Viernes, 12 de octubre de 2012 | Hoy
TELEVISION › 23 PARES, DIRIGIDA POR ALBERTINA CARRI, POR CANAL 9
La ficción protagonizada por María Onetto, Erica Rivas y Fabián Vena se nutre de todos los aspectos que rodean a la identidad en la sociedad actual: trece inquietantes historias buscan resolverse a través de lo que tenga para decir el ADN.
Por Emanuel Respighi
La identidad es una búsqueda permanente, una construcción individual y social que se reafirma o se transforma a cada paso, a cada instante. En tiempos de globalización y de un mundo hiperconectado, la identidad de alguien no parecería –no debería– limitarse a su origen geográfico. Al fin de cuentas, parafraseando a Facundo Cabral, nadie es de aquí ni de allá. La cultura y los acontecimientos de la propia vida moldean la identidad de cada persona. En el siglo XXI, la construcción identitaria parece tratarse de un acto de intercambio colectivo. En todo caso, lo único, irrepetible y permanente es el ADN que cada persona carga en sus genes, verdadero código de identificación individual. De todos los aspectos que rodean a la noción de la identidad en la sociedad moderna se nutre 23 pares, la serie unitaria que Canal 9 estrenó hace un par de semanas y que emite los viernes a las 23.30.
Desde el mismo título –23 pares remite a la cantidad de cromosomas que conforman el ADN humano–, la serie protagonizada por María Onetto, Erica Rivas y Fabián Vena define la búsqueda temática que persiguen sus trece capítulos. Dirigida por Albertina Carri (Los rubios, Géminis) y escrita por Marta Dillon, Alejandro Ocón y Pina di Toto, la ficción aborda en clave dramática el complejo entramado de la identidad, tan en boga en los últimos años, a partir de la activa política de derechos humanos de los gobiernos kirchneristas. La propuesta, seleccionada de los concursos de fomento organizados por el Ministerio de Planificación Federal y el Instituto Nacional de Cine y Ciencias Audiovisuales (Incaa), aprovecha el formato ficcional para trabajar en un medio masivo diferentes aspectos de una temática aún desconocida para gran parte de la sociedad argentina.
Situándose en Genhuman, un laboratorio de análisis genéticos al que llegan los protagonistas de trece inquietantes historias que buscan resolverse a través de lo que tenga para decir el ADN, 23 pares tiene la virtud de no clausurar su mirada sobre la identidad en función del resultado genético con el que culmina cada caso. En la ficción, la comprobación científica que surge de la comparación sanguínea entre dos o más personas para tener certeza sobre su filiación es apenas el resultado de historias complejas, renovadas en sus singularidades. Para la serie, la verdad genética es tan importante como el proceso que cada persona debe recorrer para enfrentarse a sus propios miedos, a sus propios interrogantes. La identidad, en definitiva, incluye a esos 23 pares de cromosomas sobre los que uno construye su vida, a la vez que los trasciende en tanto seres sociales.
La trama de 23 pares se centra en Elena (Onetto) y Carmen Iturrioz (Rivas), dos hermanas muy diferentes entre sí que heredan el laboratorio Genhuman, fundado por sus padres, dos científicos reconocidos por su aporte en defensa de los derechos humanos, al punto de haber colaborado con el “índice de abuelidad” que permite la identificación de quienes fueron bebés apropiados por la última dictadura militar. La tensión entre ellas se hace visible desde el mismo momento en que deben decidir qué hacer con el laboratorio: a Carmen, la bióloga, no le seduce mucho la idea de asociarse con su hermana. En realidad, no le atrae hacer nada que tenga que ver con su hermana abogada. Sin embargo, en medio del duelo, Carmen se va involucrando con las historias humanas que llegan al laboratorio, dejando de lado sus diferencias con Elena, que por su propia cuenta intenta darle a la institución un perfil más comercial. Entre ambas, además, está Gustavo (Vena), el hermano del medio al que deben cuidar, que sufre de un extraño trastorno psiquiátrico, que se expresa en una obsesión compulsiva por la genealogía de las familias reales europeas.
Con una puesta de cámaras que reafirma la formación cinematográfica de Carri, aportándole al relato bellos cuadros que contrastan con las dramáticas historias que cuenta, la serie asume un concreto compromiso social con la identidad, como cimiento indestructible desde la cual toda persona debe conocerse. Sin limitarse a la veta genética, 23 pares gana en humanidad a partir de la construcción de los tres personajes centrales, ajustadamente interpretados por un trío de actrices y actores que demuestran su versatilidad y capacidad para la composición. En ese aspecto, el escaso maquillaje y el simple vestuario le imprimen a la trama la necesaria cuota de verosimilitud que requiere para que el mensaje traspase el registro ficcional. Melodramático, corriendo el riesgo de caer en cierta solemnidad, el guión de la serie sienta su eje en la tensión de la relación entre esas dos hermanas antagónicas, contradictorias, pero que cargan en su sangre con un imborrable lazo genético. Tan fuerte como su voluntad por ayudar a los demás a acercarse a la verdad.
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