Dos años atrás, el proyecto Memoria de la semilla se inició como una manera de difundir la obra y revitalizar la figura del poeta Jaime Dávalos, creador de algunas de las canciones más hermosas de la música argentina. Se sabe que este tipo de emprendimientos recordatorios, más allá de las buenas intenciones que se dan por descontadas, pueden correr el riesgo de terminar cayendo en declamaciones de lugar de viudas, hijos y discípulos varios. Afortunadamente, ha sido éste el caso opuesto, tanto que esta Memoria de la semilla ha dado fruto en un exquisito disco debut de Florencia Dávalos, hija menor del poeta salteño, que ilumina y re-ilumina diversos aspectos de su obra. El valor del trabajo radica en el talento de esta joven intérprete, pero también en el aporte de un seleccionado de músicos, a los que se suman invitados como Jaime Torres, Juan Falú, Liliana Herrero, Juan Quintero, Carlos Aguirre y Franco Luciani, entre otros.

Para presentar a su padre, para desplegar su obra en un intento por abarcar su profundidad, Florencia Dávalos elige temas de distintas épocas, producto de varias de las duplas que el poeta encaró a lo largo de su larga y feraz obra. Junto a canciones rodadas como “Resolana”, “Las golondrinas”, “La nostalgiosa” y “Vidala del nombrador”, hay otras menos transitadas entre las que Dávalos compuso con Eduardo Falú, aquella dupla creativa memorable: “Milonga del alucinado”, “La huamrmillita”, “Cueca del arenal”. Hay también dos perlitas compuestas junto a Ernesto Cabeza: la chacarera “La trasnochada” y “Zamba enamorada”, y creaciones de Dávalos solo, que subrayan su condición de exquisito melodista: “Canción del jangadero”, “La sanlorenceña” y un rescate, “Orillas del Xibi Xibi”, hasta ahora inédita, y que abre el disco con un bello arreglo y el sabor del ronroco de Jaime Torres. Entre los 18 temas que componen el disco está además la “Zamba de los mineros”, a la que Cuchi Leguizamón puso música, tan retomada en la actualidad. Aquí suena preludiada con el poema “Temor del sábado”, recitado por el riojano Ramiro González, una relación que solía establecer otro gran riojano, Chito Zeballos.

En lo musical, cada tema aparece tratado como un universo particular, una bella manera de subrayar la hondura del universo creativo de Dávalos o los muchos universos que abren sus canciones. El sexteto de base está conformado por talentosos músicos que se mueven con fluidez entre el jazz y el folklore, y de alguna delicada manera, la idea de ese encuentro atraviesa el disco, aunque en primer plano quedan siempre las canciones de Dávalos. Así se lucen Abel Rogantini en piano, Damián Bolotín en violín, Jerónimo Carmona en contrabajo, Mario Gusso en percusión, Santiago Henríquez en guitarra, Santiago Arias en bandoneón. Los arreglos y dirección de Marcelo Dávalos (también hijo del homenajeado) despliegan una riqueza de recursos, como la participación de un ensamble de diecinueve músicos dirigidos por Bolotín, y el aporte de los muchos e importantes invitados, también trabajado para que ninguno “tape” el sello del trabajo, sino que se sume como un aporte sutil. La voz de Liliana Herrero en “Zamba enamorada”, de sello propio tan poderoso, el arreglo de cuerda, maderas y metales para este dúo con Dávalos, es uno de los ejemplos de este logro. La guitarra de Juan Falú, el piano y la voz de Carlos Aguirre, la guitarra y la voz de Juan Quintero, suenan en el mismo sentido. Un sentido de celebración y homenaje, desde una sumatoria de talentos, enfocado en una figura trascendente de la cultura argentina.