DISCOS › “CORAZON LIBRE”, EL FLAMANTE DISCO DE MERCEDES SOSA
Folklore con fundamento
Editado primero en Alemania, incluye clásicos folklóricos como Tonada del viejo amor y canciones de nuevos autores.
› Por Fernando D´addario
Casi todos los territorios afines a la música popular se han rendido a la potestad ejercida por la voz de Mercedes Sosa. Según lo indicara cada época, supo traducir a su propio lenguaje interpretativo canciones de Charly García, Milton Nascimento, Silvio Rodríguez o Atahualpa Yupanqui. La Negra siempre pareció estar por encima de todo y de todos, como una madre protectora de los buenos músicos y las buenas causas. A los 70 años, sin la exigencia de revalidarse como faro generacional, prefiere replegarse en el placer de grabar un disco intimista, poblado de pequeñas grandes canciones folklóricas.
Quienes escuchen este Corazón libre (paradojas del mercado: como la Negra no tenía contrato con ninguna discográfica nacional, fue publicado originalmente por el prestigioso sello alemán Grammophon, y llegó aquí sólo porque Universal tiene la licencia), no encontrarán a la cantante épica de la Cantata Sudamericana. Hallarán, más bien, a una intérprete golpeada pero digna y que, desde una especie de melancolía activa, repasa las tristezas de la tierra. Folklore social, en definitiva, pero en 2005. En una entrevista concedida a Página/12 hace unos años, había reconocido: “Antes los sueños eran más radicales. Y eran perfectos. Ahora se hace lo que se puede”. Hay resabios de aquellos “sueños radicales” en La canción es urgente, de Teresa Parodi, que arenga: “La canción es urgente / es un río creciendo / una flecha en el aire / es amor combatiendo. / Quiero dártela ahora / que es la hora del fuego / que es la hora del grito / que es la hora del pueblo”. La tristeza que prevalece en el disco va y viene en el tiempo y trasciende las coyunturas políticas. Puede ser la pena atemporal de Juan Ponce, el hachero del conmovedor Cantor del obraje (de Cuchi Leguizamón y Manuel J. Castilla); y puede manifestarse en la bronca de El olvidau, que no se cura con planes sociales: “No quiero de más, quiero lo que es mío / al mazo trampiao quiero torcerle un destino / levántate cagón que aquí cantó un argentino”.
Al igual que esos directores técnicos de fútbol que saben elegir los mejores jugadores, Mercedes ratifica aquí su capacidad para conciliar en un mismo proyecto a viejos y nuevos autores. La elección de las duplas Leguizamón-Castilla o Falú-Dávalos (de ésta última rescata Tonada del viejo amor, con el aporte guitarrístico y vocal de Eduardo Falú) reconoce una mirada política de la vida, hasta en la “interna” del folklore, aunque las canciones elegidas no manifiesten un compromiso explícito en ese sentido. Lo mismo puede decirse de Raúl Carnota: Como flor del campo es poesía pura, pero “paisajista”. En la voz de Mercedes adquiere nuevos significados. Y de lo nuevo, Mercedes elige lo mejor: ahí está el anarcotelúrico Duende Garnica, “endulzado” en El olvidau (el tema original, interpretado por su autor en las peñas suena casi punk); aparecen también nombres como Alberto Rojo, Demi Carabajal, Marcelo Perea, Motta Luna. No todos son nuevos, en rigor, pero la Negra toma de ellos esa frescura que sirve para revitalizar el cancionero popular. Las canciones de hoy necesitan a Mercedes para ser clásicas algún día.
La dirección artística del cd corrió por cuenta de Chango Farías Gómez, que aportó además su percusión maestra y hasta su voz gastada en el Cantor del obraje. Se extraña a Colacho Brizuela, pero su reemplazante, Jorge Giuliano, muestra sensibilidad y sutileza. Como yapa, aparecen también Luis Salinas y Alberto Rojo como invitados.
Son zambas, chacareras, milongas, alguna tonada, algún aire litoraleño. Todo sencillito, como la tierra. Sin préstamos de Charly García ni de Fito, sin orquestaciones complejas, Mercedes grabó un nuevo disco de canciones folklóricas. ¿Quién mejor que ella para hacerlo?