Sábado, 27 de noviembre de 2010 | Hoy
TELEVISION › RODRIGO DE LA SERNA Y CONTRA LAS CUERDAS
El actor destaca al elenco que llevará adelante la ficción y celebra no tener que lidiar con las presiones del rating.
Por Emanuel Respighi
Entrevistar por estos días a Rodrigo de la Serna no es tarea sencilla. Y no se trata de mala predisposición, sino de una cuestión de agenda. Es que el actor se encuentra abocado full time a la grabación de Contra las cuerdas, la nueva ficción que desde la semana próxima (se emitirá los martes, miércoles y jueves a las 22.30) lo tendrá como protagonista en la pantalla de Canal 7, junto a un elenco integrado por Roberto Carna-ghi, Maxi Ghione, Soledad Fandiño y Mimí Ardú, entre otros actores. La ficción, que contará la historia de dos hermanos enfrentados por una mujer, con el conurbano profundo como contexto no azaroso, le demanda agotadoras jornadas de grabación, que a días del estreno de la miniserie de 60 capítulos producida por On TV le exigen “meter” alrededor de 18 escenas diarias. En ese panorama, y en el bache que le deja la grabación de cada toma, el actor acepta charlar con Página/12 sobre el programa que intentará, desde la ficción, contar que en el conurbano pasan otras cosas además de los problemas de seguridad que algunos noticieros y programas periodísticos se encargan de machacar a diario. Pasa lo bueno y lo malo de la vida. Ni más ni menos. Como en cualquier otro lugar.
La magia de la TV hace que, por unos meses, una parte del conurbano se traslade al corazón de Palermo Hollywood. La escenografía de Contra las cuerdas montada en los estudios de Endemol permite esa disociación espacial. Allí, un taller mecánico a la calle le cede paso a un gimnasio de boxeo que en estética y confort podría ser cualquiera de los tantos que inundan los barrios bonaerenses. En ese mundo de fantasía, al que sólo las cámaras y las luces cargan de artificialidad, el cronista camina por el laberíntico set formado por cada uno de los decorados de interior de la miniserie en busca de un De la Serna al que se lo oye, pero no se lo ve. Hasta que se lo encuentra en uno de los decorados, repasando el libreto. Sin perder tiempo, comienza la entrevista.
“Contra las cuerdas no llega a ser una novela hecha y derecha, porque hay ingredientes que no lo permiten. Más bien es una miniserie de 60 capítulos que tiene un tratamiento bastante cinematográfico, particularmente por la fotografía y la estética. Tiene un elenco maravilloso, en el que se combinan actores con experiencia televisiva y otros de una trayectoria más teatral, lo que enriquece las interpretaciones y la calidad del programa”, dispara el actor, que en el programa interpreta a Ezequiel, un boxeador amateur que huye de su Entre Ríos natal por un problema de apuestas, para rearmar su vida en el conurbano en busca de un hermano (Ghione), su único conocido en ese mundo desconocido y distante, pero al que no ve hace años. Allí no sólo conocerá otra realidad, sino también a Ana (Fandiño), de quien se enamorará... al igual que su hermano.
–Así contado parece una novela más, pero Contra las cuerdas tendrá un fuerte anclaje en la realidad, que trasciende la historia de amor. ¿El programa va a contar una historia oscura, densa?
–No va a ser una miniserie oscura, ni tampoco demasiado densa. No sé qué estética le van a terminar imprimiendo al programa, me imagino que el programa no será ni estética ni temáticamente sórdido ni oscuro. Contra las cuerdas no va a ser la versión del nuevo siglo de Okupas. El folklore alrededor del boxeo está muy bien tratado, hay una crudeza propia de este deporte que estará muy bien retratada. Si bien las historias transcurren entre personas de clase media y no serán color de rosa como pasa en otras ficciones, el programa no va a hacer foco en la marginalidad del conurbano como eje temático.
–¿Pero acuerda que el programa es un disparador para reflejar ese mundo alejado de la mirada porteñocéntrica mediática que se tiene del conurbano?
–Los protagonistas son entrerrianos y el puerto está muy lejos, como mínimo a 30 kilómetros. Pero la ficción no dice de qué barrio son: el acento no está puesto en retratar un barrio particular del conurbano, sino las idiosincrasias de algunas personas. Los protagonistas de Contra las cuerdas podrían vivir en Capital, Córdoba o Buenos Aires. Elegimos contar la vida de ciertas personas desde lo humano, no desde la locación geográfica en la que viven. No creo que ningún lugar de nacimiento o residencia determine el camino de una persona.
–El tema es que el proyecto original tenía una idea muy definida desde su título, que iba a ser Conurbano.
–Lamentablemente, después de muchas décadas de desastres económicos, desindustrialización y generaciones enteras que no pudieron insertarse en el mercado laboral, hay una Argentina en proceso de recomposición pero aún sufriendo las consecuencias. Contra las cuerdas no criminalizará la pobreza ni el conurbano como otros programas lo hacen semanalmente. En la trama va a haber situaciones de marginalidad, pero no están exacerbadas como en Policías en acción u otros ciclos periodísticos.
–La marginalidad no es potestad de una provincia. El tema es la elección de qué mostrar, o desde qué punto de vista hacerlo.
–En Contra las cuerdas el acento está puesto en las relaciones humanas. No es una película, es una novela. Pero hay mucho realismo en el tratamiento. Ni siquiera pretendemos plasmar una mirada positiva en el ser bonaerense. Contamos historias de vida de gente que vive en un determinado contexto social, cultural y económico. No vamos a hacer un alegato político, es una novela.
–Sin embargo, la ficción parecería ser una respuesta a cierta estigmatización del conurbano.
–Eso tendrán que responderlo los televidentes. Lo interesante del proyecto es que plantea desde la propuesta un equilibrio entre la construcción mediática y lo que sucede en al realidad. No todo es oscuro, no todo es marginal, no todo es choreo, no todo es delincuencia. Creo que con respecto al conurbano hay una psicosis muy fomentada por los medios de comunicación. No digo que no haya delincuencia, pero de la misma manera que la hay en otros lugares del mundo y del país. Yo no vivo en Capital Federal. Es más: me fui de la Capital para vivir más tranquilo. La gente está muy paranoica. Es una pena. Los medios tuvieron mucho que ver con la idea generalizada que ciertos sectores tienen del conurbano y del país en general.
–¿Y el programa entra en ese debate?
–Al estar en Canal 7, al ser un programa que habla del conurbano, las orejas y los ojos de algunos van a estar esperando que Contra las cuerdas sea un manifiesto político. Y no lo es, de ninguna manera. Es una ficción que cuenta una historia de ficción, con un fuerte apego a la realidad. Darle la posibilidad al público de ver una ficción no es poco en la tele actual. Hoy, con los fenómenos de Tinelli y de Gran Hermano revoloteando, hacer ficción es una apuesta quijotesca a la que...
“¡Rodrigooooooo!” El grito de una productora desde algún lugar del estudio interrumpe la entrevista. “Creo que me llaman para laburar”, acota De la Serna. “¿Qué pasa?”, pregunta a los gritos, a un sujeto tácito. “A grabar”, le responde esa voz que sale de algún lado. “Seguimos después, ¿me bancás?”, pregunta y, sin mediar respuesta alguna, sale corriendo a escena.
Luego de un ensayo y dos tomas, la escena en la que los hermanos casi se van a las manos queda resuelta. Apenas el director Alejandro Maci les da el OK a los actores, De la Serna retoma la entrevista. Esta vez, sin embargo, la charla le cede paso a una sesión fotográfica preparada para resolver en tiempo record. “Mmmmmhhh, esa foto ya me la hicieron”, le cuenta al fotógrafo el actor, al que la falta de tiempo no le quita predisposición ni profesionalismo. El fotógrafo acciona los planes B y C justo a tiempo. “Rodrigooo”, se escucha gritar a un productor. Y en los escasos 30 pasos que separan al ring –estudio fotográfico del lugar de la próxima toma–, el actor ya está preparado para retomar al juego de la ficción. Rodrigo ya es Ezequiel, su alter ego por los próximos meses.
“Bien: hecha. Paramos a comer: retomamos a las 2 y cuarto.” La voz del productor marca el fin de media jornada de grabación y el comienzo de otra etapa de la entrevista. La charla se pasea un par de cuadras por las calles empedradas que aún Macri no levantó por la zona, para culminar en una de las pocas cantinas de barrio que la ola palermitana todavía no arrasó. Mientras se aguarda por el bife de chorizo con ensalada pedido por De la Serna, se vuelve a encender el grabador. No hay tiempo que perder.
–Me preocupa tan poco el tema del rating que ni siquiera sé contra quién supuestamente vamos a competir. Si ShowMatch está enfrente, se trata de dos propuestas de franjas de público muy diferentes. Habrá gente que preferirá ver a Tinelli, que es un programa que tiene un magnetismo tremendo, producto del patetismo y el morbo que se muestra. Además, no es fácil zafar de ver eso, sin saber uno bien por qué. Por suerte en Canal 7 el rating no es una presión.
–¿Y esa particularidad del canal estatal condiciona para bien o para mal el trabajo actoral, el compromiso?
–Condiciona positivamente, porque te relaja y hace que te concentres únicamente en el trabajo actoral, como debería ser. He visto muchos programas que empiezan de una manera y que como el rating no funciona inventan historias y las degeneran sin sentido. En este caso, eso no va a pasar. Y eso es más respetuoso para los profesionales que hacemos el programa, como para el público que destina una hora diaria de su vida a seguir una historia. Ofrecerle este tipo de propuestas a la gente es un rol que no sé si el Estado debería cumplir, pero está muy bien que lo haga. Sobre todo si lo hace apoyando otras temáticas, géneros y lenguajes que los que suelen transitar por el circuito comercial.
–Como representante de una generación que pasó su adolescencia en los ’90, ¿qué visión tiene del momento político que se está viviendo en Argentina?
–Me gusta mucho lo que está pasando. Me gustaría que pasen más cosas. Me crié en mi juventud con el menemismo y fue muy triste. Yo soy parte de esa generación que creció despreciando la política, más allá de que a mí siempre me interesó la historia, la política. Sin embargo, en esos años yo también sentía que la política no era una herramienta viable para cambiar las cosas. Estábamos muy entregados. En ese punto, es de destacar la postura firme que el kirchnerismo tuvo respecto al ALCA, que lo viví como un cambio de paradigma al modelo de las relaciones carnales que se había consolidado con Estados Unidos. Ver ese esbozo de dignidad conjunta entre los países latinoamericanos me devolvió la esperanza. Estoy muy agradecido de estar viviendo este momento.
–¿Y a nivel interno?
–Veo cosas muy positivas y otras que me siguen doliendo mucho. El tema de la minería es algo que no puedo digerir. Es una entrega obscena de nuestros recursos, de nuestro medio ambiente y del respeto por los pueblos originarios. El tratado minero entre Argentina y Chile es nefasto. Creo que es un buen momento para avanzar en ese terreno, para que el cambio evidente que está dando el kirchnerismo sea profundo e integral. Creo que a nivel social estamos mejor, pero me gustaría profundizar esas mejoras. Sé que son procesos. De hecho, lo que ocurrió con el campo por la 125 no fue gratuito: casi se voltea un gobierno. El país no puede cambiar de un día para otro, pero ahora quiero más. Creo que la mejora a nivel educativo y cultural es evidente. Es un momento que me hace reflexionar constantemente sobre mi rol como actor y sobre mi papel como ciudadano. Esa es una sensación nueva para muchos de nosotros.
El bife de chorizo jugoso con ensalada de zanahoria y radicheta llega a la mesa y la mirada de De la Serna ante la inminencia del almuerzo lo dice todo. “¿Estamos?”, pregunta, suplicando misericordia. No hay más que hablar. Ya no hay tiempo para eso.
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