TELEVISION › CRIS MORENA Y SU TECNICA PARA HACER EXITOS JUVENILES
“Lo oscuro no va conmigo”
Cris Morena, productora y autora, repasa desde Jugate conmigo hasta Floricienta. “No puedo hacer nada que no sea luminoso.”
Por Julián Gorodischer
Así como se la ve, mordiendo el choripán con esa boquita, tan informal en su bunker de San Isidro, ella introdujo al adolescente sexy en aquel lejano Jugate conmigo (Telefé, 1991), cuando se veía a los lolitos chorreando témpera y arrastrándose para superar la prueba física, tan eufóricos y coloridos como se los sigue sintonizando desde entonces, en El último pasajero o en Operación Triunfo. ¿Una pionera? “¡Sí!”, dice Cris Morena, y de las menos reconocidas..., con algunas facturas para pasar. “Mi lucha de siempre –sigue– es para que no baje la inversión en programas para chicos. Parecería que nosotros no hubiéramos comenzado nada, cuando les dan los ACE a los Aladdin; nunca figuramos en los premios. Debe ser que no está bien visto que a una productora le vaya bien.” Volviendo al adolescente sexy: desde el debut de Cris Morena hasta la fecha, los chicos empezaron a enamorarse desde los 13, se vistieron con onda, alternaron look y canciones pero, ¿cómo empezó todo?
–No creo que haya sido la inauguración de la lolita, pero sí del adolescente en televisión..., de la frescura, la pequeña locura. Traté de llevar a diez adolescentes al máximo de sus potencialidades; había uno que bailaba pésimo, Coraje, y lo mostrábamos como lo más maravilloso del mundo. En vez de reírnos o de decir que era un tarado, mostrábamos lo mejor que él tenía.
La eterna niña sorprendió allá lejos en mini y con trencitas, casi tan joven como su hija recién ingresada a la pantalla (Romina Yan, hoy en Amor mío), regalando viajes por el mundo a las divisiones de colegio en plena convertibilidad, tentándolos con ciclomotores en vez de los acostumbrados CD que se ofrecían hasta entonces (salvo en Feliz Domingo). El paso a la ficción, con Chiquititas, Rincón de luz, Rebelde Way, Floricienta y el reciente Amor mío, podría ser, por qué no, una forma de reacción a lo que no le gusta del arte..., del mundo. “Acá todo lo que es medio oscuro, medio no sé qué, es cine y está bien hecho. ¡No saben ver las cosas!”
En su productora de San Isidro (y también en sus programas) de colores pastel, de ventanas que se abren y dejan ver una cara sonriente con dientes blancos y mejillas rojas (la de Cris, asomada), allí donde los besos suenan a chuic y las nenas usan volados, la tristeza se expresa cantando Tengo un corazón con agujeritos (su “mejor tema”, que compuso en su peor momento) y el mundo podría dividirse como en La guerra de las galaxias, entre La Fuerza y el Lado Oscuro. “Este es un país –acusa Morena– en el que bajás la luz de una producción y te dicen: ‘Uy, mirá lo que hizo’. Para cualquier premio ignoran al director de tiras. ¿Tiene el mismo valor el tipo que tiene diez días para hacer un solo producto que el que, por ejemplo, hace un Criminal? En este país no hay criterio, no importa el público. Pero el público siempre ve, sabe... Es una falta de respeto de parte de los que manejan los medios no reconocerlo. Y después se golpean el pecho y protestan por lo horrenda que es la tele. Señores, lo luminoso también es válido.”
La luminosidad es una obsesión que vuelve en la biografía autorizada de Cris Morena: le permitió rever el reino de las huérfanas como un emblema del romanticismo en Chiquititas o resignificar hasta el calvario de la niñera como historia rosa en Floricienta. En 2006 será así de luminosa la ciudad de la tira Alma pirata (su proyecto, con Mariano Martínez y Luisana Lopilato), reflejando esos barrios “neutros” (el neutro la convence, le permite comercializar en Tel Aviv o en Europa del Este o negociar con el monopolio Televisa, a sus pies desde el éxito del Rebelde mexicano) en los que no ingresan la violencia o el realismo. Hasta el fantasma de Chiquititas –asegura– era como de cuento..., hasta la muerte del protagonista de Floricienta (Juan Gil Navarro, en 2005) admitiría una canción bailada como réquiem. ¿Hay fórmula? “Todo lo que sea artístico tiene que tener esa cosita, esa magia: un aspiracional pequeño para que las chicas miren y puedan decir: ‘Yo también querría ser una princesa’.Cris Morena, pura emocionalidad, recuerda la aparición de una idea como un rumor que le susurra al oído historias de heroínas pobres redimidas por un millonario, niños ricos aburridos de tanto bienestar (en Rebelde Way, al que recuerda cargado de ironía) y dice: “Shakespeare conmigo se hubiera llevado muy bien. Me lo imagino alegre, lleno de vida, describiendo lo que sentía, lo que vivía, ironizando sin buscar un reconocimiento especial sino sólo por el placer de escribir”. A ella no le va tan mal, aunque se la subestime más que a la novela clásica. ¿Por qué si hasta la Academia reivindica el poder dramático del culebrón a Cris Morena se la ningunea?
–Nunca nadie me pregunta cómo hago un éxito: Amor mío llevó tres años de investigación, trabajando con una psicóloga en base a los símbolos de los personajes de Romina y Damián (De Santo), revisando los iconos del imaginario popular en Floricienta... La cosa más profunda de Cenicienta tiene que ver con el abandono, la maldad, la discriminación, la falta de respeto, todo lo que ahora sucede.
–Pasando en limpio: empieza por un cuento popular revisitado...
–Para mí todo tiene que ver con una orfandad emocional que tengo; cuando escribí Un corazón con agujeritos estaba en mi peor momento personal y de ahí surge la mejor canción de mi vida, que cantan en todo el mundo. Pero no dije: ahora estoy mal, entonces voy a escribir este éxito. Una lo ve a Marcelo (Tinelli) y él es un club de barrio, un grupo de amigos, y si se pusiera a hacer otra cosa, no sé qué saldría.
–¿Y usted es como una nena?
–El día que no la tenga, bajo la cortina. Mantengo una capacidad de sorpresa impresionante, me detengo en un semáforo y veo pasar a una mamá con un chico y me empiezo a imaginar cómo se lleva con él, si lo quiere, si no lo quiere....
Si se trata de hablar bien de sí misma, dirá que Rebelde Way destilaba ironía sobre las clases altas. Parece ser que se ganó rencores que ni Truman después de Plegarias atendidas se hubiera imaginado, tirando dardos que acumulaba desde la infancia en un colegio paquete, acusándolos de doble discurso. “Yo detesto el doble mensaje; yo iba al mejor colegio, la pasaba mal y todos se decían amorosos y divinos y maltrataban a los que no eran como uno. Era una elite venida a menos, con la mirada puesta en Europa... y leyeron cinco libros.” En 2003 se le ocurrió incorporar al primer judío en tiras juveniles a pedido de su socio israelí, el empresario Yair Dori, y terminó de aceitar el imperio que empieza en Yucatán y termina en el Mar Muerto. Cris Morena, exportadora, se hace preguntas en voz alta: “¿Por qué creen que mis productos funcionan en países tan disímiles como México o Israel?”. Del Rebelde de México destaca la ironía, pero tiene sus reparos sobre la cuestión estética.... “Son más marqueros en el vestir –dice–, muy de Armani, y pueden usar botas de taco o taco con soquete. En Argentina nos tira más la feria.”