Se habla, a veces, de un boom del jazz argentino. La expresión, optimista, podría referirse a infinidad de cuestiones: un desmesurado consumo de la música de Glenn Miller, por ejemplo. La supuesta explosión podría no tener nada que ver con la creatividad, el nivel de ejecución o la originalidad de las propuestas. Sin embargo, que en el lapso de un mes se hayan editado cuatro CD como los de Juan Cruz de Urquiza, Ernesto Jodos, Paula Shocron y Mariano Otero y que eso suceda en el mismo año en que se publicó el álbum triple de Adrián Iaies es una prueba, en todo caso, de que con o sin boom, en Buenos Aires, en este momento, hay una producción de volumen y nivel artístico sorprendentes.

Se habla, a veces, de que lo que caracteriza a una escena activa es la composición de nuevos temas. En el jazz, sin embargo, las cosas no son así. Pueden componerse clones de Irving Berlin o puede, por el contrario, haber una inmensa creatividad en una versión de un tema de Mingus, John Lewis o Los Beatles. El extraordinario Ernesto Jodos Trío –el nombre del disco repite, sucinto, el del grupo–, editado por Sony-BMG –lo que inaugura una clase de apuesta bastante significativa–, está dedicado, por entero, al mundo expresivo de uno de los grandes pianistas y compositores de la historia del jazz: Lennie Tristano. El material con el que Jodos en piano, un formidable Hernán Merlo en contrabajo y el extraordinariamente sugerente Eloy Michelini en batería construyen un entretejido fantástico, pleno de interacción y sutileza, fue “compuesto” por Tristano y sus discípulos, los saxofonistas Lee Konitz y Warne Marsh y el guitarrista Billy Bauer. Pero en el jazz, ya se sabe, la composición es otra cosa; es lo que sucede a partir de allí. Y el estilo de Jodos –el toque conciso, las frases cromáticas y la manera en que proliferan en nuevos motivos, la imaginación en las subdivisiones rítmicas, la renuncia al exhibicionismo– no sólo no se pierde al referirse a Tristano sino que se potencia. Al fin y al cabo, Jodos es, a la distancia, uno de sus mejores alumnos.

Paula Shocron, discípula a su vez de Jodos, en Urbes –editado por BlueArt con un subsidio de la Municipalidad de Rosario–, junto a Jerónimo Carmona en contrabajo y Carto Brandán en batería se mueve por una mayoría de temas compuestos por ella y esto, en su caso, lejos de ser un gesto retórico es la afirmación de una estética. El ritmo entendido como motor –o, a la manera monkiana, como una variable inseparable del color y de la armonía– es, en todo caso, uno de los ejes de una de las músicas más originales del momento. Cu4tro es el cuarto disco de Otero, y el segundo de su orquesta. Con algunos cambios en la formación –la inclusión de los saxofonistas y clarinetistas Carlos Michelini y Martín Pantyrer amplía las posibilidades de manera evidente–, esta especie de selección nacional del jazz profundiza su propuesta en que la raíz mingusiana y las ramificaciones de Gil Evans, Maria Schneider y Dave Holland son apenas el punto de partida para un estilo tan propio como potente –escuchar, por ejemplo, el bellísimo coral “Hasta el cielo”–. El cuarteto del trompetista Juan Cruz de Urquiza, que comparte tres de sus integrantes con la orquesta (el propio Urquiza, Otero y el guitarrista Miguel Tarzia) desarrolla esa misma clase de potencia de forma más camarística, con énfasis en los solos y con una impactante sensación de libertad formal con la que colabora, desde ya, la batería de Pipi Piazzolla. En Vigilia, publicado, igual que el de Otero, por S-Jazz, el virtuosismo de la ejecución, en todo caso, es el vehículo perfecto para la contundencia del mensaje.