Miércoles, 13 de septiembre de 2006 | Hoy
DISCOS › BATEA
Gal Costa es –seguramente después de la inalcanzable Elis Regina– la mejor voz femenina de la música popular brasileña. Y Caetano Veloso es –¿junto con Chico Buarque?– el compositor más notable que dio la música popular de ese país. Los cruces y las alquimias no son infalibles. Pero en este caso sí. Gal fue, a lo largo de casi cuarenta años, la intérprete ideal para las canciones de Caetano Veloso, a tal punto que fue acompañando con dignidad y buen gusto los sucesivos cambios estilísticos que el músico bahiano fue introduciendo en su repertorio. Como también Gal fue cambiando en todo este tiempo –aunque en su caso para peor–, la recopilación que acaba de publicar el sello Universal omite toda interpretación que haya sido grabada después de 1983. Pero desde 1967 hasta 1983 quedó registrado material de sobra. Exactamente para dos discos de 18 canciones cada uno, que han sido editados en un doble álbum llamado Divino maravilhoso - Gal Costa interpreta a Caetano Veloso. Puede decirse que está todo allí, desde la psicodelia beat de “London London” hasta el delicioso intimismo de “Minha voz, minha vida”. En el medio, el infinito arco genérico que abarcaron tanto Caetano como Gal: samba, bossa nova, balada, jazz, etc. En algunos tracks, la conjunción composición-intérprete se presenta en estado de perfección: es cuando comparten la versión, como ocurre con la extraordinaria “Coraçao vagabundo” (extraído del disco Domingo, de 1967), “Clara” (de Caetano Veloso, 1968) y “Baby” (de Tropicalia, 1968). En “Os mais doces bárbaros” Gal comparte protagonismo con Caetano, Gilberto Gil y Maria Bethânia. Por supuesto, quienes quieran encontrarse con la versión más arriesgada de Gal terminarán prefiriendo el primer disco (Divino), que agrupa las canciones de la primera etapa de Caetano (aparecen, entre otras, “Voce nao entende nada” y “Deixa sangrar”, notables). Y aquellos que busquen a una Gal Costa más reposada elegirán el segundo CD, Maravilhoso (aquí están el ya nombrado “Minha voz, minha vida”, “Meu bem, meu mal”, “Eu te amo”, esta última en vivo). Lo paradójico es que no fue Caetano quien declinó la apuesta al riesgo en ese período; fue la cantante la que orientó su carrera hacia una suerte de placidez sofisticada. Las versiones de ésta etapa son consecuentes con este paulatino cambio de target. Pero las canciones siguen allí, imbatibles. Una voz cristalina y sugerente para algunas de las mejores melodías que haya dado la música popular brasileña.
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