Mié 12.02.2014
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DISCOS › CD Y DVD CON EL CONCIERTO DE THELONIOUS MONK EN PARíS, EN 1969

Sonidos antes del silencio

Su cuarteto con Charlie Rouse en saxo era uno de los grupos más valorados del jazz. Pero Monk estaba cerca de retirarse. París, en 1969, fue testigo del comienzo del final. Y esa actuación llega ahora en una edición ejemplar.

› Por Diego Fischerman

El filósofo Theodor Adorno escribió sobre el estilo de las últimas obras de Beethoven. Y, podría pensarse, hay en la música de tradición académica una mitología propia acerca de lo tardío. No es demasiado diferente en otros géneros. Frases como “la última vez que tocaron juntos”, “la última gira” o “el último álbum de estudio” son inseparables de la idea de valor de mucho de lo que el rock, el pop y el jazz han producido a lo largo de casi un siglo. Y, en particular, en aquellos que acarrearon –y aún lo hacen– con sus leyendas y que, de alguna manera, actuaron sus propios finales, el tópico se acentúa.

Thelonious Monk fue, sin duda, uno de los músicos más importantes de la historia del jazz. Y fue, también, un personaje. Ya desde su extraño primer nombre –y del no menos excéntrico segundo: Sphere–, desde sus frases delirantes que, según sus allegados, inventaba para que lo confundieran con un místico, o de sus gesticulaciones en una esquina de Nueva York, o de su silencio final pero, sobre todo, de un estilo que cortaba donde la costumbre unía, que callaba donde todos tocaban, que jugó permanentemente con la dicotomía entre tradición y vanguardia (el stride de la mano izquierda, los percusivos racimos de notas de la derecha) y se construyó en una progresiva –y aparente– tosquedad, Monk cultivó, como definición de sí mismo, lo indefinible.

Una grabación tardía de Monk en vivo, entonces, y sobre todo si permaneció oficialmente inédita y si, además, se acompaña con la filmación del concierto y de una infrecuente entrevista realizada detrás del escenario, se asemeja más al hallazgo del Santo Grial que a un mero disco de jazz. Aunque el disco de jazz, en este caso, esté lejos de ser un detalle menor. Con el título París 1969, Blue Note acaba de editar –y de publicar también en la Argentina– un álbum que contiene un CD con la actuación del cuarteto de Monk en ese año, en la Salle Pleyel, y un DVD con la filmación de dicha actuación más la entrevista realizada por el músico Jacques Hess. El último disco en estudio del grupo, para el sello Columbia, había sido Underground, terminado de grabar el año anterior. Y tres años después, Monk se sumiría en lo que, en las escasas ocasiones en que habló, llamó su “retiro”: diez años en los que casi no salió de su habitación.

En esta ocasión, con su telepático compañero de ruta, el saxofonista Charlie Rouse –que tocaba con él desde 1959 y, desde 1961, integraba su fiel cuarteto– y una base nueva, el muy joven Paris Wright (de 17 años) en batería y, en contrabajo, un estudiante de Berklee, Nate Hygelund, Thelonious Monk volvía a una sala que le había sido absolutamente esquiva en 1954. Y las circunstancias no podían ser más diferentes. En aquella ocasión, dentro de un heterogéneo festival, el pianista había tocado con músicos franceses con los que apenas había ensayado y había compartido cartel con una popularísima banda de dixieland, cuyo público oscilaba entre la indiferencia y el franco rechazo. En 1969 (y en París, con los ecos del ’68 resonando), Monk era una estrella. Había estado en la tapa de Time en 1964, sus discos se vendían (lo que no significaba que él hiciera fortunas con ello) y el fasto del acontecimiento llegó al punto que se transmitiera por televisión (de hecho esa es la fuente del material de esta edición). Y hay un atractivo más. En un momento, para el tema “Nutty”, hace su aparición otra leyenda, Philly Joe Jones (exiliado en París por cuestiones de drogas) y se hace cargo de la batería. En París 1969 hay más de un momento genial. Y, aunque no esté en su mejor momento, Monk nunca deja de ser Monk. Pero, y aun cuando exista alguna grabación esporádica de los años posteriores –y hasta una de 1975–, ésta es la última en que aparece con Rouse en el saxo. Se trata de una auténtica obra tardía. Con la música. Y con su leyenda.

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