DISCOS › KING ANIMAL, EL DISCO QUE MARCA LA VUELTA DE SOUNDGARDEN
Tres años después de su regreso a los escenarios, el cuarteto de Seattle todavía debía refrendar si su nuevo material estaría a la altura de sus antecedentes. Y aunque el grunge quedó anclado en el tiempo, Cornell y compañía gambetean la emulación del pasado.
› Por Mario Yannoulas
Si la historia fuera tan lineal como a veces parece, podría decirse que la reunión de Soundgarden era poco menos que inevitable. Sólo faltaba que el cantante Chris Cornell y el guitarrista Kim Thayil se dieran la mano para que la lista de bandas exitosas de los ’90 rejuntadas –Stone Temple Pilots, Faith No More y Rage Against The Machine son algunas– tuviera una línea más. Lo que no se podía augurar era si los de Seattle estarían a la altura del buen nivel que caracterizó todos sus discos de estudio, aun cuando los tironeos por el rumbo musical de la banda hacían estragos (como en Down On the Upside, su último álbum hasta el momento). A casi tres años de que anunciaran su regreso a los escenarios, King Animal, sexto trabajo de estudio del cuarteto, vio la luz para despejar las dudas.
Habría sido imprudente pensar en una obra de la talla de joyas como Badmotorfinger o Superunknown, sobre todo porque la dispersión de la banda no había sido del todo provechosa. Su frontman, el extraordinario Chris Cornell, había transitado bien el camino solista en el plano acústico, pero decepcionado en lo eléctrico, y siempre pareció el menos convencido de que Audioslave fuese un proyecto auténtico, pese a las pilas de discos vendidos. Pero los primeros diez segundos de King Animal dan la sensación de que el tiempo no hubiese pasado y corroboran una certeza: que Soundgarden tiene un sonido propio. Y si bien el grunge es un movimiento anclado en el tiempo, gracias a esa personalidad el disco gambetea la mera emulación del pasado. En los tres primeros temas se pueden encontrar todos los elementos que hicieron de la música de Soundgarden algo importante: la intacta voz de Cornell flota entre los riffs cortos que dispara Thayil y las métricas atípicas dan sonoridad enfermiza al tono caudaloso pero dulce del cantante.
Hasta la elección del viejo conocido Adam Kasper como productor artístico evidencia que no pretendieron jamás hacer algo distinto a lo que los distinguió. Ahora bien, ¿King Animal tiene algo nuevo para ofrecer? Sí, las canciones. Y si bien en ese plano hay altibajos, en general la prueba es superada. Las iniciales “Been Away Too Long” –con una letra que suena a confesión–, “Non-state actor” y “By Crooked Steps” aportan momentos dignos del Soundgarden agresivo de “Outshined” y “Jesus Christ Pose”. Pero una vez que el receptor se encuentra cautivo en la atmósfera propuesta, los decibeles empiezan a bajar. Quizás esto se pueda deber a una decisión explícita de los músicos, que en algún punto de sus carreras prefieren expresar madurez “limpiando” su sonido y restándole dinamismo.
Irrumpe entonces una indeclinable apuesta por lo climático con tracks calmos como “Bones of Birds” y la profunda “Taree”. Por momentos esa apuesta puede tornarse algo tediosa y la calidad de la composición no resulta necesariamente pareja, pero siempre queda claro que estos referentes del grunge conservan espíritu, personalidad, influencias solapadas de soul –la hipnótica “Rowing” va en ese sentido– y hasta esa fascinación personal por la melancolía que se trasluce en letras como “A Thousand Days Before”.
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