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Miércoles, 4 de enero de 2012

DISCOS › FOUR SONATAS, DE CHARLES IVES, POR HILARY HAHN Y VALENTINA LISITSA

Los secretos tienen revancha

Compuestas entre 1901 y 1916, están entre las grandes obras maestras para violín y piano. Sólo se conocían hasta ahora tres versiones de estas sonatas. La nueva, publicada por Deutsche Grammophon, consigue la proeza de superarlas.

 Por Diego Fischerman

“Esto no se puede tocar. Es espantoso. No es música”, sentenció el violinista Anton Siedl. “Si uno come algo indigerible puede vomitar, pero yo no podré sacarme estos horribles sonidos de mis oídos”, rubricó. La anécdota fue contada por el propio Charles Ives, que fue a visitar al intérprete (alguien que, según el compositor, había tenido cierta celebridad cuarenta años antes y exclusivamente por ser alemán) con el fin de que tocara su primera sonata para violín y piano. Obviamente no lo logró. Compuestas entre 1901 y 1916, alguna de ellas reescrita infinidad de veces y varias surgidas de una misma sonata primigenia, las cuatro sobrevivientes (Ives trabajó en siete, la última de ellas apenas esbozada) están entre las grandes obras maestras para esa instrumentación. Pero, como mucha de la música de este autor estadounidense que se dedicó a vender seguros en Wall Street y que murió casi ignorado en 1954, a los 80 años, son obras virtualmente secretas.

Parte de ese secreto tiene que ver con la inmensa dificultad técnica que conllevan. Y no se trata tanto de simple virtuosismo como de lograr pasar por encima de él. Lo difícil no es tocar estas sonatas sino hacer que suenen con fluidez. Conseguir que aflore la música que anida en sus intrincadas relaciones temáticas, en su imposible polifonía y en sus múltiples superposiciones de los elementos más populares –canciones infantiles, himnos religiosos– y los más abstractos. Había en disco, hasta ahora, tres versiones de estas obras (y lo exiguo del conjunto ya es un dato): la de Curt Thompson y Rodney Waters (Naxos), la de Hansheinz Schneeberger y Daniel Cholette (ECM) y la pionera de Paul Zukovsky y Gilbert Kalish (Folkways Records). Todas resultaban meritorias. Pero ninguna lograba la combinación entre expresividad, rigor y naturalidad de la que acaban de publicar en Deutsche Grammophon las notables Hilary Hahn (que este año será solista junto a la Filarmónica de Buenos Aires, en el Teatro Colón) y Valentina Lisitsa (que deslumbró en 2011 en un concierto para Festivales Musicales).

El registro se realizó después de que el dúo tocara las sonatas durante más de un año de conciertos (entre los que estuvo el que dieron en el Templo Amijai en Buenos Aires, en 2009). Ambas intérpretes son excepcionales, pero hay un factor agregado y es la empatía e interrelación entre ambas y, lejos del último lugar en importancia, con un repertorio que defienden de manera casi militante. El disco, que lamentablemente no ha sido editado localmente y debe comprarse por Internet o encargarse en negocios especializados, es, sin duda, uno de los puntos más altos de los últimos tiempos en el terreno de la música de cámara.

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Ives murió casi ignorado en 1954, a los 80 años.
 
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