TELEVISION › ERNESTINA PAIS, A LA CABEZA DEL NUEVO TRíO DE CQC
La ex conductora de Mañanas informales vuelve a la TV desde el lunes en una nueva edición de Caiga quien caiga, junto a Juan Di Natale y Gonzalito Rodríguez. “Hay que pensar este trío como un trío con una horizontalidad propia”, señala.
› Por Emanuel Respighi
Tras doce temporadas manteniendo las mismas caras detrás del escritorio, Caiga quien caiga comienza el lunes (a las 23, por Telefé) una nueva etapa, con la que busca renovar un ciclo que hizo de la incorrección política su sello. Ya sin Mario Pergolini y Eduardo De la Puente al frente del periodístico humorístico, la decimotercera temporada no traerá únicamente el típico maquillaje estético y escenográfico de todo nuevo año, sino también –y ésa será su principal atracción– un nuevo trío de conductores. Sentada en la silla del medio, Ernestina Pais ocupará el lugar central del escritorio, escoltada a su derecha por Gonzalito Rodríguez y a su izquierda por Juan Di Natale, el único de los históricos que continuará al frente de CQC. Sin los compromisos ni el peso de los años que el formato necesita para no perder acidez, la flamante tríada de traje y lentes oscuros apuntará a renovar el exitoso formato desde la química y los códigos que construyan al aire. “Hay que pensar este trío como un trío. La horizontalidad es propia de este trío. En el anterior, Pergolini ocupaba un lugar muy importante porque era el dueño de la productora que hacía el programa, fue el primer conductor que se había sentado en el escritorio y es un personaje que vende. Nosotros empezamos de cero”, subraya Pais en la entrevista con Página/12.
La ex conductora de Mañanas informales logró lo que parecía imposible para la idiosincrasia de quienes durante más de una década llevaron adelante el programa más exitoso de Cuatro Cabezas: que una mujer forme parte del staff y, además, que ocupe el lugar central en el escritorio. Si hasta el mismo Pergolini declaró públicamente que él nunca hubiera elegido a una mujer para poner al frente de CQC. “No me parece que sea una agresión. Lo tomo como una humorada, como parte del show. Creo que es la salida que encontró ante la insistente pregunta de cuándo iban a incorporar a una mujer al programa”, desdramatiza quien alguna vez se la conoció como “la hermana de Federica” y hoy ya tiene nombre propio. Un lugar que se ganó tras varios años trabajando al lado del recordado Jorge Guinzburg en La biblia y el calefón, Vitamina G y Mañanas informales. Un maestro que a poco más de un año de su muerte sigue presente en cada comentario o reflexión que la conductora realice.
–¿CQC representa el desafío más grande a nivel profesional?
–Que yo haya elegido, sí. He tenido desafíos que involucraban lo personal y lo profesional, porque Mañanas informales vivió situaciones inéditas para la televisión. Pero no fueron cosas que yo haya elegido conscientemente ni tampoco situaciones que yo voluntariamente quería pasar. Estar en CQC es una decisión mía, con plena conciencia, disfrute y miedo por lo que vendrá.
–¿Cuando dice esas situaciones inéditas se refiere a la enfermedad de Jorge Guinzburg, su muerte y el regreso sin él?
–A todo. A conducir tres horas y media sola de golpe, que no estaba pensado ni para el mismo Jorge porque físicamente es muy desgastante y por eso se armó un equipo de personas numeroso. De golpe, yo me encontré con la enfermedad de Mario Mazzone (murió de cáncer durante el ciclo) y la de Jorge, que ese año –el anterior a que muriera– no vino al estudio por seis meses. Que es algo que, por lo general, no se cuenta porque se suponía que Jorge venía al aire, pero estuvo enfermo. Ponerme el programa al hombro fue todo un desafío, pero sucedió sin que yo lo hubiera decidido. Y en Mañanas informales, contrariamente a CQC, el conductor es el formato: al conductor le ponés las notas que más o menos sabés que van mejor con su perfil, el conductor genera las situaciones que en el momento y en el vivo considera que dan para más... y eso necesitaba una cantidad de personas al aire que, de repente, no estaban. El contexto había cambiado y a mí me tocó seguir al frente. Yo no lo hubiera decidido. Después, Jorge se murió y volvió Mañanas informales a semanas de la muerte, cosa que en los manuales de la televisión indicaban que había que levantar el programa. Tuve que llevar adelante un programa en una condición que nunca había sido testeada. El éxito de Mañanas informales fue la tranquilidad de haber piloteado dignamente ese año.
–¿Y cuándo fue que apareció la propuesta de CQC?
–A mitad del año pasado, y la verdad es que ahí sí, decidí, con todas mis facultades en orden, afrontar algo que era súper difícil y estaba buenísimo. Si bien conducir Caiga... no tiene un presente claro para mí, en todo caso es un proyecto nuevo, sin todo lo personal que tenía lo anterior. Hoy puedo disfrutar el nuevo desafío que me presenta CQC porque no tiene la carga emotiva que poseía Mañanas....
–A la distancia, esa conductora solista que tuvo que hacerse a los golpes y dadas las circunstancias, ¿cree que le permitió dar el salto sin cargarse de la presión de ser la única conductora de un magazine diario?
–Era la única manera que a mí me podían convencer de que condujera un magazine televisivo. Yo me siento muy cómoda en la radio. La tele para mí es un toco y me voy, o un lugar en el que cumplo un rol de acompañante, no de primera figura. Cuando en las entregas de premios me veo en el mismo rubro que Mirtha (Legrand) y Susana (Giménez) siempre pienso que se trata de un gran equívoco. No me desespera estar en la TV ni tener un proyecto televisivo. Sí me desespera no estar trabajando porque necesito trabajar, pero no necesariamente tiene que ser en la TV, ni tampoco es la primera opción. De hecho, yo no busqué hacer Mañanas... Fue Jorge el que me propuso estar. Como hacíamos Vitamina G a la tarde, en Mitre, un día me dijo si quería hacer tele con él porque estaba buscando a una mujer “que sea como Ernestina”, no la encontraba y yo estaba al lado de él. Me dijo que con el programa iba a aprender todo lo que tenía que saber de la conducción porque me iba a exponer a situaciones límite. Con Mañanas... viví el éxito de formar parte de un programa popular. Si no se hubiera dado ese contexto, nunca lo hubiera hecho.
–¿Pero no es un mecanismo de defensa suyo no hacerse cargo del lugar que ocupa en la TV como conductora después de cuatro temporadas de Mañanas... y ahora tener la posibilidad de ser la primera mujer de estar al frente de CQC, uno de los ciclos más antiguos de la TV?
–Puede ser. Lo que yo valoro, y creo que los productores o programadores comprenden de mí, es trabajar con gente que tenga la misma mirada que la mía. No darle a la gente cualquier cosa. Caiga quien caiga es un programa que, al igual que Mañanas..., considera al televidente una persona con posibilidades de elección y con cierto grado de discernimiento como para no poder darle “cualquier cosa”. O por lo menos ése es el público que tiene en el horizonte: un público que cuestione, que pueda analizar y que no esté esperando la papilla ya procesada. Ese es el respeto con el que trabajan. En ese sentido, tanto Mañanas... como CQC coinciden. En la mecánica, todo lo contrario: mientras uno tiene que llenar aire a diario, el otro es una hora de contenido puro que se prepara durante una semana. Son mecánicas completamente diferentes. Pero con el tipo de cabeza con la que se piensa el programa yo coincido plenamente.
–Además de compartir conceptos de cómo ambos programas ven al público, también conjugan una manera similar de abordar la realidad.
–En cuanto al formato no: mientras Mañanas... era piso puro, CQC es calle pura. Del vení acá y contame algo ahora paso al aquí y ahora. Estoy en pleno proceso de adaptación. Tanto la forma como el contenido necesitan de una familiarización: paso de recorrer un gran estudio a sentarme detrás de un escritorio, de hablar con todo el cuerpo a hacerlo sólo con la cintura para arriba, de tener cinco cámaras a hablarle sólo a una. Todo cambia. Eso sí: la procesadora por donde pasaba la información para sacar una conclusión es similar; hay un parentesco.
–¿Fue ese parentesco el que la llevó a aceptar la propuesta de CQC?
–CQC es un formato que a mí me encanta. Siempre vi el programa y además tengo una relación lejana: a mí me tocó empezar a ser movilera de La biblia y el calefón cuando CQC estaba en el mismo canal, en América, por lo que muchas veces nos cruzábamos o coincidíamos en situaciones. Es un programa que construyó su público y mantuvo una línea a lo largo de sus 12 años. Uno puede equivocarse, hacer un furcio, pero el formato te permite reírte de eso y seguir adelante. No es un programa que intenta ser docente de nadie. Es un programa que te trata como un ser analítico. Lo elegí porque después de cuatro años de Mañanas..., de un proyecto que había seguido con Jorge y tras un año de homenaje, yo sentía que había hecho lo que tenía que hacer y que ya estaba. Me hubiera ido sin Caiga... o con Caiga... Tenía que pasar, aunque con todo el deseo de que Mañanas... siguiera. Pero físicamente y psíquicamente es un programa que tiene un límite, si lo que se quiere es no mentirle a la gente. Yo no entiendo cómo puede haber gente que tiene un nivel de exigencia así durante años. Yo necesito parar, necesito meter cosas en mi cabeza y en mi alma para poder seguir disfrutando. Y en lo personal, el cimbronazo fue muy fuerte. Algo que todo el mundo vive en privado, como es un duelo, yo lo viví en público todo el tiempo. Ya no soy la misma persona que cuando comencé Mañanas..., había crecido en ese tiempo y necesitaba probar otras cosas. Me resultó natural la salida de Mañanas... y la llegada a CQC.
–¿Qué piensa que puede aportarle a un programa ya consolidado como CQC?
–Seguramente una mirada femenina que el ciclo no tenía. Desde el punto de vista profesional, muchos años de trabajar con el humor y la actualidad me dan herramientas para poder potenciar todas las cosas que tiene el formato. Estoy enamorada de este momento; estoy como nene con juguete nuevo. En esta nueva etapa se busca una empatía entre los tres, para que todo sirva al engranaje CQC. Trato de trabajar otros registros, porque hay otros matices. Pero siempre lo trabajo desde el yo. No tengo otro material de trabajo que lo que tengo adentro mío.
–Resulta una rareza que una mujer se incorpore a un ciclo que, desde algunos sectores, se tildó de misógino... ¿Va a poder imprimirle una impronta femenina?
–Sí, es un ciclo misógino: a mí me ponen cosas en el trago... (risas). Cuando el tema lo requiera, la mirada femenina aflorará. No voy a imponer una mirada femenina a la fuerza. Además, yo soy remachista: ¡quiero mujeres en el staff!
–Pero usted sabe que provoca una mayor identificación del público masculino...
–Yo no tengo esa paquetería femenina que suele ser criticada. De todas maneras, no creo que todas las mujeres seamos iguales. No todas las mujeres se preocupan sólo por la estética. Pero me preocupa igual estar linda. Hay muchos estereotipos de mujer.
–La televisión no suele mostrar más de dos o tres...
–Pero lo mismo pasa con los hombres: en general el conductor televisivo es el canchero. Yo no veo muchos conductores que se animen al ridículo. Pero es cierto que la TV cosifica más que otro medio. A mí me han dicho que me mire cómo me siento. Y yo me negaba a hacerlo porque para lograr una buena entrevista la actitud con el entrevistado es fundamental: yo no voy a estar mirando si me queda mejor o peor cruzarme de piernas si la nota está buena. Me preocupa más el contenido que la estética femenina, en ese sentido. No me parece que haya un solo tipo de mujer. Que la tele tienda a un solo tipo de mujer, puede ser.
–En el caso de las conductoras, por lo general son partenaires estéticos de hombres...
–Sí, claro. De hecho, era ése el lugar que pretendían para mi rol en Mañanas... Fue Jorge el que peleó por meterme a mí y no a otro tipo de mujer. Fue él el que aclaró que necesitaba tener al lado a una mina que maneje determinados códigos. Pero no estoy tan corrida del rol femenino: soy mamá, tengo un matrimonio desde hace más de 10 años, tengo dos perros... Si me miran bien, soy bastante tradicional. Lo único que me diferencia de la mujer tradicional es que vivo riéndome de todas mis penurias. Si engordé, lo digo; si me gusta un hombre, lo expreso. No me avergüenzo de lo que me tocó, de ser mujer. No estoy tan corrida de lo que es una mujer.
–¿Cree que esa manera de ver el mundo la ayudó a llegar a CQC?
–Probablemente. Pero porque vieron en mí a una persona, no importa si hombre o mujer, que podía cubrir el laburo. Y buscar a una mujer seguramente le aportaba a esta nueva etapa una significación distinta y diferencial, era una vuelta de tuerca que le venía bárbaro al programa. La condición de género sumaba en este caso porque claramente venían de un ciclo conducido por tres hombres que, más en broma que otra cosa, decían que nunca iba a entrar a CQC una mujer.
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