DISCOS › A BUSH NO LE VA A GUSTAR
Una banda de sonido para agitar la cumbre
Impulsado por FM La Tribu, el CD integra a varios que no compran la historia oficial.
› Por Mariano Blejman
Que Bush es una especie de muñequito de torta, y objeto ideal para convertirse en depositario de burlas, aunque –eso sí– incapaz de dejarse comer por los invitados de la fiesta (sino todo lo contrario). Que esta vez la fiesta será en la playa, y Bush está invitado aunque todavía no confirmó asistencia. Que, como suele suceder, en toda fiesta que se precie de ser muy buena, es necesario agrupar un puñado de canciones acordes a tal fin, y llevarlas cerca del DJ para que la fiesta se ponga bien arriba. Y qué mejor que juntar a artistas tan talentosos como los “españoles” Manu Chao, Fermín Muguruza, Amparanoia, Ojos de Brujo (a ninguno de ellos le gusta mucho eso de identificarse con el Estado español), a uruguayos como No Te Va A Gustar (a esta altura una tautología del propio disco) y Dani Umpi, o los argentinos Liliana Felipe, Actitud María Marta, el cubano Vicente Feliú y, entre otros, cerrar con un poema de Juan Gelman y César Stroscio en un disco llamado A Bush no le va a gustar.
A pesar de su aspecto clown, Bush es sobre todo un bombardero: el extremo opuesto a cualquier posibilidad de regar sonrisas, sobre todo si es en “oscuros rincones del planeta”. Por suerte en Mar del Plata hay sol. Y contra ese bombardero, qué mejor que un proyecto que se propone “cantar la furia” para “soltar el baile de la lucha”, justo cuando el presidente más odiado llega a La Feliz para participar de la Cumbre de las Américas. (Pero, perdón: ¿cuántas Américas hay?) El disco editado por FM La Tribu, Suramusic y Doble F sale a la calle justo cuando los presidentes “siguen en sus cumbres y los pueblos en sus abismos”, según reza el disco. Con una selección por lo menos curiosa, y una generosidad de los músicos por entregar su obra al servicio de una causa, el trabajo A Bush... se propone como banda de sonido para los caldeados días que vendrán en la vallada Mar del Plata, y en las zonas liberadas donde estarán presentes los que se oponen a este estado de las cosas. Y en ese sentido, canciones como La primavera de Manu Chao, Sonrisa macabra de Actitud María Marta o Los muchachos de El Portón son capaces de animar cualquier evento.
Pero cuando pase la fiesta, cuando la resaca de tanta presidencia suelta por el barrio se haga a un costado, el disco quedará en las estanterías como un muestrario de lo que hay que seguir escuchando, con esa calma que antecede a cualquier tormenta que no sea huracanada. Un abanico de sonidos del mundo, no siempre del todo acogidos por buenas distribuciones y correctas ediciones cuando llegan a este país. En ese sentido habría que prestarle atención a la versión Piedras Remix, un mezcladito de DJ Panko sobre un tema de Ojos de Brujo (una banda que amenaza con venir a Buenos Aires hace tiempo desde Barcelona y que seguramente explotará en popularidad cuando toque estas tierras), pero también habría que poner en la lista a Libres Seremos de La Candela Rumbla Sampler, o a Mecha Flan de Dick El Demasiado, procedente de Holanda. O la propia Amparanoia que visitó Buenos Aires hace apenas un par de meses, con Redemption Song.
A Bush no le va a gustar es un acto de irreverencia política y cultural, una protesta sonora que sin embargo no se queda en el panfleto y se propone como una obra de arte de a pedacitos, capaz de usar el formato de CD para otra cosa un tanto más arriesgada que tapar la chapa del auto para evitar las multas fotográficas: A Bush... viene a ser un muestrario de esos sonidos generacionales que se van quedando en el inconsciente, que se transforman en un fondo capaz de saltar cualquier barricada de ideas, capaz de hacerle explotar los tímpanos al amante de los bombardeos masivos, y que –como dice Liliana Felipe– invita a reflexionar irónicamente sobre el tipo de bombas que quiere uno recibir para ser asesinado: si las de los terroristas que inventó W., o la de los terroristas de Estado. No hay dudas: a W. le haría bien escuchar un poco de música. Los hackers de conciencia deberían encontrar la forma de conectarse al sistema de audio de su avión presidencial y hacerle mover el esqueleto con tanta buena rumba sampleada.