TELEVISION › CAIGA QUIEN CAIGA, DE REGRESO EN LA PANTALLA DE AMERICA
En el inicio de su decimosexta temporada hubo más equilibrio entre periodismo y humor. Y el informe de Diego Iglesias sobre la tragedia de Once mostró como ningún otro programa las múltiples facetas que el accidente tuvo.
› Por Emanuel Respighi
La posibilidad de que un programa que tomó status de “clásico” televisivo se pueda mantener renovado en el tiempo es un eterno debate. Hay quienes sostienen, sobre todo los productores, que después de muchos y consecutivos años al aire la libertad creativa de un ciclo se empieza a reducir en forma inversamente proporcional al tiempo en pantalla, ante la intransigencia de los “fanáticos” de aceptar grandes golpes de timón en el contenido. Probablemente esa teoría tenga algo de verdad, pero también encierre para quienes la esgrimen cierta comodidad de lo viejo conocido. En el caso de Caiga quien caiga, que el miércoles pasado comenzó su decimosexta temporada, el regreso a América –la pantalla en la que originalmente el formato había visto la luz en 1995– pareció funcionarle como mucho más que el retorno al primer hogar. Es que el debut de la versión 2012 del programa producido por Eyeworks Cuatro Cabezas mostró signos de recuperación del espíritu del viejo CQC, aquel que incomodaba a más de un impune poderoso. La audiencia acompañó el regreso: el ciclo promedió 7 puntos en la hora y media en que duró el envío, con picos de más de 10, ubicándose tercero en su franja horaria.
Con una escenografía más modesta que en su largo paso por El Trece y Telefe, el comienzo de la nueva temporada de CQC mostró varias y saludables novedades. Además del cambio de pantalla y la sabia decisión de emitirlo a las 22, posicionándose como una opción a la ficción del prime time, el programa por primera vez fue conducido por una dupla, dejando de lado el histórico trío. Tras el alejamiento de Ernestina Pais, la producción decidió cambiar el esquema y entregarle el timón del formato a Juan Di Natale y Guillermo López. Esa decisión, sobre la base de lo que se pudo apreciar en el primer envío, contribuyó a la fluidez del programa, ya que la dupla supo imprimirle humor, ritmo y mayor naturalidad a las presentaciones y devoluciones de las notas e informes. En ese sentido, la elección quebró con la rigidez de la estructura de trío, que se había impuesto en los últimos años ante los numerosos cambios de conductores. Jugando con sus diferentes perfiles, Di Natale y López cumplieron con su rol, más allá de algún problema en el primero para trabajar con las cámaras y cierta repetición del segundo por remarcar su pertenencia barrial (Ramos Mejía).
El punto más logrado del debut fue, como lo presentó la dupla, “el primer momento incómodo de la temporada”. El informe sobre la tragedia ferroviaria de Once, aun cuando haya pasado un mes, supo abarcar las múltiples facetas que el accidente tuvo, como ningún otro periodístico o noticiero supo (o pudo) hacerlo. Combinando información comparada, investigación y “escrache periodístico”, Diego Iglesias se puso al frente de un completo informe que les dio la voz a las víctimas y cuestionó a los responsables políticos y empresariales de la tragedia que dejó 51 muertos y más de 700 heridos. La entrevista a Ricardo Jaime, ex secretario de Transporte de la Nación, mientras éste hacía footing por Puerto Madero fue, más allá de la persecución adolescente, un hallazgo periodístico. El informe, titulado “Víctimas, responsables y caraduras”, fue la más clara señal de que CQC volvía a ser una mosca molesta.
El primer envío de la temporada 2012 combinó viejas secciones con nuevas, en un mix que equilibró la faceta humorística –que fue ganando lugar en el último tiempo– con la periodística. El programa comenzó con Gonzalo Rodríguez en un nuevo “Desafío CQC”, que en este caso consistió en viajar al pueblo más frío del mundo (Oymyakon, en Siberia, con temperaturas que alcanzan los 71 grados bajo cero) y a través de todo tipo de pruebas absurdas dar cuenta de las extremas condiciones climáticas del lugar. Una travesía que podría haber sido más interesante, si no fuera por cierto humor basado en la diferencia idiomática que puso en práctica el cronista, en un recurso más cercano al estilo de Showmatch que al de CQC. También hubo lugar para un renovado “Un chino”, el regreso de “La semana en fotos”, el “Top Five” (que se sigue destacando aun en una industria autorreferencial), el informe semanal de política nacional (haciendo foco en el aumento del ciento por ciento en sueldos de senadores) y uno dedicado a Mauricio Macri y su rechazo al traspaso de los subtes.
Entre las novedades, CQC presentó un nuevo notero que tiene como cabecera un “Manual de periodismo básico” y cuya finalidad es incomodar a los entrevistados, poniendo en práctica algunos recursos, como invadir el espacio físico de los entrevistados o formular una entrevista basándose en el esquema de las cinco W del periodismo. La otra novedad fue “Sé que sé”, la sección en la que Andrés Kilstein hecha luz sobre pequeñas dudas del mundo moderno, como corroborar si efectivamente las redes sociales ayudan en casos de emergencias. Así, CQC regresó conservando su entretenida posproducción y un estilo que ya no será todo lo mordaz de antaño, pero al que indefectiblemente le sobra paño para seguir siendo una interesante opción televisiva. Aun cuando en su largo trayecto la ecuación de fuerzas entre el periodismo ácido y el humor al paso se han invertido.
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