DISCOS › MARIA BETHâNIA Y UN MARAVILLOSO CONCIERTO EN DOS ACTOS
Maria Carta de y Bethânia Amor, que llevan como subtítulo Acto 1 y Acto 2, más un DVD, registran un show de abril de 2013. Y las canciones no tienen adornos innecesarios porque, en esa voz grave, oscura y de expresividad infinita, no hay lugar posible para ellos.
› Por Diego Fischerman
En su edición anterior, Noite Luizida, Maria Bethânia brillaba en su histórica actuación en el Canecâo, en 2001. Su nueva producción, recién editada en Brasil por Biscoito Fino y publicada en la Argentina por el sello de Alfredo Radoszynski (RP), también recurre al formato de un álbum doble separado en dos CD, más un DVD. Y también se trata del registro de una presentación en vivo, en este caso de abril del año pasado y en la sala Vivo Rio. Cada uno de los discos (Maria Carta de y Bethânia Amor) lleva como subtítulo Acto 1 y Acto 2. Y es que la artista, además de cantar como los dioses –y de tener la voz más bellamente extraña (o extrañamente bella) que pueda imaginarse–, teje allí una verdadera trama dramática.
A casi cincuenta años de su primer disco (Maria Bethânia, 1965), Maria Bethânia Viana Teles Velloso eligió un camino que nada tiene que ver con la autocelebración. El hecho de haber sido, con Alibí (1978), la primera brasileña en vender más de un millón de discos. O de haber plasmado, en la década del ’70, una serie de álbumes extraordinarios –Drama, Passaro proibido, el citado Alibí, Mel– bien justificarían cualquier intento de rendir pleitesía al pasado. Sin embargo, ya con más de 60 años, ha conseguido, casi, eclipsar aquellos logros. En 2005 brindó un personal y extraordinario homenaje a Vinicius de Moraes, en Que falta você me faz, en 2006 y 2007 sorprendió con el notable díptico conformado por Mar de Sophia y Pirata y, antes de Noite Luizida, movió nuevamente la estantería con Oasis de Bethânia, donde diez canciones escritas por diez autores eran arregladas cada una de ellas por un músico diferente, que a veces coincidía con el autor y, en ocasiones, con el intérprete. Y además, claro, están los dúos: con Chico Buarque, en 1975, el Ao vivo con su hermano Caetano Veloso, en 1978, y el más reciente, con Omara Portuondo, en 2008.
“Te escribo, ¿qué más puedo decir?”, dice en su carta enamorada Tatiana, en el poema Eugene Onegin de Pushkin. “Toda carta de amor es ridícula”, recita Bethânia. La espera, el anhelo y, siempre, la voz, tierna, trágica, apasionada o resignada de quien escribe o de quien recibe la carta, trazan un eje único que permite, a cambio, la mayor de las variedades musicales. Los autores van de Gonzaguinha a Caetano, Milton Nascimento o Chico Buarque, y el exquisito grupo de músicos, comandado por el pianista Wagner Tiso (integrante en su momento del grupo Som Imaginario y compañero de ruta de Milton Nascimento, a partir del álbum Clube da esquina, de 1972) incluye a Gabriel Improta y Paulo Dafilin en guitarras, Jorge Helder en bajo, Pantico Rocha en batería, Marcelo Costa en percusión y Marcio Mallard en cello. Tanto el show como la filmación del DVD cuentan con dirección de Bia Lessa y una curiosidad, bastante discutida en Brasil, es la inclusión en la filmación de un error y de la repetición del comienzo de “Festa”, de Gonzaguinha (omitido en el CD). En todo caso, la decisión se condice con un tono de sinceridad descarnada: el show que se muestra es el que fue. Y es que cierta rugosidad –y hasta esa imperfección al empezar una canción, exhibida sin tapujos–, lejos de debilitar la estética de Bethânia, la fortalece. No hay adornos, podría decirse, no sólo porque son innecesarios sino porque, en estas canciones, en esa voz grave, oscura y de expresividad infinita, no hay un lugar posible para ellos.
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