Jue 09.10.2008
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TELEVISION › EL ESTRENO DE TODOS CONTRA JUAN, CON GASTóN PAULS

La ficción se mira el ombligo

El unitario, que se estrenó el martes en América, cuenta la historia de un actor que quedó anclado en su época de gloria e incluye la participación de famosos que hacen de sí mismos y un tributo a las viejas tiras juveniles.

› Por Emanuel Respighi

“Los hechos y/o personajes del siguiente programas son ficticios, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.” La placa, como suele suceder antes de la emisión de cualquier ficción televisiva, antecedió también al estreno del primer capítulo de Todos contra Juan, la comedia que América comenzó a emitir los martes a las 22.30. Sin embargo, dada la inspiración del programa, su espíritu y el tono del unitario, el contenido de esa placa protocolar que las productoras colocan como resguardo a eventuales juicios parecería carecer, en este caso, de honestidad intelectual. Es que la nueva propuesta de ficción que se acaba de sumar a la pantalla conjuga, aun en su marcado universo ficcional, elementos, tics y situaciones (¿inspiradas, surgidas, trasladadas?) de la cotidianidad del egocéntrico mundo de la farándula local.

El primer episodio de Todos... (midió 7,7 puntos de rating) dejó entrever que se trata de un programa que no se ata a ninguna fórmula, que trasciende ampliamente la finalidad de ser una propuesta limitada a entretener a los televidentes. De alguna manera, el programa protagonizado por Gastón Pauls es hijo de la serie de ciclos en donde la TV se mira el ombligo, pero en este caso no se vale de editar con gracia los hechos más o menos “atractivos” de la semana catódica, recurso que explotan una y otra vez infinidad de programas de la TV actual. En este caso, Todos... traslada al registro de la ficción el (cada vez menos) misterioso y (cada vez más) hipócrita y cruel mundo que funciona con sus propias reglas dentro del aparato del televisor. Y lo hace no a través del trazo grueso del ensayo, sino de la sutilezas que otorgan la ironía y la exageración para subrayar su sentido crítico. Con Todos contra Juan se está, entonces, ante la primera gran parodia sobre la TV surgida de las mismas entrañas de la industria.

En ese camino, Todos... cuenta la historia de Juan Perugia, un actor que en su adolescencia formó parte del elenco de La vida es un juego, una telenovela juvenil que fue un éxito en su momento y de la que surgió una nueva generación de actores. Todos los integrantes del staff, o la mayoría, lo mismo da, conformaron sólidas carreras. Menos Juan, claro, que aunque su “carrera” se limitó a bolos insignificantes, sigue creyendo en su popularidad y fama. Nada más alejado de la mediocre realidad cotidiana que, 15 años después, lo encuentra con la férrea intención de retornar a la puerta grande de la televisión organizando un evento en el que se presenta un documental sobre el programa con el que alcanzó cierta popularidad. Cualquier semejanza entre La vida es un juego y Montaña Rusa no es pura coincidencia.

Pero como todo en la vida de Juan, el evento no saldrá como se imaginaba. Sus ex compañeros de elenco (Julián Weich, Esteban Prol, Julieta Díaz, Cecilia Dopazo hicieron de sí mismos), a los que no dejó de acosar para que vayan a la presentación, no sólo no le responden sus llamados sino que brillan por su ausencia. Y el documental producido por Chiche en vivo, con el que confiaba relanzar su carrera, termina por hundirlo aún más, cuando revela que el misterioso levantamiento de La vida es un juego fue por su culpa. Todo le sale mal. Y buena parte de la responsabilidad de su desgracia continua recae en su mísera humanidad, su patética necesidad de fama a cualquier precio y su imposibilidad de asimilar su condición de “perdedor” en un medio hecho para los “exitosos”. En este primer envío, lo mejor de Todos... pasó por la composición del personaje principal que hace Pauls, otorgándole a Juan cierta postura desgarbada y atribulada que encaja perfectamente con esa personalidad impostada, destinada irremediablemente al fracaso. Juan es un auténtico loser, pero con una serie de características singulares que lo vuelven insoportable, desdeñable, a los ojos de los demás. Porque Juan no es el típico mediocre sin ambición que se rindió a su condición ante la imposibilidad de cambiar su status; más bien representa esa otra clase de perdedor que se cree ganador, egocéntrico, ambicioso, acomplejado, hipócrita, incapaz de aceptar que el tren de la fama le pasó delante de sus ojos y ya se encuentra a miles de kilómetros. Estos detalles hacen que Juan no destile misericordia sino patetismo.

En esa búsqueda de combinar realidad y ficción, el desdoblamiento narrativo entre las imágenes del pseudodocumental y las situaciones que Juan vive y hace vivir fue bien resuelto por la producción, contrastando la toma fija para la parte testimonial, con la cámara en mano y en permanente movimiento con que se desarrollaron las escenas en el presente de la historia. En efecto, cierta deprolijidad en la imagen, cierta suciedad en la dirección le imprimieron a Todos... una textura amateur que refuerza el componente nostálgico que sobrevuela al programa. Aunque a priori el unitario corría con el riesgo de resultar atractivo para la gente que forma parte del jet set vernáculo, por las situaciones propias del medio que representaba, Todos... salió airoso de esa amenaza, sin caer en chistes de consumo interno. En este sentido, el guión de Gabriel Nesci y Pauls permite que cada televidente pueda disfrutar el ciclo desde las simples humoradas y/o hacerlo desde una lectura más profunda sobre la fama y el éxito. Un programa que discurre con acierto entre la crítica al medio y ciertas dosis de grotesco y absurdo que, por momentos, hicieron recordar al humor de Todo por dos pesos.

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