Lun 05.10.2009
espectaculos

TELEVISION › LALO MIR Y EL ESTRENO DEL PROGRAMA ENCUENTRO EN EL ESTUDIO

“Los músicos saben que aquí no vienen a hablar giladas”

En el ciclo que conducirá por Canal Encuentro, artistas como Fito Páez, Rubén Juárez, Liliana Herrero y Adriana Varela, entre otros, muestran su oficio y cuentan anécdotas, en una charla relajada. “Es una clase televisada de maestros de música”, dice Lalo.

› Por Emanuel Respighi

Puede pensarse que se trata de un mágico juego de elementos químicos que se juntaron para conformar una propuesta única, tal vez irrepetible. Por un lado, músicos argentinos como Fito Páez, Rubén Juárez, Liliana Herrero, Adriana Varela, Divididos, Alejandro Lerner, Fabiana Cantilo, Peteco Carabajal y Raúl Barboza, entre otros, se animan a mostrar su oficio y contar anécdotas, en una charla íntima sobre su arte y su vida. Por otro, el mítico estudio Ion, ese lugar célebre que vio nacer y transitar a buena parte de la música nacional de las últimas seis décadas, que abre sus puertas para que los artistas se reencuentren con Jorge “Portugués” Da Silva, el ingeniero de sonido más longevo del país. En el medio de ellos, un anfitrión de lujo y que se cansó de presentar en la radio temas de cada uno: Lalo Mir. El último ingrediente de la fórmula es que detrás de todos ellos está uno de los equipos de producción de Canal Encuentro, la señal perteneciente al Ministerio de Educación que supo hacer contenidos culturales y educativos con sentido televisivo. ¿El resultado? Encuentro en el Estudio, un ciclo que se propone quebrar la frialdad televisiva para darle espacio a la fibra emotiva de la música y sus artesanos. El programa se estrena hoy, a las 22, con el rosarigasino Fito Páez haciendo de las suyas en el estudio (repite mañana a las 17, miércoles a las 9.30 y sábado a las 21).

En un clima intimista potenciado por el lugar en el que se graba el programa, el estilo campechano de Mir y la predisposición de los músicos, se combina el anecdotario con aquellas canciones que marcaron carreras artísticas. El estudio conserva su revestimiento de madera y los viejos e inigualables micrófonos Neuman. Alejada de la falsa pretensión de conocer al músico en su intimidad a partir de mostrar el backstage de conciertos o preguntarle sobre su cotidianidad, Encuentro en el Estudio busca desde la charla distendida –pero no coloquial– profundizar en el complejo oficio de dialogar con el mundo a través de estrofas y acordes. “No es un programa de televisión, es otra cosa”, piensa en voz alta el conductor en la entrevista con Página/12. “Es un videoclip, una película en la que incluimos absolutamente todo lo que sucede desde que se traen los instrumentos hasta que el artista se retira”, comenta el locutor, entusiasmado como pocas veces se lo vio.

Las imágenes que refleja el trailer con algunos fragmentos de los distintos episodios del programa no dejan lugar a dudas. Más que un ciclo de música se trata de un programa cuya materia prima es la fibra emotiva. Los músicos no entran a un estudio o un programa: ingresan a un viaje hacia el pasado, hacia sus raíces, hacia el aspecto más primitivo y genuino de su oficio. En tiempos en los que los músicos sólo suelen salir del ostracismo ante el lanzamiento de un nuevo disco o en vísperas de un concierto, con un mero sentido utilitario, Encuentro en el Estudio viene a brindar un espacio para que los artistas puedan reflexionar pausada y profundamente sobre su trabajo. Y ellos, sin compromisos, se muestran relajados como pocas veces. Incluso, en maratónicas jornadas de siete horas, tiempo que duró la que Lalo grabó con Divididos.

La presencia de Lalo, en el rol de entrevistador-anfitrión, tiene que mucho que ver. “Los proyectos –dice el locutor– nunca los veo de entrada. Me cuesta entusiasmarme desde un comienzo. Los voy estudiando y delineando, probando. En Encuentro... encontramos al programa recién cuando ingresamos al estudio, nos dimos cuenta de que hablar del oficio entusiasma a los músicos: saben que no vienen a hablar giladas”.

–¿Por qué recién encontró el tono del programa el día que grabaron el primer episodio?

–Todas las ideas con las que tuve amor instantáneo, después no se plasmaron como las imaginaba. La desilusión fue grande. De todas maneras, la propuesta me gustó porque se trata de un programa con músicos, en un estudio, y que se graba a través de consolas de sonido. Esos condimentos me encantaban. Pero la pregunta era qué iba a tener de distinto, de especial. Descubrirles el alma a las cosas lleva su tiempo. Cuando hicimos las primeras pruebas empezamos a entender de qué se trataba. Pero cuando grabamos el primer programa descubrimos la verdadera esencia, que tenía que ver con los sentimientos que surgían en el momento que pasábamos con los músicos. Era mucho más profundo. Las pequeñas pautas que nos habíamos propuesto se vieron satisfechas y multiplicadas. Algo muy placentero.

–Se han hecho infinidad de programas de entrevistas a músicos a lo largo de la historia televisiva. ¿Cuál es el aspecto distintivo de éste?

–Se han hecho millones de programas con entrevistas a músicos. Hay que buscar un guión, una columna vertebral que lo haga interesante. Y teníamos la premisa de que el ciclo debía tener una dosis importante de clase didáctica: debía ser una clase televisada de los maestros de la música. El programa es el autor que saca de la botella maestra los néctares. Pero no queríamos que fuese una clase, sino que el maestro surgiera sin quererlo, desde la charla relajada. Esa es una de las puntas del programa.

–La otra debe ser que el escenario sea nada menos que la sala del estudio Ion.

–Por supuesto. Ion es la historia de la grabación independiente de la Argentina: todos los artistas argentinos grabaron alguna vez en ese estudio. Cuando en los ’50 surge Ion, los músicos de la época que no tenían acuerdos con la RCA, la EMI y la CBS iban necesariamente a grabar allí. Era El estudio independiente de Buenos Aires. Cuando uno entra a Ion, están las fotos y los nombres de todos los que grabaron y en esas marquesinas está condensada la historia de la música nacional. Además, es el único estudio que queda en Buenos Aires al viejo estilo. Es de madera, suena a madera, el piano te parte la cabeza, la guitarra suena amplificada sin micrófono... El sonido natural de los instrumentos es diferente. Además de la mística del lugar, los instrumentos suenan allí con la acústica inigualable y natural de la madera. Los micrófonos son Neuman, Valvulares, Telefunken: microfonía que se ve pero que casi ya no se usa. Y, además, es un estudio análogo: se graba en digital porque es más barato, pero la máquina de grabar en cintas de multicanales está lista para usarse. Claro, pocos lo hacen: cada rollo cuesta como 900 mangos. El proceso análogo funciona tan bien, suena tan distinto, que uno quiere mandar a la mierda al Mp3.

–Otro ingrediente que debe ayudar al clima del programa es que el portugués Da Silva es quien está detrás de la consola de sonido. Alguien que sabe un poquito del tema...

–Es el tipo que está presente en todos los créditos de todos los discos de vinilo que se grabaron en Ion. Todos los músicos lo conocen y el reencuentro con Da Silva es casi un segmento especial del ciclo. Es un momento en que aparecen las anécdotas, las historias, los recuerdos. El programa, inmerso en Ion, es como un club. La emoción aflora sola: no hay que llamarla ni buscarla. Los músicos entran y se predisponen de una manera diferente a la de cualquier otro lugar. Nunca en la TV se vio a los músicos así desnudos, mostrando su oficio con tanta profundidad y sencillez como en este programa. Grabado en alta definición, a cuatro cámaras y con el sonido procesado por la consola de Ion, se trata de un producto coleccionable. Nunca se hizo algo así.

–El problema de hacer ciclos televisivos sobre música es que la TV no suele ser el medio más adecuado para transmitir emociones que el público siente escuchando un disco o participando de un concierto.

–Siempre que va la música a la TV nunca hay tiempo para probar sonido, por lo que termina sonando más o menos, no se escuchan los instrumentos. En la TV nunca hay tiempo para el arte. Encuentro... es todo lo contrario. Cada capítulo es un DVD de calidad, lleno de anécdotas e historias, errores y pruebas de sonido, improvisaciones y temas míticos de cada artista. La emocionalidad de cada programa es diferente con cada músico. Estamos emocionados todo el tiempo. Es como que cada músico está tocando para mí y yo soy el medio, el filtro, que lo transmite a través de la TV a la gente.

–Más allá de los aspectos técnicos, ¿qué aspectos desconocidos de los músicos se van a ver a través del programa?

–Salen cosas de los músicos a las que no estamos habituados. Escuchar a Adriana Varela cantar una canción en italiano como si fuera Mina es impresionante; verlo a Juárez hablando conmigo mientras hace las diferencias rítmicas en el bandoneón de un D’Arienzo o un Troilo es espeluznante; tenerlo a Fito metido adentro del piano y tocando las cuerdas casi como si fuera un arpa es una experiencia única; o a Lerner cantando Los Beatles... En el programa afloran los sentimientos y con ellos las locuras.

–Actualmente conduce Encuentro en el Estudio y La vida es arte, dos propuestas alejadas del entretenimiento más llano. ¿Se trata de dos ciclos culturales que le sirvieron para reconciliarse con la TV?

–Son dos programas que me hicieron reconciliar con la tele. Encontré en esta suerte de propuestas culturales, por llamarlas de alguna manera, un lugar en el cual hallarme en un medio que no me es natural. Me había divertido la experiencia con Dolina, o con Castelo en el último año de La noticia rebelde, pero fueron de corta duración. La de Rock & Pop TV también fue divertida porque era una locura: lo producían Daniel Grinbank y Dios, porque nadie sabía qué había que hacer. Tengo buenos recuerdos de Las patas de la mentira o de Planeta caníbal. Pero ahora, con estos dos programas, me siento realmente como pez en el agua.

–¿Pero este momento en la pantalla chica responde a que encontró las propuestas televisivas que le interesan o a una madurez personal?

–Siempre fui un tipo de radio y la televisión me resultó muy complicada. Hay mucha gente dando vuelta alrededor de uno, no te podés correr porque no hay luz, no podés saltar porque salís de cámara, si te salís del guión nadie sabe qué hacer... La radio, en eso, es mucho más libre. En la madurez encontré qué hacer en televisión, que es la televisión cultural. No sé si volvería a hacer TV de entretenimientos, a no ser que sea un buen proyecto. En la radio hago que la gente se cague de risa y la pase bien, trabajo lo crudo y lo hago más irónico. Haciendo TV cultural siento que estoy desarrollando aristas o cosas que me gusta mostrar.

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