Massacre fue la última banda de rock en acceder al circuito mainstream y sostenerse en él, al punto de que posteriormente a la edición de El mamut se volvió imposible concebir un festival sin su presencia. Pero así y todo, esta banda conflictuada y propagadora de la cultura rock guarda aún algunos gestos alternativos: mientras las reediciones y remasterizaciones son regla, volvió a grabar Aerial, disco insigne de este grupo tridecano. Está bien, Aerial 13 responde a la razón instrumental de que el original de 1998 quedó descatalogado luego del cierre de SUM Records, sello que lo publicó, y había pocas copias en circulación, algunas con valores de hasta 1700 pesos en sitios de venta online. Massacre contactó a Santiago Uman para recuperar el master, pero el ex titular de SUM le pidió a la banda una suma demasiado elevada. Con el Estudio Luis Alberto Spinetta prestado por Vorterix en lugar del original Del Abasto al Pasto, el grupo emblema del skate rock latinoamericano regrabó entonces el disco y mejoró de paso el contraste de estos hits under, en el mismo movimiento con el que elevó su criterio sobre la psicodelia y la psiquiatría hasta la azotea del rock.

En líneas generales (y éstas son algunas de las líneas melódicas más redondeadas del Massacre de los ’90), Aerial 13 es tan fiel a su original como puede serlo sin desatender el desarrollo del grupo. Es el mismo disco tocado por una banda ligeramente distinta. No sólo porque el baterista de éste, Charly Carnota, no estaba en Massacre entonces, sino porque a quince años de la irrupción de “Angélica”, “La respuesta es fácil”, “Te leo al revés” o “Te arrepiento” en las bateas subterráneas, Massacre asentó tanto su carácter como una mujer que se casa lo hizo respecto de la niña que fue cuando celebró su fiesta de 15.

La nueva mezcla, a cargo de Alejandro Vázquez (que también se ocupó de las sobregrabaciones y la producción artística), refuerza la estabilidad de una base rítmica sobre la que se sostienen más percusiones, y les saca filo a las guitarras, la voz principal y los coros. Walas canta mejor y puede desatar un inglés más preciso ahora, incluso cuando Aerial 13 no incluye la juguetona versión de “You Really Got Me” de los Kinks que aparecía como track oculto en 1998. En su lugar, y éste es el único cambio estructural, aparece “Ana no duerme”, tributo a Almendra y Spinetta que concluye la icónica suite onírica de “Ana se duerme”, “Sueña” y “Ana despierta”.

Podrían listarse otras intervenciones, acentos de bajo más grooveros, la profundidad de los golpes de la batería, mejores volúmenes y afinaciones, la confirmación de la de Fico y el Tordo como una sección de guitarras muy notables para el rock argentino reciente o la aparición de invitados como Hugo Lobo (Dancing Mood) o Andrés Vilanova (Carajo). Pero no tiene mucho sentido: los fanáticos se darán cuenta solos y los que no asistieron a Aerial en 1998, que son los más, no tienen qué comparar. Lo horizontal, en todo caso, es ponderar esta galería de canciones –porque acá las hay, con su vieja o su nueva piel, incluso la que vistieron algunas en Diferentes maneras, su fantástico disco en vivo– como una obra alternativa dechada de melodías y poesías que mientras el final de los ’90 rugía rocanrol y fiebre tecno, susurró en sucuchos y discmans sobre las intimidades de la mente: el dolor psíquico, la prohibición, la madurez, el arrepentimiento, la malicia, la fidelidad, la fe y el romance adulto. Temas y dramas que ya eran contemporáneos a Aerial, lo son de Aerial 13 y lo serán incluso ante un eventual Aerial 2098.