DISCOS › BATEA
Es como el DeLorean del Doc Brown y Marty McFly, pero bajo la forma de dos cajitas mágicas conteniendo sendos discos de imagen y sonido que transportan al usuario a épocas doradas del rock, posibilitando el milagro de vivir lo que ya no se podrá vivir. La distribuidora Leader puso en las bateas argentinas dos producciones de Eagle Vision que piden a gritos un lugar en la videoteca. Por un lado, Live in Texas ’75, coordenadas de tiempo y lugar por demás atractivas para apreciar la labor en escena de una banda llamada The Who. En uno de los primeros shows estadounidenses de presentación de su entonces flamante The Who by numbers, el cuarteto británico en realidad ofrece una demoledora cabalgata que recorre aquello que lo convirtió en leyenda. Baste decir que la noche comienza con “Substitute” y “I can’t explain”, y es sólo el comienzo de una lista que incluye momentos como “Drowned”, “Pinball wizard”, “Magic bus”, “Baba O’Riley”, “Won’t get fooled again”, la deforme “Boris the spider” y, claro, “My generation”, con su bis “My generation blues” oficiando de cierre. En plena forma, Roger Daltrey la descose cantando como los dioses y revoleando el micrófono; Pete Townshend no rompe ninguna guitarra pero la va gastando de a poco; John Entwistle demuestra por qué era uno de los bajistas más virtuosos y a la vez incendiarios de la escena, y Keith Moon es todo un show aparte, con su mameluco de empleado de estación de servicio y su capacidad para aporrear la batería sin perder nunca el norte. Dos horas sencillamente deliciosas, con una banda en un punto altísimo de su carrera. De postre, cabe retroceder aun más el calendario hasta llegar al 5 de julio de 1968 y al Hollywood Bowl, allí donde The Doors dio un show consagratorio y legendario, que ahora llega por primera vez completo al DVD, con su imagen restaurada y el audio completo (se habían perdido las pistas de voz en tres canciones). Todo lo que se puede imaginar de Jim Morrison, Ray Manzarek, John Densmore y Robbie Krieger en ese momento de la banda está aquí a la vista: en un escenario lleno de parlantes (aunque no todos estaban conectados, porque el Bowl exigía un máximo de 75 decibeles), el cuarteto de Venice Beach entrega versiones memorables de “Back door man”, “Spanish Caravan”, “Moonlight Drive”, “Five to one”, “The unknown solider”, “The end”, “Alabama song (Whisky bar)” y, obviamente, “Light my fire”. Aun en pleno viaje de LSD –como informa el librillo–, Morrison la rompe cantando y recitando. Y los extras, con la historia de la restauración, detrás de escena y bonus tracks, son un festín aparte. E. F.
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