de grabación, que consigna escrupulosamente al igual que los elencos participantes en cada una. El resultado es una clase de edición hasta ahora inexistente en la Argentina donde, con un trabajo casi amoroso sobre el sonido, respeto y rigor informativo, se pone en existencia un material tan valioso como de difícil acceso.
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