Sábado, 22 de abril de 2006 | Hoy
TELEVISION › ENTREVISTA A DANIEL MALNATTI, CON PROGRAMA PROPIO
Además de ser uno de los ya históricos noteros de CQC y el principal conductor de La liga, Malnatti empieza en The History Channel un programa sobre ciudades latinoamericanas.
Por Emanuel Respighi
En su peculiar manera de entender el periodismo, Daniel Malnatti es consciente de que debe entregar cuerpo y alma a cada informe. En la etapa madura del ex notero que con audacia, ironía y espíritu burlón hostigaba a políticos faltos de ética a través del micrófono de CQC tiempo atrás, ya no basta con la salida punzante para lograr el golpe de KO. Sea a través de la multiplicidad de miradas de La liga (martes a las 23, por Telefé) o de su tarea en CQC (jueves a las 23), el abogado de aspecto desgarbado y lentes de nerd entendió que los actuales tiempos exigen (ex)poner el cuerpo y su salud como medios necesarios para lograr –al menos– llamar la atención de la audiencia o el funcionario de turno. “Ya no tengo ganas de quedarme en la interpelación piola a un político. Ese tipo de notas demandan un riesgo demasiado grande para la finalidad que tenían”, explica a Página/12 quien el lunes, a las 21, se calza el traje de conductor en Historias secretas, el ciclo sobre los misterios que se esconden en varias ciudades latinoamericanas que estrena The History Channel.
Lo de Malnatti, lejos de recurso, ya es sistema. Así, el periodista se animó a poner en riesgo su salud cuando, en 2005, decidió probar por sus propios medios que en el país ninguna persona puede vivir saludablemente con el dinero de la canasta básica. O fue capaz de sumergirse en las turbias aguas del Riachuelo para demostrar la amenaza social que ese charco de desechos de todo tipo tiene en su interior. Y este año pateó el tablero cuando en el capítulo debut de CQC escrachó al represor Pascual Guerrieri, mostrando cómo el militar de la dictadura violaba sistemáticamente y con total impunidad la prisión domiciliaria otorgada por tener más de 70 años. Todos informes que, sumados a las secciones de “Cadena de favores” o “Proteste ya” en CQC, reformulan el lugar que Malnatti ocupa en la pantalla chica. “Estar en tres programas a la vez –cuenta– no me llena de presión. No soy la nueva estrella televisiva. No es que me gané un lugar y ahora surfeo. Tengo bien en claro que cada año tengo que trabajar más y mejor. Si no te superás año a año, la TV te fagocita. En la TV no tenés otra opción que renovarte continuamente.”
–¿Cuánto influyó en esta nueva etapa la agresión que sufrió en Tucumán en mayo de 2002 cuando cubría como notero de CQC una acto proselitista de Carlos Menem? ¿Ese hecho marcó un antes y un después en su carrera?
–Si después de esa situación no me hubiera replanteado mi carrera, hubiese sido un gesto tonto de mi parte. Ante esa situación, uno no puede dejar de preguntarse qué es lo que está haciendo y si vale la pena pasar por eso para el trabajo que uno hace. En esa época, cada vez que salíamos a cubrir actos proselitistas, más que un equipo de TV teníamos que ser un grupo de choque. El camarógrafo tenía que estar filmando con una mano y con la otra aguantando las piñas de los patovicas, el asistente trataba de cubrir con su cuerpo a los que nos pegaban... Eramos un grupo de autodefensa. Después de ese episodio, todo el grupo necesitó asistencia psicológica y hubo un chico que renunció.
–¿Y qué conclusión sacó de aquel episodio?
–Que no valía la pena seguir haciendo lo que hacía. Cada nota tiene que ver con un momento histórico del país. En ese momento, creímos que valía hacer ese tipo de informes para desarticular la manera en que se manejaba cierto sector político. Y ahora creemos que valen más otras cosas, porque la gente tiene el ojo puesto en otro lado, también. En aquel momento, la gente valoraba mucho esa actitud desafiante contra quienes condicionaban nuestro existir; hoy, la gente valora el ser solidario, el ayudarnos unos a otros. Informes como “Cadena de favores” o “Proteste” ya nos hacen bien a nosotros. En este momento, no me imagino haciendo ese tipo de notas.
–¿Pero en el futuro volvería a hacer ese tipo de notas?
–No. De la misma manera que la gente creo que no volvería ni a votar a Menem o a De la Rúa. Hay muchas cosas que cambiaron. No hay vuelta atrás.Aun cuando la gente puede llegar a votar a gente muy parecida a Menem... Yo ya no tengo ganas. Cambió mi vida personal y eso lo sentí: me casé, tuve un hijo... Ya no soy el Malnatti de antes. Estoy más viejo.
–Sin embargo, aun con estas características, el humor es un sello en su estilo periodístico...
–Creo que no hay ruptura; en todo caso, es una continuidad de lo que hacía antes. Los cambios mágicos no existen: siempre hay procesos detrás. Estoy caminando por otra ruta, pero nunca voy a ser serio. De las pocas cosas que me siento orgulloso es de tratar de ser auténtico, y para mí el humor es uno de los pilares de mi vida. Yo nunca podría impostar un serio, porque me cagaría de risa de mí mismo. La gente seria lo es porque también cree serlo. Yo nunca podría terminar de creer mi seriedad. No hay que ser serio para decir o hacer cosas interesantes.
–De hecho, en La liga trató el conflicto de las papeleras con Uruguay y se permitió el humor. Lo mismo con la investigación de CQC del caso del represor Guerrieri...
–Que no sea serio no quiere decir que no me doy cuenta de que hay informes y temas que tienen más valor que otros. Me parece que el humor tiene que ver con mi manera de hacer periodismo. De hecho, con el caso de Guerrieri el informe comenzó conmigo disfrazado de preso y caminando por la calle. El humor es un recurso único, que se da espontáneamente. Por ejemplo, cuando perseguimos a Guerrieri, nunca pensamos que iba a ir al Regimiento de Patricios. Por eso dije que no me tenían que impedir el paso a mí, sino que al que debían parar era a él. Esa fue una nota en la que me reconocí. En los diez años en los que trabajo en TV, el de Guerrieri es uno de los momentos que me hacen sentir feliz y orgulloso de trabajar en TV, cosa que es muy difícil de decir.
–¿Cuál es la búsqueda que persiguen acciones como la de meterse al Riachuelo o atenerse a comer sólo los alimentos de la canasta básica?
–La del Riachuelo me trajo muchos problemas familiares. Me decían: “¿Cómo vas a hacer eso? Es muy peligroso”. De hecho, los buzos que se meten al Riachuelo me contaron que al tiempo se fueron a hacer análisis de sangre y el médico les decía: “¿Pero cómo puede ser que ustedes hayan tenido hantavirus, hepatitis, de todo?”. Lo que pasa que tenían todos los anticuerpos en su cuerpo. Pero lo que trato de explicar siempre es que no hago esas acciones en forma gratuita, sino que las hago como una manifestación, como quien hace un piquete. Los piqueteros se levantan a las 6 de la mañana, caminan 40 kilómetros bajo el sol, la gente los putea: todo en función de que los escuchen. Yo lo pienso de la misma manera: son acciones necesarias para darle un sentido a lo que hago, para que la gente y el Gobierno se den cuenta de lo que pasa.
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