Jue 04.05.2006
espectaculos

TELEVISION › GASTON PAULS REGRESA CON “HUMANOS EN EL CAMINO”

“Este programa me enseñó a mirar a la gente a los ojos”

Después del éxito de Iluminados por el fuego, Gastón Pauls vuelve este jueves con la segunda y –anticipa– última temporada de Humanos en el camino a la pantalla de Telefé.

› Por Emanuel Respighi

A pedido de la fotógrafa, Gastón Pauls accede a recorrer “unas cuadras” alrededor de Palermo Soho para realizar la sesión fotográfica que ilustra este artículo. En el minitour a pie por las calles en las que se suceden viejas casonas ahora recicladas en negocios de última moda, el actor y conductor televisivo se enfrenta a dos realidades bien diferentes. Por un lado, Pauls detiene su paso para saludar y conversar con unos chicos de la calle a los que conoce desde hace tiempo, y a quienes ayuda comprándoles algo para comer. Unos pasos más allá, en tanto, una turista de lengua inglesa irrumpe en escena a los gritos para felicitarlo por su “grandioso” trabajo en Nueve reinas, película que dice haber visto en Inglaterra. Dos encuentros que, de alguna manera, describen el difuso lugar en el mundo en el que se encuentra Pauls, deambulando entre la fama internacional conseguida a través de sus diversos papeles en el celuloide y la preocupación por la realidad social que supo canalizar a través de Ser urbano y Humanos en el camino, el ciclo testimonial que el jueves, a las 23, estrena su segunda temporada en Telefé.

Lo que sucede en el comienzo de la entrevista con Pauls es, al menos, extraño: no es común que en el reportaje cedido para hablar sobre el comienzo de una nueva temporada el entrevistado anuncie en su primera frase la finalización del mismo. “Vuelvo con una nueva temporada de Humanos... y posiblemente la última. Creo que con los informes que hicimos este año el programa cumple un ciclo. Por lo menos, con esta estructura, no haría otro año más. Ni siquiera si el programa funciona muy bien en términos de rating”, aclara, de movida. “Hacer Ser urbano y Humanos... –dice– fue una experiencia muy importante, productiva e interesante; aún lo es. Pero no quiero entrar en el delirio de la TV de seguir al aire mientras mida bien. Menos en un programa como éste, cuyo objetivo no es hacer rating sino darles la voz a aquellos que la necesitan.”

–¿Qué le dejaron estos años en los que le sumó al rol de actor el de observador de la realidad?

–Empecé esa etapa con mucha curiosidad y respeto, pero también con mucho miedo acerca de lo que iba a ver de la vida, de la muerte, del hambre, del dolor... Hoy, ese miedo ya no está. El programa me limpió de prejuicios. Hay lugares a los que seis años atrás hubiera ido con prejuicios.

–¿Por ejemplo?

–A una villa de emergencia. Hoy puedo entrar a una villa sabiendo con qué tipo de gente me encuentro: básicamente con laburantes. El error social y popular de creer que los ladrones están en las villas, en lugar de mirar hacia Recoleta, el Congreso o algunos ministerios... No hay idea más errónea que la que sostiene que los delincuentes son los pobres. En estos años me alegro de haber podido pisar el barro de muchas villas. Lamentablemente, hoy todos los prejuicios funcionan como juicios. Yo vi muertos, hambre, miseria, dolor, fui a Malvinas, a Auschwitz. Pero también me topé con la dignidad, la integridad, la solidaridad. Todo eso hace que hoy pueda hablar con una mínima propiedad sobre algunos temas. Antes de Ser urbano y Humanos... hablaba de oído de un montón de problemáticas. No hay como el registro propio, directo, de la realidad para conocer el lugar exacto donde uno está parado.

–O sea que el programa lo fortaleció. ¿Estar en contacto con una realidad que veía de lejos le generó “anticuerpos sociales”?

–Un día leí una nota que le hicieron a Pity, de Intoxicados, donde decía que tomaba agua del cordón de la vereda porque quería tener los mismos anticuerpos que poseen los perros. Me parece que más que generarme anticuerpos, yo me puse en contacto con la realidad. No sé si me generé anticuerpos, porque no creo que haya tantas enfermedades. El programa hizo que me diera cuenta que ciertas cosas que el imaginario colectivo cree que son “enfermedades”, en realidad cuando te acercás no es otra cosa que vida. El ciclo me hizo menos miedoso. Ahora miro los ojos de la gente.

–¿Qué quiere decir?

–En uno de los últimos programas de Ser urbano salió con nosotros a la calle un productor que nunca lo había hecho. Estábamos en plaza Miserere hablando con un tipo que vivía en la calle y que estaba bastante agresivo. En un momento se metió el productor, comenzó a discutir con este hombre y bajó la mirada. En eso, el tipo le dijo: “Mirame a los ojos. No bajés la mirada para ver los zapatos que tengo, porque yo tengo la misma mirada que vos. No importa la clase de zapatos que tenga”. Creo que, en cualquier situación y lugar, de lo único que uno se puede aferrar es de la mirada del tipo que tengo en mi frente. Los ojos son los que muestran la esencia del ser humano.

–En un momento, el programa se focalizó demasiado en la temática sexual y en los márgenes de la sociedad. Incluso, hubo debates acerca de la mediatización de la pobreza, entre los que el programa estuvo involucrado activamente. ¿Eso fue un conflicto para usted?

–Para mí nunca fue un conflicto porque yo sé bien cuáles son mis convicciones de por qué hago lo que hago y desde dónde. Ni yo ni los productores pensamos una nota pensando en generar cinco puntos más de rating. Cada informe busca otras inquietudes, deseos y objetivos que “medir bien”: poder lograr que a través de la televisación de algunas cuestiones se produzca un cambio. Muchas veces, después de un programa se han solucionado algunas cosas. Igualmente, cuando comencé esta segunda etapa con Humanos... tuve en claro que quería alejarme de cierta oscuridad que entendía que sí podía llegar a ser una especulación televisiva, desde hablar del sexo hasta de lo “marginal”. Sentí que no tenía ganas de especular, porque eran temáticas que ya las habíamos abordado y que no se merecían tratar porque sí. No tenía ganas de seguir viendo sexo porque sí.

–Por eso decidió alejarse de Ser urbano (producido por Ideas del Sur) para producir Humanos...

–Estando bajo la órbita de una productora se te hace difícil tener la potestad de lo que finalmente se emite al aire. Esa fue una de las razones por las que preferí abrir mi productora. Pero fundamentalmente porque sentí que había historias que yo quería contar, a mi manera: producir las notas que después iba a hacer. Llega el momento que uno tiene ganas de producir, pero no por el punto de vista comercial de la palabra: quería darle a la masa la forma que yo quiero. No que me den la masa para que yo sólo la pinte. Y justo se dio que Ideas del Sur hacía un cambio hacia el 9... Pero Suar, Tinelli, Pergolini también trabajaron para otros y un buen día decidieron abrir su propia productora. Es natural que en algún momento uno quiera independizarse.

Lejos de la incipiente carrera de galán que su paso por Montaña rusa auguraba, Pauls decidió torcer el destino y construir una carrera cimentada mayoritariamente en el cine (Territorio comanche, Ojos que no ven, Felicidades, Iluminados por el fuego) que paulatinamente fue ubicándolo como uno de los actores más destacados de su generación. “Lo que pasa –cuenta– es que no siempre lo que los otros proyectan en uno, es lo que uno ve de sí mismo. Mientras hacía Montaña rusa, sabía que era imposible que siga haciendo ese tipo de personajes, que ese camino tenía un tiempo pequeño de vida útil.” Comprometido no sólo desde lo artístico, sino también desde lo ideológico, Pauls pateó el tablero de la corrección política actoral, haciendo público su rechazo a trabajar para determinados productores por lo mal que les pagaban a los actores, negándose a aparecer en determinadas pantallas por cuestiones ideológicas y hasta animándose a poner cuerpo y cara a un ciclo sobre la realidad social, aun cuando su carrera actoral estaba en ascenso... Decisiones de las que, cuenta, no salió airoso.

–Tomar posición sobre determinados temas es la manera que elegí para vivir. Dentro de mis colegas, hay gente que me ha esquivado el saludo y otra que –gracias a Dios– hoy viene, se acerca y me da la mano. Que ciertos actores me hayan retirado el saludo no me importa, porque es más lo que gano compartiendo una charla con León Gieco, por ejemplo. Igualmente, yo respeto a aquellos que deciden trabajar en ciertos canales que yo no. Está todo bien. Cada uno elige su camino. Así como he pagado un precio, también he recibido un premio: hay noches en las que me acuesto a dormir y sé que estoy donde quiero estar. Y no estoy donde no quiero. Es mayor el premio al precio que pago por hacer lo que hago. Hacer una película que Tristán Bauer dirija y que Gieco le ponga la música me llena el alma. Son los premios que más valen.

–Aun así, usted es alguien que está cruzado por lo ideológico, que muchas veces en sus decisiones se impone, incluso, a los argumentos artísticos...

–Para que yo me sume a un proyecto artístico, tiene que haber algo que se relacione a lo que yo creo en mi vida personal. Si yo creo que la reivindicación social e institucional de los ex combatientes es un tema pendiente aún hoy, porque buena parte de la sociedad les dio y les da la espalda, tiene lógica que haga una película sobre Malvinas. En cualquier proyecto que me acerquen me tiene que pasar que en algo me exprese a mí como persona. Algo que yo esté pensando sobre el mundo, la vida o los seres humanos... Creo que hay que ser coherente en lo que se dice y lo que se hace. Pero tampoco tiene que ser forzado, se tiene que dar naturalmente esa relación entre pensamiento y acción.

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