Domingo, 17 de julio de 2011 | Hoy
TELEVISION › ADRIAN PAENZA ESTRENA EL DEBATE POR CANAL 7
Con un tema de fondo para la sociedad en cada emisión, el programa se propone defender el intercambio de ideas profundo, civilizado y documentado, como recurso ineludible para mejorar las condiciones de vida y estimular el pensamiento de la ciudadanía.
Por Emanuel Respighi
Cuenta que la idea se le apareció el año pasado, mientras participaba de las conferencias TED que anualmente se realizan en Long Beach, donde reconocidas personalidades, de las más distintas disciplinas y países, exponen su mirada sobre alguna temática en particular. En medio de esa “feria del pensamiento”, el curador de las conferencias, Chris Anderson, anunció que por primera vez se iban a correr del formato tradicional de exposiciones individuales de 18 minutos de duración para invitar a dos personas a debatir durante ese tiempo sobre “la necesidad de tener energía nuclear o no”. La idea rupturista era que cada uno defendería un punto de vista diferente, con tiempos pautados para exponer y contestar. Apenas salió de esa charla, Adrián Paenza llamó entusiasmado a Claudio Martínez, productor amigo y dueño de El Oso Producciones, para proponerle hacer un programa de TV donde dos especialistas debatieran sobre algún tema controversial. El resultado de aquel impulso es El debate, el programa que el domingo Canal 7 estrena a las 22.30, con la conducción de Paenza, quien desde hace años y a través de diferentes propuestas les brinda a los televidentes la posibilidad de pensar frente a la tele.
A la búsqueda de elevar la calidad de las discusiones mediáticas, por lo general cruzadas por la coyuntura y cierta interesada superficialidad, El debate se propone defender el intercambio de ideas profundo, civilizado y documentado, como recurso ineludible para mejorar las condiciones de vida y estimular el pensamiento de la ciudadanía. El ciclo posee un formato en el que en cada emisión aborda un tema de fondo para la sociedad, a partir de la exposición de dos posturas antagónicas a cargo de especialistas. “Lo que decididamente no queríamos –aclara Paenza a Página/12– era traer a dos personas para que discutan y se peleen en cámara sin producción ni tiempo para prepararse. La idea se resumía en lo siguiente: elegir un tema obviamente controversial, elegir personas que nosotros supiéramos que eran respetadas en cada una de las posiciones antagónicas, invitarlas a participar, proveerles de un equipo de producción de televisión para que pudieran convocar opiniones, traer filmaciones o datos que sustentaran sus posiciones y ‘abrigarlas’ tanto como nos fuera posible.”
A lo largo de seis emisiones (en el futuro pueden sumarse otras), El debate analizará cuestiones como si debe despenalizarse o no el aborto, la eutanasia o el consumo de drogas, hasta qué punto son necesarias las religiones, y si el hombre es responsable del cambio climático, entre otros temas (ver aparte). En el programa, Paenza se situará en el rol de moderador neutral, y para cada debate el programa convocó a dos observadores que –en principio– no tengan ningún compromiso con ninguna de las dos posiciones, quienes se encargarían de hacer las preguntas que la producción asumió que el público querría hacer. Para sumar atracción televisiva y analizar la incidencia que el intercambio de ideas puede provocar en las opiniones de la gente, cada programa contará en piso con un grupo de personas para que –munidas de un aparato de control remoto cada una– emitan una opinión antes y otra después de escuchar el debate. Página/12 acompañará la idea del programa con la publicación de las exposiciones.
–El debate tiene como eje central la discusión de ideas sobre diversos temas. ¿Por qué cree que en la TV actual no hay lugar para el intercambo de opiniones?
–No sé bien por qué no se producen más programas de este tipo, pero lo que nos propusimos es lo siguiente: tomar un tema (digamos “la legalización del aborto”, por poner un caso) y formar entonces un equipo de personas, entre los que están los expositores principales, pero también los que preguntan, los entrevistados en el material fílmico, el propio público y todos nosotros. Entre todos queremos educar nuestra opinión. Antes de decidir qué pensamos, sería bueno contar con datos. Y la propuesta es invitar al público a que en el momento que empieza el programa, tenga o no una posición tomada frente al tema de debate, que se permita desproveerse de cualquier prejuicio y que se dedique a escuchar. Después, obviamente, puede reelegir lo que había pensado antes, pero el objetivo es permitirse dudar.
–En el último tiempo se impuso el debate tácito intracanales o intraprogramas. En la TV cada cual se cerró a afianzar su mirada sobre la realidad como “verdad”. El debate cambia esa lógica.
–En la Argentina no hay cultura de debate. O al menos, del debate en el que no está permitido el agravio. A lo largo de todo el ciclo que grabamos no hubo ni un solo incidente de alguien que se corriera de lo previsto. Todo el mundo respetó sus tiempos, todo el mundo respetó la idea del otro, la discutió, estuvo en desacuerdo, la “atacó” desde su perspectiva, pero no descalificó. De eso se trata. En un congreso científico muchas veces una persona llega y propone una teoría o un resultado que cree que demostró. Sus pares, sus colegas, ponen en duda lo que está dicho, y lo abordan desde distintos lugares, lo discuten, lo “atacan”. La idea no es descalificar a la persona que lo propuso, sino tratar de entender. Al final (si es que hay algún final) se concluye que estaba bien, que estaba mal o que todavía no hay suficientes evidencias o que la potencial demostración falla. Lo mismo podemos implementar en la vida cotidiana, en un medio de comunicación como la televisión.
–¿Cree en la TV como una herramienta transformadora?
–Tengo claro que ningún tema de los que abordamos se va a cerrar con una hora de televisión. Sería entre arrogante y estúpido pretender que esto ocurra. Pero sí tenemos derecho a imaginar que podemos tratar de aportar algo para que la discusión se inicie... o continúe. El debate tendría que seguir en distintos ámbitos, aun en otros medios. Hablé con Víctor Hugo, Matías Martin, Alejandro Fabbri y Juan Pablo Varsky, por poner algunos ejemplos, para invitarlos a que ellos se sumen desde sus distintos programas. Lo mismo con Ernesto Tiffenberg, de Página/12. Cada una de las opiniones de quienes debatieron van a estar disponibles gratuitamente para bajarlas por Internet.
–¿Considera que la TV y la sociedad argentinas están maduras para dar estos debates, a partir del aporte del programa?
–Fueron momentos muy motivadores para todos nosotros. Entiendo que la televisión pública es el lugar natural para que este tipo de discusiones se desarrollen, pero no puede o no debería quedar reducido a ella. ¿Por qué la televisión privada no se va a sumar? Sucede en España y en Estados Unidos, pero también en otras culturas como la japonesa o la holandesa. En Holanda, por ejemplo, está despenalizado el consumo de algunas drogas y también se permite dar una “muerte digna” a una persona que está sufriendo (lo que llamamos sin eufemismos, “eutanasia”). ¿En qué sociedad queremos vivir nosotros? ¿Cómo queremos ser? ¿Está bien que reglas o leyes que tuvieron su momento hace cincuenta o cien años, o más, sigan vigentes hoy? ¿Hace falta que haya religiones?
–¿Cuál fue el criterio de selección de los temas a debatir? ¿Por qué se eligieron ésos y no otros?
–Sé que la selección de temas resulta tendenciosa. Sólo íbamos a grabar seis programas, y eso hicimos. ¿Qué temas elegir? En todo caso, la elección de uno involucra que hay muchos otros que se quedaron afuera. No tuvimos demasiadas discusiones porque es más que obvio que si hay algo que sobra, son temas controversiales. Decidir cuáles sí y cuáles no en esta primera tanda fue más o menos fácil. Creo que el único que sufrió un “no” de todo el equipo fui yo. Se me ocurrió que un tema para debatir era si hay Dios o no, pero me convencieron de que era un debate estéril, al menos en principio. Pero ya lo vamos a hacer en algún momento. Nos quedamos por ahora con debatir sobre la necesidad de que haya religiones o no.
–De igual forma, ¿cuál fue el parámetro a la hora de invitar a las distintas personalidades a que expresaran y defendieran su posición?
–En algunos casos fue difícil conseguir que gente que no está acostumbrada a discutir en los medios de comunicación y que es seria, responsable y reflexiva, aceptara venir. Pero cuando vean la estructura del programa y se convenzan de que cada aporte sirve para mejorar la calidad de cada debate, intuyo que habrá más personas que quieran decir lo que piensan e ilustrarnos desde su lugar. El programa estará en el aire y habrá oportunidad de ver que se puede debatir, sea el tema que fuere.
–¿De qué modo la coyuntura se cuela en los debates?
–El único en el que hubo más incidencia de lo que sucede hoy es en el caso de la minería a cielo abierto. Pero no fue decisivo tampoco. Los temas son virtualmente “atemporales”, no necesariamente ligados al aquí y ahora, pero ciertamente el presente y nuestras circunstancias deben haber incidido. De hecho, no me imagino gente discutiendo la necesidad de que hubiera religiones hace cincuenta años.
–¿Qué busca demostrar la idea de la participación del público votando al comienzo y al final de cada debate?
–El público presente emitió su opinión antes y después de cada debate. Cada opinión es anónima, pero en pantalla presentamos los porcentajes. Al terminar, hicimos la misma pregunta y mostramos los resultados otra vez. Pero más aún, pedimos un aporte más del público: queríamos saber cuántos de los que estaban presente cambiaron de opinión, no importa para qué lado, o si los que tenían un opinión formada pasaron a dudar o estar indecisos. Sólo queríamos saber qué porcentaje de la audiencia había cambiado de idea, independientemente de para qué lado se hubieran movido. Y sin querer adelantar los resultados, creo que todos los que produjimos y trabajamos los programas terminamos “hiper sorprendidos”.
–Por lo general, ¿se percibe un cambio de opinión de los ciudadanos una vez interiorizados de los argumentos de ambas posturas? En consecuencia, ¿cree que los argentinos opinamos sobre diversos temas desde el prejuicio y el desconocimiento?
–No quiero dejar de contestar la pregunta sobre si opinamos los argentinos sobre temas diversos desde el prejuicio y el desconocimiento: sí, creo que sí, pero creo que no está reducido ni a los argentinos ni a este “ahora” o presente. En general, como humanos, tendemos a tener una opinión sobre casi todos los temas. Es muy poco común escuchar a alguien decir “yo sobre este tema no puedo opinar o no entiendo”. Eventualmente aparece, pero es en muy pocos casos. En todo caso, la idea de este programa es permitirnos dudar, escuchar al otro, “tolerarle” la opinión distinta aunque yo no cambie la mía. O más aún: ser capaces de aceptarnos nosotros cambiar de idea. Acá no se trata de pasar de hincha de River a hincha de Boca, o al revés; acá están en juego valores que tienen que ver con el diseño de la sociedad en la que queremos vivir.
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