Hablando de devedés musicales, en estos días las bateas ofrecen un viajecito en la máquina del tiempo: Serious Moonlight es nada menos que el retrato de la gira que David Bowie realizó durante 1983, presentando Let’s Dance y en plena era de plastic pop. De riguroso traje modernoso, jopo batido y su acostumbrada carga de ambigüedad, Bowie lidera una impecable banda de funk blanco (donde luce el latino Carlos Alomar), y va desgranando perlitas como Heroes, Golden Years, Life on Mars?, China Girl, Scary Monsters, Space Oddity, Young Americans y un final a todo trapo con Fame. Pero el asunto no termina allí: como extra, el disco ofrece Ricochet, un film que documenta el paso de la gira por Hong Kong, Singapur y Bangkok. Dirigida por Gerry Troyna, la película abunda en visiones íntimas de Bowie y equipo (resulta imperdible la charla entre el cantante y el tour manager sobre la marcha de la venta de entradas), pero también retrata con gracia el fanatismo de los orientales por el inglés, llegando al extremo de una banda amateur que destroza sus canciones y cuyo guitarrista no puede pagarse el ticket para el show. Pasaron 23 años: historia pura.