Miércoles, 13 de febrero de 2008 | Hoy
DISCOS › LENNY VUELVE A LA CARGA
It is time for a love revolution recrea la potencia del legendario dirigible inglés, con guiños a Rolling Stones y la consabida cuota de baladas.
Por Eduardo Fabregat
Es un antiguo dilema: frente al nuevo disco de un artista con una identidad bien definida –no camaleones como, por ejemplo, David Bowie o Prince–, ¿es sensato recriminarle que se mantenga en el mismo lugar artístico? ¿Un músico tiene que innovar siempre o debe ser respetado su apego a las formas que lo apasionan? El debate se complica un poco más si se habla de Lenny Kravitz, acusado más de una vez de apegarse demasiado a formas, o directamente canciones, de otros autores. It is time for a love revolution, el octavo disco del neoyorquino, no aliviará en nada la discusión. Sobre todo si se tiene en cuenta que podría estar firmado por Lenny Kravitzeppelin.
Hay que decir que el morocho arrancaba con una buena base: nada podía ser peor que el anterior Baptism, el punto más bajo de su carrera, por la endeblez de las canciones y por su conversión a icono de nenas adoradoras de lo fashion. Pero lo mejor de It is time... es que no necesita la comparación para convencer: sí, la furia eléctrica de “Love revolution” recuerda a muchas otras aperturas en discos de Kravitz, pero esa crudeza de sonido, esa intención de rockear sin mayor maquillaje, produce otra expectativa, más cerca de aquel inigualable combo de Let love rule y Mama said (¡hace casi veinte años!) que de la sobreproducción de 5 o Baptism. A cargo de todos los instrumentos –aunque Lenny debería contratar un baterista para los discos, porque lo suyo es pura voluntad pero a veces llega tarde en el rulo–, Kravitz da rienda suelta a su costado rockero más salvaje. Y esta vez acierta.
Entonces, el disco debe comenzar a desmenuzarse por la influencia mayor: en canciones como “Love love love”, “I love the rain”, “I want to go home” y la demoledora “Bring it on”, que hace uso de todos los clichés y sin embargo funciona (¡y cómo!), Lenny abraza sin reservas la causa de Led Zeppelin, como si quisiera empujar un poco más las posibilidades de reunión. Pero también, como en la añeja “Mr. cab driver”, el cantante y guitarrista demuestra su sapiencia en materia Stone, como cuando replica los coqueteos disco, las guitarritas y hasta el solo de saxo típicos de Ja-gger/Richards en “Dancin’ til dawn”, o deja caer un rockito leve, pero entrador como “Back to Vietnam”. Y se permite un poco de funk alla James Brown en “Will you marry me”. Y, claro, apela a esas baladas que seducen a la platea femenina, guitarras + violines y voces susurradas, como en “Good morning”, el midtempo de “I’ll be waiting”, “A new door” –donde cambia viola por piano– o “A long and sad goodbye”, situada cerca de la peligrosa frontera de la power ballad al peor estilo hair metal.
Entonces, ¿hay que caerle de vuelta con todo a Lenny? No vale la pena. Sí, suena a Zeppelin, y a los Stones, y a una buena cantidad de lugares comunes del rock sanguíneo. Pero lo hace en su medida y armoniosamente, con conocimiento de causa y criterio, y eso es lo que hace de It is time for a love revolution un disco disfrutable. Si cabe alguna duda, entonces sí alcanza con volver a poner Baptism, y salir corriendo.
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