Lunes, 3 de agosto de 2009 | Hoy
TELEVISION › LA TRAVESíA DE ESTUDIO PAíS Y LAS HISTORIAS ENCONTRADAS EN LA PATAGONIA
Desde Bariloche hasta Jacobacci, el recorrido deja tras de sí anécdotas y recuerdos de personajes entrañables. Juan Alberto Badía dejó la conducción de Estudio País para dedicarse a viajar por la Argentina en busca de historias cotidianas, sin efectismos ni golpes bajos.
Por Oscar Ranzani
Desde Bariloche y Jacobacci
Como es de esperar, el frío se siente en el sur. Sin embargo, el paisaje de ensoñación que ofrece Bariloche permite desprenderse de la gelidez del ambiente y reemplazarla, al menos mentalmente, por una temperatura agradable para el alma: semejante vista de la ciudad que por estos días comienza a recibir nuevamente a los contingentes estudiantiles es genuinamente maravillosa. La estación del Tren Patagónico reúne al equipo de Estudio País con el objetivo de iniciar una travesía hasta el pueblo de Jacobacci, situado a 200 kilómetros de Bariloche. En la estación está Juan Alberto Badía, quien hace unos meses dejó la conducción de Estudio País (lunes a viernes a las 14 por Canal 7) en manos de Maby Wells y Martín Jáuregui, para dedicarse a recorrer el país en busca de momentos que lo atrapen y que, por decantación, también atraigan a los televidentes. Badía va en busca de historias de vida, de relatos cotidianos en los lugares que frecuenta, con el objetivo de conocer el interior profundo con una mirada distanciada del marketing turístico. Tiene para ofrecer una calidez bastante difícil de encontrar en el mundillo televisivo. Todo lo registrado en estos sitios podrá verse a partir del jueves en Estudio País en distintos informes especiales.
El ferrocarril llegó a Bariloche en 1934. Desde entonces, funcionaba el Tren Roca que unía el sur con Buenos Aires. En 1993, en plena era privatizadora del gobierno menemista, el tren dejó de unir a Bariloche con Buenos Aires. Muchos recordarán la frase “ramal que para, ramal que cierra”. Lo cierto es que los hechos trascendieron a esa maldita idea y no sólo se clausuraron los ramales donde había huelgas. Una vez cerrado Ferrocarriles Argentinos, la provincia de Río Negro se hizo cargo del tren que une Viedma con San Carlos de Bariloche. “Estamos operando desde hace dieciséis años con servicio de pasajeros y algo de carga también”, cuenta Jorge Romera, jefe de la Estación Bariloche. Actualmente, el Tren Patagónico tiene una sola frecuencia semanal: sale los viernes a las 8 desde Viedma y los domingos a las 18 desde San Carlos de Bariloche. Al Tren Patagónico que sale de Bariloche suben Badía y su equipo para conocer historias de vida dentro del mismo.
“Es importantísimo para toda la gente de la Línea Sur. Sacando las ciudades cabecera Bariloche y Viedma, todo el resto de las estaciones dependen, de cierta manera, del ferrocarril. Hay otros medios de transporte, pero el ferrocarril siempre tiene un precio más accesible y la gente puede transportar cosas a otro costo. Cumple un rol social muy importante”, afirma Romera, quien agrega que en temporada alta llegan a transportar entre 450 y 500 pasajeros por cada servicio. Y el mínimo son entre 100 y 120 pasajeros. Badía quiere conocer en profundidad qué significa ser jefe de estación y Romera lo explica con lujo de detalles, como así también las dificultades que pueden presentarse. El tren que tarda siete horas en llegar a Viedma es humilde, pero confortable: tiene un vagón-restaurante y un vagón-cine que no tiene nada que envidiarles a las salas convencionales de Buenos Aires, con cómodas butacas y cortinados marrones: allí hay funciones tanto para chicos como para adultos y se proyectan Up, Esperando la carroza 2 y Gran Torino.
Después de hacer una nota con el guarda (a quien Badía le pregunta si el ferrocarril en la Argentina tiene revancha, y el guarda tiene la esperanza intacta), el enviado de Estudio País desea conocer al maquinista y se queda asombrado por la historia. Se llama Miguel Angel Ramírez y es conductor de locomotoras desde 1984, es decir desde la época de Ferrocarriles Argentinos. “Miguel tiene padre maquinista y abuelo mecánico de locomotoras. Ahora tiene al hijo que es su ayudante, fogonero en este viaje. Su otro hijo, más chiquito, ama los trenes”, cuenta Badía. ¿Es una profesión que se hereda? El locutor cree que “es un amor que se transmite. A veces, los hijos por rebeldes no quieren ser lo que son los padres, pero parece que los ferroviarios te entregan mucho amor”, analiza después de conocer esta historia de vida.
Después de cinco horas de recorrido, el Tren Patagónico llega a Jacobacci, un pueblo que nació hace 93 años, tiene 10 mil habitantes, y cuya historia surge precisamente a partir de la llegada del ferrocarril. La idea de Estudio País es conocer los viejos talleres. Previamente hay una historia por contar. “Todos los pueblos que están a la vera de la vía del ferrocarril nacieron por la llegada de los rieles”, recuerda el intendente de Jacobacci, Carlos Toro, un hombre con mucho conocimiento de su lugar de pertenencia y también muy sociable a la hora de guitarrear y cantar el tema que le pidan, producto, seguramente, de muchas noches de peñas. Cuando Jacobacci se transformó en un centro de comercialización, el tren permitía que los productos llegaran al Puerto de Buenos Aires. La trocha funcionaba desde Esquel hasta Jacobacci, pueblo que le debe su nombre al ingeniero que diseñó los rieles. “El ferrocarril siempre fue el motor que mantuvo viva a la comunidad por muchos años y a los pequeños productores que fueron desarrollando sus tareas y creciendo”, relata Toro. La economía básica de Jacobacci es la ganadería y, en menor medida, la minería de tercera categoría, es decir, una minería no metalífera. Todos cuentan que cuando dejó de circular el Tren Roca fue un golpe muy duro y quedaron cuatrocientos ferroviarios sin trabajo.
Badía decide conocer la historia de los talleres de La Trochita, un tren histórico que circulaba por rieles angostos (de ahí su nombre) y que tuvo desde su origen una función social. Hasta 1992. Hoy, La Trochita se utiliza para esporádicos viajes charter cuando hay determinada demanda de turismo. Los turistas extranjeros pagan fortunas por un charter en La Trochita. Cuentan que la mayoría de los que solicitan el servicio son ingleses que vienen a recordar, porque estas máquinas fueron traídas precisamente de Gran Bretaña hace cien años. En los talleres hay locomotoras de 1817. Actualmente, La Trochita cumple un servicio charter a Cerro Mesa y a Ojos de Agua.
En los talleres, Badía se encuentra con José Bobadilla, un hombre de 78 años, mecánico de locomotoras desde 1958. “Esta máquina es de 1922 y yo la arreglaba. Es alemana. La otra es inglesa”, señala Bobadilla. Badía quiere saber cuándo fue la última vez que funcionó y Bobadilla relata la historia de cuando se puso en funcionamiento por el Rally Dakar que pasó por Jacobacci. La otra locomotora que hay en el taller no funciona desde 1996. Badía le pregunta si la gente que vino por el Dakar se entusiasmaba con el tren, y el ferroviario, un poco parco, asiente. El creador de Imagen de radio pide que le explique cómo se pone a funcionar semejante máquina. “Para que se mueva hay que prenderla primero a leña y hay que esperar a que tenga vapor, para después poder pasarla a combustible. Esto puede durar entre dos y tres horas. Una vez que tiene vapor se puede pasar a combustible y con 4 mil litros puede hacer 200 kilómetros”, relata Bobadilla, quien comenta que estuvo jubilado de 1992 a 2002 y que lo contratan periódicamente para que realice mantenimiento. Pero después se vuelve a quedar sin trabajo.
El equipo de Estudio País decide recorrer el Museo naturalístico, antropológico y paleontológico Jorge Gerhold, fundado en 1949. Está compuesto por cinco salas donde puede conocerse la historia de Jacobacci, un sector muy importante dedicado a piezas paleontológicas y otras dos salas donde se concentran elementos y herramientas de los pueblos originarios. ¿La perla del museo? Un huevo de dinosaurio encontrado en Jacobacci.
Por camino de tierra, el móvil de Estudio País llega a la estancia Los Sauces, propiedad de Oscar García. La estancia tiene 4 mil hectáreas y se dedica a la cría de ovejas. Pero tiene unos condimentos interesantes como un museo con elementos encontrados de los indígenas, tales como boleadoras y flechas de hace miles de años. Para el viajero, la estancia también ofrece unos cañadones donde hay pinturas rupestres hechas por pueblos originarios. El Negro García le dice a Badía que estas pinturas “tienen cuatro colores, algo difícil de encontrar. Generalmente son de un solo color: ocre. Y acá, además de ocre, se encontraron pinturas rojas, amarillas y azuladas-verdosas”, comenta quien tiene una historia de vida que atrapa a Badía. Es que su estancia Los Sauces era propiedad también de Doña Carmen, la dueña de la estancia Yuquiche que se encuentra a unos 50 kilómetros, cuyo mayor atractivo es la cueva de un milodonte.
Badía se muestra sorprendido por la historia del Negro Díaz: “La dueña de todo (las estancias Yuquiche y Los Sauces) era Carmen, que es la madrastra de Oscar Díaz. El papá de él, casado con Carmen, vivía en Jacobacci. Carmen prácticamente no iba al campo. Carmen y el padre de Oscar Díaz tuvieron una hija. El Negro Díaz nació en la estancia Yuquiche, hijo de un ama de llaves. Nunca durante su vida este hombre le dio su apellido a Oscar, ni aceptó que era su hijo. Cuando este hombre murió, todo quedaba para Carmen y su hija. Y Oscar se hizo un ADN, demostró ser hijo legítimo del que había fallecido y, entonces, logró el 50 por ciento. Es por eso que consigue la Estancia Los Sauces, que es donde nosotros lo conocimos. Esta situación había generado en la familia una gran ruptura. Sin embargo, hoy el Negro Díaz habla de Carmen como su madrastra y acepta también a la otra familia”, narra Badía a Página/12, conmovido por la historia que conoció y que, precisamente, es lo que vino a buscar para Estudio País: una, dos, tres y tantas historias de vida que hacen de la Argentina un lugar del que todavía queda mucho por contar.
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