Martes, 24 de junio de 2008 | Hoy
TELEVISION › EL FINAL DE LA TEMPORADA, UNA MIRADA A LO QUE VENDRá
El cuarto año de la serie protagonizada por Hugh Laurie tuvo un amargo cierre, que compromete su amistad con el Dr. Wilson y abre varios interrogantes para la próxima temporada, que comenzará en Estados Unidos el 2 de septiembre.
Por Eduardo Fabregat
Nadie imaginaba semejante final. Es cierto, Dr. House nunca fue complaciente, y a veces Hugh Laurie lleva el cinismo de su personaje a niveles que dificultan la empatía. De hecho, la cuarta temporada de la serie que en Argentina emite Universal Channel los jueves a las 21 aflojó un poco el costado más pesado del jefe de Diagnóstico del hospital escuela Princeton-Plainsboro: esa adicción al Vicodin que en la tercera temporada lo llevó al borde de la cárcel, y que obligó a que la Dra. Cuddy cometiera perjurio para salvarlo. Pero “House’s head / Wilson’s heart”, el doblete de episodios que bajó el telón la semana pasada, fue un de-safío hasta para el fan más acérrimo, que se quedó mirando los títulos con la inequívoca sensación de está todo mal, y empezando a contar los largos días que faltan para la quinta temporada.
Es que este final tuvo una carga mucho más pesada que el del año anterior, cuando de buenas a primeras House se quedó sin equipo, y así fue como arrancó la nueva temporada embarcado en una especie de reality para seleccionar los médicos que lo acompañarían. En un doble episodio que no ahorró alucinaciones y secuencias oníricas –como las escenas en el bar, con Fred Durst, cantante de Limp Bizkit, haciendo de ácido camarero–, el clima general se fue volviendo más y más oscuro. Con el correr de los minutos se fue reconstruyendo el hilo: el médico del bastón, ebrio en un boliche, llama al Dr. Wilson para que lo lleve a su casa, pero encuentra a Amber, su novia, que alguna vez formó parte de ese reality y a la que House bautizó “cutthroat bitch”. Esta se ofrece a recogerlo, termina tomando una copa con él y ambos suben a un ómnibus que, poco más allá, choca con un camión de basura y vuelca. Amber sufre un daño permanente en los riñones, y pronto va quedando claro que no saldrá con vida. A contramano de la infalibilidad que siempre parece tener House, esta vez el personaje llevó las de perder: disminuido por una fractura en el cráneo, ensayando métodos de alto riesgo para inducir las alucinaciones que le permitieran reconstruir el choque, el médico terminó el episodio saliendo de un coma bajo la mirada evidentemente acusatoria de Wilson, destrozado por la muerte de su novia.
En Estados Unidos, House MD viene creciendo a un ritmo sostenido: las últimas mediciones le dieron entre 18 y 19 millones de espectadores por episodio, todo un logro para un terreno con tanta competencia como el de la “serie médica”. El secreto está en la inspiración de su creador David Shore –que se propuso presentar a un Sherlock Holmes de la medicina– y sobre todo en Laurie, el actor inglés que encontró la máscara exacta, ácido e irónico pero con eventuales rasgos de humanidad, que nunca llegan a la sensiblería que a veces impregna a las ficciones en hospitales. House, Cameron, Chase, Foreman, Cuddy y Wilson, y en esta temporada Kutner, Taub y “Thirteen” le dieron forma a una serie de médicos que escapa al molde, que logró un matiz diferente en un tema tan trillado. Como es de rigor, Shore se limitó a confirmar que la quinta temporada comenzará el 2 de septiembre en Estados Unidos (aquí se espera para noviembre), y no suelta prenda sobre lo que sucederá: sólo dijo que “habrá más atención a los personajes que a las enfermedades”. Mientras tanto, Universal está repitiendo todas las temporadas, de lunes a viernes a las 20: excelente oportunidad para los que aún no están familiarizados con frases como “El paciente siempre miente” o “No es lupus”. Para los demás, una forma de resolver el síndrome de abstinencia.
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