DISCOS › UN ESTADO DE SITUACION
Los discos mueren, la industria factura
Los piratas son los malos de la película, pero el negocio digital va viento en popa.
Por Eduardo Fabregat
La novedad llena de entusiasmo a las discográficas argentinas, que en medio de un reverdecer de las ventas llevan adelante la que esperan sea la última gran andanada contra la piratería. Antes de fin de año, la distribuidora DBN y la discográfica y fabricante EPSA lanzarán los primeros sitios locales de venta virtual de música, siguien-
do una tendencia que impera en el resto del mundo y que se complementa con una serie de amenazas legales para que los usuarios dejen de bajar en la red canciones protegidas por copyright. La iniciativa tendrá sus contras, como que, debido a que usan la plataforma Windows Media, las canciones bajadas no se podrán usar en el Ipod. Pero, además, el precio deberá respetar los estándares internacionales, a un dólar más IVA. Resulta coincidente con una política de precios que acaba de llevar el full price –el precio de nuevos lanzamientos de artistas de primera línea– a $30,90 (eso es lo que cuesta Extraordinary machine de Fiona Apple), pero cuesta imaginar que miles de personas abandonen la cultura del download gratuito para pagar alrededor de $3,50 por una canción.
Corren tiempos extraños. En los últimos días, la Cámara de Productores e Industriales de Fonogramas (Capif) viene replicando las acciones realizadas en el resto del mundo: primero fue una demanda contra Speedy, la proveedora de Internet de Telefónica, por realizar una campaña publicitaria que apuntaba a la facilidad para descargar música. Después, los usuarios del sistema peer-to-peer Kazaa comenzaron a recibir mensajes instantáneos recordándoles que ofrecer archivos sobre los que no poseen derechos es ilegal y puede generar acciones judiciales. En la calle, la policía confisca el material de quienes ofrecen copias truchas. Acciones que buscan desmantelar el próspero mercado pirata, que desde hace años viene erosionando el mercado.
La apuntada política de precios (debe recordarse que, en Argentina, el 85 por ciento del mercado se reparte entre Yenny, El Ateneo y Dromo, del grupo Ilhsa y Musimundo) suele llevar a que la piratería sea cubierta con una pátina de romanticismo, una visión de que conseguir un disco sin pasar por caja es una revancha contra una industria avara: las compañías hacen firmar contratos por los cuales un músico se lleva entre el 4 y el 14 por ciento del precio de venta al negocio minorista (sólo los muy grandes pueden negociar algo mejor), que a su vez remarca entre un 70 por ciento y un 100 por ciento antes de poner el disco en las bateas. Es decir: de un disco que el consumidor final paga 28 pesos, el músico promedio se lleva... entre 70 centavos y 1 peso. Pero tampoco es sensato dejarse llevar por el “romanticismo”: la industria le deja al músico las migas del negocio, pero los piratas no le dejan nada y se apropian de sus canciones sin siquiera un mínimo porcentaje a cambio.
Dicho todo esto, cabe introducir otro par de cuestiones. Lo que las compañías no parecen terminar de comprender –o sí, pero prefieren hacerse las distraídas para no resquebrajar el discurso– es que el pirata es sólo uno de los agentes contra los que compiten. La industria musical compite consigo misma: la caída en la venta de discos no tiene que ver exclusivamente con los archivos ilegales o los piratas industriales, sino también con una diversificación del negocio y una explosión tecnológica que ofrece al consumidor un sinnúmero de opciones. Vale repasar algunas noticias de los últimos días para tener la dimensión de hasta qué punto la industria llora una y otra vez por la leche derramada, pero prefiere el perfil bajo con respecto a las nuevas técnicas de ordeñe: esta semana, el P2P Grokster detuvo un juicio pagando cerca de 40 millones de dólares y cesando sus actividades, mientras IMesh anunciaba su paso al lado legal, valuando sus canciones en el standard de 99 centavos de dólar. Apple, la compañía que puso en marcha ITunes (con más de dos millones de tracks), vendió un millón de videoclips para su Video Ipod en sólo veinte días.
Tomando nota de que la música del juego Super Mario Bros se mantiene en los primeros puestos del ranking Billboard de ringtones (¡un ranking de ringtones!), el gigante de los videojuegos Electronic Arts anunció que venderá en la red canciones de juegos como The Sims, FIFA Soccer 2005, NBA Live o Need for Speed. En Argentina, la compañía Toing cerró un acuerdo exclusivo para vender ringtones y backtones de Babasónicos, la banda que lidera el ranking de venta de discos de octubre. El catálogo de John Lennon (exprimido una y otra vez en recopilaciones de todo color en CD) saldrá por primera vez a la venta en ITunes; el primer semestre de 2005 arrojó ventas digitales por casi 800 millones de dólares, las ventas de DVD musicales trepan y trepan...
Queda claro que la
culpa de todo no la tienen los piratas y que si los discos se venden menos es porque la gente está comprando otras cosas que les ofrece la industria musical. Así como el CD reemplazó al vinilo, las nuevas formas del negocio se van fagocitando a las viejas. Y por último: ¿no será hora de aceptar que si los discos dejan de venderse quizá sea porque la industria se volvió cada vez más y más conservadora, editando artistas sin vuelo, productos a repetición, música predecible, fórmulas probadas, productos televisivos o simple y mera basura? Quizá lo que suena vale tan poco la pena que la gente prefiere gastar poco en una copia pirata o bajárselo gratis. Quizá sea hora de saltearse un poco el discurso oficial y ponerse a debatir en serio, sin histerias y poniendo todas las cartas en la mesa.