Hay una marca dulce, delicada, casi etérea, en las canciones de Romina Grosso; una marca que es de estilo, y que pauta como un fondo vital, ya desde el arte de tapa, todo este trabajo. La cantante y compositora registra aquí bellos temas propios como “No es tiempo de olvidar” o el que da nombre al disco, y hace suyos –desprendiéndolos de su origen, para apropiarlos en su estilo– “Tiempo y hueya”, musicalizado por Tata Cedrón sobre los versos de Homero Manzi, y “Bonito”, de Alejo Vintrob, de Pequeña Orquesta Reincidentes (un gran momento del disco). Todo en Días felices late con esta marca que invita a quien lo escucha a hacer sus propios días ídem. K. M.