TELEVISION › DIARIO DE UNA PROSTITUTA, NUEVAS IMáGENES DEL TRABAJO SEXUAL
La serie, que se emite por Vh1 los martes a las 23, se ocupa en primera persona del relato de Belle, adaptación a la TV de las andanzas narradas en un popular blog, haciendo foco en los circuitos de la prostitución de lujo.
› Por Emanuel Respighi
“Amo Londres. Amo su barbarismo, su falta de solidaridad, su impaciencia. Amo su clima. Pero lo que más amo de Londres es su anonimato. Lo primero que debes saber sobre mí es que soy una prostituta.” La que habla a cámara es Hannah, pero no está hablando de sí misma, sino de su alter ego Belle, el nombre de fantasía que utiliza esta joven y hermosa mujer londinense para prostituirse en Diario de una prostituta, la serie que Vh1 acaba de estrenar (todos los martes a las 23). Versión catódica y soft de uno de los tantos diarios de putas que el mundo editorial editó en los últimos años, la serie se basa en el blog Belle de Jour, en el que una mujer contó desde 2003 su vida como prostituta de lujo en Londres, luego convirtió los mejores textos en la novela Belle de Jour: The Intimate Adventures of a London Girl y finalmente fue llevada a la TV por Channel Four el año pasado. Una serie que, con aciertos y equívocos, teje los primeros lazos entre la cultura blog y la pantalla chica.
“En un mundo donde las niñas usan bikinis y sus abuelas grandes escotes, para descubrir a una prostituta debes buscar una mujer con traje elegante”, afirma con aires de superada Hannah en Diario de una prostituta, sentando las bases del tono que acompaña al programa que levantó polvareda en el Reino Unido. “Acompañante, ramera, prostituta... No me importa cómo quieran llamarme: eso sólo es cuestión de semántica”, sentencia la protagonista, cual maestra ciruela presentándose ante sus alumnos el primer día de clases. Es que en la nueva serie de Vh1 se percibe una pretendida búsqueda de sofisticación y elegancia desde la producción, que termina por convertir al programa casi en un iniciático manual audiovisual sobre los escorts VIP del primer mundo (empresarial).
A distancia de la visión sociológica con la que la TV local acostumbró a abordar la prostitución, sea en ciclos periodísticos (desde El otro lado hasta Humanos en el camino ) o en ficciones (Disputas), Diario... no propone una ficción realista, ni mucho menos tercermundista. Hannah no tuvo ni tiene una mala vida, ni fue empujada a prostituirse. Ningún pariente abusó de ella en su infancia, no está inmersa en vicio alguno ni tiene hijos que mantener. Ella se gana la vida como prostituta de alto nivel por dos motivos, tan simples como contundentes: porque le gusta el sexo y mucho más el dinero. “Sí, disfruto del sexo sin amor”, dijo en el primer capítulo, sin que se le cuele ningún atisbo de sufrimiento por la doble vida que lleva y que ella guarda como un secreto sagrado que no comparte con nadie (ni siquiera a su mejor amigo).
Inteligente y segura, fría y calculadora, conocedora de la profesión más vieja del mundo, Hannah o Belle parece tener muy claras las normas que diferencian a una profesional sofisticada y burguesa como ella –Lucy Prebble, la autora del blog, es egresada de Oxford– respecto de una de las tantas mujeres que la necesidad económica o sus captores las obligan a prostituirse para poder vivir. En este esquema ascético y de alta alcurnia que muestra Diario..., Belle posee una serie de reglas inquebrantables: la vida privada y el trabajo deben estar separadas; se debe cobrar por adelantado; no se debe aceptar ningún cliente sin la anuencia de la agente; la higiene es un requisito inalterable; se deben descubrir las fantasías del cliente y satisfacerlas lo antes posible. Un universo ideal reglado y sin contratiempos que sitúan al escort VIP, a los ojos del televidente, a status aspiracional.
En ese mundo que muestra Diario..., atípico y diferente al que habitualmente hace foco el mundo audiovisual, pero no por eso inexistente entre grandes empresarios y ejecutivos, al fin y al cabo se basa en una experiencia real, se destaca la narración en primera persona en la que avanza la trama. Buscando trasladar el registro sin filtros del blog del que nació el programa, pero sin hacerlo caer en un mero reality show, Diario... apela a un recurso valioso como los comentarios a cámara a los que acostumbra la protagonista, como una forma de intentar hacer desaparecer la mediación televisiva. El televidente, entonces, se convierte en cómplice y voyeur de ese mundo desconocido por la masa. Claro que el exagerado uso de la interpelación a cámara, que acentúa el sentido pedagógico de la propuesta, corre el riesgo de terminar por convertir ese recurso en un mero artificio que atenta contra al finalidad buscada.
Tal vez a causa de que el equipo de producción, guión y dirección recae en manos de mujeres, comparte Diario... ciertas maneras propias de Sex and the City, sin profundizar más allá del límite de lo estético. Como señaló Julián Gorodischer, el programa marca el nacimiento del “nuevo marketing de la puta”, ya que “se le pegan todos los vicios del género ‘comedia para chicas’; reniega de la soltería, se enamora del primero que pasa, compra ropa de primera línea como loca, no especifica los números sobre sus ingresos millonarios y siempre les cobra antes de pasar a la cama, ahora en dinero en vez de especias”. La paradoja es que, sin embargo, Diario... describe un mundo prefabricado anclado en una realidad londinense tan lejana a los ojos argentinos como real.
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