Mié 14.11.2007
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DISCOS › “MOTHERSHIP”, DE LED ZEPPELIN

La lección de rock

La caja de dos CD y un DVD invita a recrear el asombro ante una banda irrepetible, con una capacidad de trabajo que hoy parece perdida.

› Por Eduardo Fabregat

Es inevitable. Escuchar los 24 tracks que componen la colección de 2 CD, pero sobre todo prestar atención a las 20 performances que componen el DVD, llevan a la conclusión de que todo aspirante, incluso todo músico profesional dedicado al rock, debe ser obligatoriamente sometido a la misma experiencia. Es una cuestión educativa, algo que puede resumirse en la frase “¿Querés tocar rock? Bueno, primero estudiá a Led Ze-ppelin”. No es ninguna novedad, pero reencontrarse con la banda de Robert Plant, Jimmy Page, John Bonham y John Paul Jones en formato digital hace que hasta aquel que conoce su carrera al dedillo no pueda dejar de sorprenderse, exclamar una y otra vez, con perdón de la definición poco académica, pero qué banda del carajo que eran.

La cajita se llama Mothership, nuevamente producida por Page –quien había hecho el mismo trabajo para la serie Remasters– y, quedó dicho, es lisa y llanamente una biblia de rock and roll, una demostración de que a varias superestrellas del mundo musical de hoy les falta tomar mucha, pero mucha sopa para llegar siquiera a los talones del dirigible inglés. En un bonito digipack que incluye un notable ensayo del periodista David Fricke, fotos y toda la data sobre fechas y lugares de grabación, el álbum recorre esa alucinante sucesión que comenzó con Led Zeppelin (1969) y Led Zeppelin II (1969), discos separados por apenas díez meses que pusieron una piedra basal en el heavy rock (las otras corrieron por cuenta de Deep Purple y Black Sabbath) y que aquí están representados por títulos como “Good Times Bad Times”, “Communication Breakdown”, “Dazed and Confused”, “Babe I’m Gonna Leave You”, “Whole Lotta Love”, “Ramble on” y “Heartbreaker”. El CD 1 se completa con perlas de los discos III (1970) y IV (1972) que incluyen a “Rock and Roll”, “Black Dog” y, cómo no, “Stairway to Heaven”, de la cual Fricke apunta, al estilo Wayne’s World, que “se volvió demasiado popular, tanto como para que te echen de las tiendas de instrumentos por tocar el arpegio inicial”. El disco 2 completa el viaje de Houses of the Holy (1973) a In through the Out Door (1979), con el grupo explorando nuevas profundidades en “D’yer Mak’er”, “No Quarter”, “Nobody’s Fault but Mine”, “Achilles Last Stand” y la monumental “Kashmir” de Physical Graffiti (1975).

Pero el plato fuerte, claro, está en el tercer disco. El DVD que completa Mothership es un resumen del doble Led Zeppelin DVD... pero un resumen sustancioso, dos horas, veinte canciones y un recorrido que va de un mísero teatrito de los comienzos, con la gente acodada en el borde del escenario, a los estadios llenos de esas giras monumentales por Estados Unidos que el grupo encaraba sin dejar de beber como cosacos, curtirse todo lo que cayera cerca y hacer visitas al estudio para seguir grabando. Ver en vivo a Zeppelin, sin los saltos de celuloide quemado de aquellas trasnoches en el Lara o el Ritz y con la posibilidad de darles rosca a los parlantes hasta espantar a los vecinos, termina de darle dimensión a lo que la banda hizo en solo doce años. Allí están los numeritos de Page y su arco de violín en “Dazed and Confused” o la lección de slide en esa topadora sonora que es “What Is and What Should Never Be”, la Gibson Les Paul por las rodillas que tan bien supo recrear un tal Slash, o el demoledor combo Page-Bonham para “White Summer”; allí puede apreciarse, por siempre joven, la estampa de Plant, bien frontman con el trío desatando un infierno a sus espaldas, pecho al aire y bulto marcado en unos yínes a reventar, y esa garganta prodigiosa capaz de reproducir en vivo los desvaríos vocales de “Whole Lotta Love”.

Y un necesario párrafo aparte para el motor ocho cilindros de Led Zeppelin. Basta ver la performance del Bonzo Bonham en “Moby Dick” para reconciliarse con la setentosa idea del solo de batería, verlo aporrear parches con brutal contundencia, precisión y ejemplar sentido del ritmo, para reconfirmar la idea extrema de que no hubo ni habrá baterista parecido en el rock. Y una reivindicación para John Paul Jones, inevitablemente eclipsado –ese karma del bajista– por el carisma de los otros tres: un tipo que también fue parte fundamental del grupo, por su aporte en las teclas y por seguirle el tren al batero salvaje, tan firme y efectivo en lo suyo como para disculparle ese peinado Boluda Total con el que se lo ve a veces.

A fines de este año –dependerá del dedo fracturado de Page– habrá una reunión para homenajear a Ahmet Ertegun, el tipo que los hizo firmar para Atlantic. Pero hasta el más fan sabe que será una única cita nostálgica, y que allá atrás habrá un Bonham junior. Como demuestra Mothership, Led Zeppelin fue irrepetible, un huracán de sangre, sudor y electricidad atronadora, material de leyenda. Una indispensable lección de rock and roll.

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