TELEVISION › BALANCE DE LA TEMPORADA TELEVISIVA 2012
Dentro de un contexto en el que, salvo excepciones, se arriesgó poco y nada, el rating bendijo a Telefe y castigó a El Trece. La lógica conservadora dominó la pantalla, en la que pudo filtrarse, al calor de los vaivenes políticos, eso que llaman “realidad”.
› Por Emanuel Respighi
En un año en el que el debate –mediático, político y judicial– sobre la aplicación plena de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual condicionó mucho más que la agenda periodística, la televisión argentina pareció transitar la temporada con un ojo puesto en la programación y otro en la resolución del marco legal al que debía atenerse. En ese panorama, el año televisivo que está a punto de terminar será recordado por haberse dividido claramente entre los grandes éxitos y los grandes fracasos. Y no es casualidad que el balance de 2012 en TV se inaugure desde el punto de vista de los números de rating: a nivel artístico, salvo contadas excepciones, se ha arriesgado poco. Cada vez más cerrada en sí misma, la TV abierta argentina pasó otro año mostrando cómo su gran capacidad productiva se desperdicia ante la lógica conservadora que signa una industria limitada por la torta publicitaria. “Ante la duda, lo seguro”, podría haber sido el slogan que signó a la TV abierta local en este 2012.
A contramano de los cambios sociales y civiles que se produjeron en la sociedad argentina en los últimos años, a partir de la aprobación de leyes como la del matrimonio igualitario, la TV argentina evidenció en este 2012 cierta restauración conservadora, encabezada principalmente por la gestión de Tomás Yankelevich en Telefe. La construcción de una pantalla “familiar” comenzó desde los primeros días del año, cuando el –en principio– veraniego Cine de tarde conducido por la actriz Virginia Lago se convirtió en una de las sorpresas del año. Con la proyección de comedias dramáticas y dramas familiares, que superan los diez puntos de rating diarios, el ciclo marcó un camino que tal vez estaba en mente de Yankelevich, pero al que seguramente se le aceleraron los tiempos. De hecho, Dulce amor, la novela pensada inicialmente para las tardes, terminó programándose casi de casualidad en el prime time ante el buen andar del ciclo cinematográfico. Y también sorprendió: con una trama básica y actuaciones apenas dignas, la ficción de Quique Estevanez supo atrapar desde la “comedia blanca” a los televidentes. Un éxito insospechado para propios y extraños.
Con el viento a favor de entrada, Telefe encontró en Graduados lo que necesitaba para terminar de conformar un prime time sólido, que le permitió sostener durante el año al resto de la programación. La ficción de Underground encontró en su trama el tono justo entre la comedia familiar típica del horario central y la estética cool para atraer a los televidentes más pretenciosos. La historia que viajó constantemente a los ’80 y que hizo de la amistad un culto supo transformarse en la ficción más exitosa del año, atravesando con guiños culturales, generacionales y estéticos a la amplia y heterogénea audiencia de la TV abierta. Fueron esas características las que hicieron que Graduados se convirtiera en el programa más visto del año, con un promedio diario de audiencia que durante buena parte del año superó los 25 puntos. Incluso, el éxito les permitió a los autores abordar solapadamente la complejidad de ciertas problemáticas, como la discriminación a las personas con sobrepeso o la libertad en la elección sexual como camino a la felicidad.
Protagonizada por Nancy Dupláa y Daniel Hendler (acompañados por un elenco que construyó personajes e historias para cada sector etario), Graduados mostró una madurez narrativa que hasta este año no habían tenido las propuestas anteriores de la productora de Sebastián Ortega y Pablo Culell (desde Lalola hasta Botineras, pasando por Los exitosos Pells y Un año para recordar). Con la ficción, que terminó esta semana con una gran fiesta en el Gran Rex y con más de 30 puntos de rating de promedio, Underground logró plasmar lo que hasta ahora le había costado mucho en sus experiencias en comedias diarias: hacer de una buena idea un programa que supiera mantener coherencia narrativa e interés televisivo durante 178 emisiones.
El formato de ficciones unitarias que Telefe programó en su prime time funcionó de modo desparejo. La segunda temporada de El hombre de tu vida, la gran comedia de Juan José Campanella, comenzó emitiéndose los domingos con menor repercusión que la que había tenido el año anterior. Recién cuando pasó a emitirse los jueves levantó la puntería en términos de audiencia. El regreso de Mirtha Legrand a la ficción no sólo generó expectativa en el lanzamiento sino que además pudo mantener una audiencia estable durante todo el año, pese a una historia que no logró escapar de los influjos de La Señora, desperdiciando el talento de un gran elenco. Por último, con El donante, Eyeworks Cuatro Cabezas dio señales de tener creatividad para desarrollarse como productora en ficción.
En la vereda de enfrente, El Trece tuvo un año para olvidar. Como nunca antes había sucedido, las ficciones de Pol-ka en 2012 no alcanzaron ni la calidad ni la audiencia que la productora consiguió desde su ingreso al mercado televisivo argentino, a comienzos de los noventa. El primer fallido fue Los únicos, cuya segunda temporada volvió a demostrar esa ley tácita en el medio: extender en el tiempo una ficción por el solo hecho de querer capitalizar el éxito de su primera temporada casi nunca termina bien. Y Los únicos no fue la excepción: llegó a promediar 3,5 puntos de rating, cifra que le valió que a meses de su reposición la ficción fuera levantada. El segundo cachetazo iba a llegar días después con Lobo, la ficción con la que el canal pensaba adueñarse del prime time. Protagonizada por Gonzalo Heredia, la enrevesada historia –en la que el protagonista se convertía en lobo– lució demasiado compleja para una audiencia que buscaba entretenimiento directo y llano, lo que determinó que a tres meses de su estreno las autoridades del canal decidieran también darle de baja. Pero como no hay dos sin tres, los fracasos no iban a terminar ahí: Condicionados, el unitario de la factoría Pol-ka para el primer semestre, si bien no fue levantado –más por dignidad que por cualquier otra cosa–, nunca colmó las expectativas de audiencia. Ni siquiera la dupla protagónica (Soledad Silveyra y Oscar Martínez) pudo sostener la performance.
El mal año para Pol-ka recién pudo tomar algo de aire con el estreno de Sos mi hombre, la telenovela con la que la productora apostó a lo seguro para evitar más problemas. Con una historia y un tono que responden a los aspectos clásicos de la productora, donde los amores se entrecruzan con el barrio, los bomberos y el boxeo, Sos mi hombre mantiene una audiencia diaria aceptable, que hace que El Trece termine decorosamente el año. Distinto fue el caso de Tiempos compulsivos, el unitario del segundo semestre de Pol-ka, que con una buena historia y un gran elenco se terminó por erigir como una de las más logradas ficciones de 2012. En terreno conocido, el programa escrito por Javier Daulte mostró actuaciones sobresalientes: Rodrigo de la Serna renovó el status de ser el mejor actor de su generación; Gloria Carrá se destacó en el papel de una mujer con trastorno severo de personalidad y Marilú Marini dio clases de actuación (aun en la pantalla chica). De cualquier manera, no pudo revertir la tendencia: sus emisiones apenas si sobrepasaron los 10 puntos de rating.
A la espalda que el público les dio a sus ficciones, El Trece sumó este año otros males que lo llevaron a ni siquiera pelear por el liderazgo del rating anual, que quedó holgadamente en manos de Telefe. Aun siendo uno de los programas más vistos del año, ShowMatch mostró en este 2012 las primeras señales de desgaste, perdiendo diariamente en el rating con Graduados (algo que no ocurría desde 2006, cuando Montecristo lo aventajó por un punto en el promedio anual). La pérdida de su fuerza arrolladora se tradujo en que ni las polémicas –espontáneas o no– ni las coreografías marcaron el pulso de la TV argentina. Evidentemente, el formato de Bailando por un sueño y la repetición en el tiempo del escándalo produjeron cierto hastío, incluso, hasta en el histórico público del programa.
El otro hecho destacado del año fue que Telenoche perdió el privilegio de ser el noticiero más visto de la TV argentina. Producto de los cambios en el circuito informativo que posibilitan las nuevas tecnologías o del debate sobre el periodismo que se suscitó en los últimos años, lo cierto es que el histórico noticiero perdió las preferencias del público a la hora de informarse. Desde este año, según los datos suministrados por Ibope, los informativos de Telefe Noticias pasaron a ser los elegidos por los televidentes en la TV abierta. De hecho, todas las ediciones de Telefe Noticias (primera, segunda y Diario de medianoche) vencieron en audiencia promedio a las de El Trece. La única excepción fue Arriba argentinos, que se impuso a Baires directo.
La conjunción del mal andar de las ficciones de Pol-ka, la disminución de la audiencia de ShowMatch y la pérdida del lugar de privilegio que Telenoche tiene desde hace décadas –todo en un mismo año– hacen pensar si sólo se trata de un problema televisivo coyuntural o si en realidad forma parte de un cambio social que traspasó la pantalla y comenzó a vislumbrarse en este 2012. ¿Es el comienzo del fin de una era? ¿Cuánto influyó en el gran año de Telefe el flojo rendimiento de la programación de El Trece?
Una de las gratas sorpresa del año fue, sin dudas, la versión que Canal 7 y Dori Media hicieron sobre Be tipul, el formato israelí que fue reconocido en el mundo entero por la adaptación de Gabriel Byrne realizada por HBO. A partir de un sólido elenco (Leo Sbaraglia, Dolores Fonzi, Diego Peretti, Ailín Salas, Julieta Cardinali, Germán Palacios, Norma Aleandro) y una ajustada adaptación de libros a cargo de Ester Feldman y Alejandro Maci, En terapia se constituyó como una de las grandes ficciones de 2012. Los vínculos humanos que se entablaron en el consultorio del Dr. Guillermo Montes encontraron en la puesta y en la dirección el acompañamiento ideal para que el público se sintiese un poco voyeur, espiando las situaciones íntimas que allí se dispararon. Sin apelar a efectos o recursos de posproducción, con el diálogo humano como apasionante motor de intriga y emoción, En terapia le devolvió a la TV argentina la idea de que lo que verdaderamente importa para tocar la sensibilidad del televidente es un buen guión y grandes intérpretes.
La elección de la TV pública de adaptar Be tipul al gusto y las costumbres locales resultó, a la postre, todo un acierto. No sólo porque se trata de un programa atractivo desde el mismo nudo dramático, sino fundamentalmente porque su formato pudo sortear las limitaciones técnico-artísticas de un canal que está en pleno proceso de reencuentro con la producción propia de ficción. El hecho de que En terapia transcurriera íntegramente en interiores y requiriera de sólo dos decorados y una puesta de cámaras de plano y contraplano hizo posible que el regreso de Canal 7 a las “grandes ligas” de la producción de ficción dejara las palmas coloradas del público. La economía de recursos de En terapia permitió que la TV pública estuviera a la altura de un formato internacional y se animara a una segunda temporada en 2013.
Si el 2011 había sido el año de la ficción, dadas la cantidad y la variedad en la oferta temática que había evidenciado el género (a raíz de los estrenos de los primeros programas surgidos de los concursos de fomento organizados por el Incaa y el Ministerio de Planificación Federal), el 2012 puede pensarse como el año de la consagración y la consolidación de esa política. De consagración porque TV por la inclusión, una de las ficciones allí surgidas, logró hacer historia en la TV mundial, al obtener dos premios Emmy internacionales. La serie de ON TV, que abordó a lo largo de trece capítulos diversas maneras de discriminación y exclusión social, fue reconocida en el rubro actoral en el premio más prestigioso de la TV mundial. Cristina Banegas y Darío Grandinetti fueron votados como mejor actriz y actor en televisión de 2012, respectivamente, por sus trabajos en distintos capítulos del ciclo producido por Claudio Villarruel y Bernarda Llorente. Nunca antes dos actores de un mismo programa habían alcanzado ese logro.
La ficción fomentada desde el Estado alcanzó en esta temporada, también, un grado de consolidación institucional y artística que renovó el género. Propuestas como Los pibes del puente, Volver a nacer, 23 pares, Amores de historia, La viuda de Rafael y Babylon, entre otras, son “hijas” de este nuevo escenario, en el que las posibilidades de disfrutar de diferentes opciones temáticas se ampliaron como nunca antes. Más allá de que aún falta encontrar un punto de equilibrio artístico, la política de incentivo a la ficción resulta ser una de las más importantes noticias de la TV argentina, dándoles la oportunidad a productoras pequeñas y sin pantalla de canalizar proyectos que de otro modo no hubieran desembarcado en la pantalla chica. Una decisión política saludable que, sin embargo, requiere de un mayor cuidado a la hora de promocionar y programar los ciclos, en función de que esa catarata de estrenos se traduzca en niveles de audiencia que puedan sostenerla en el tiempo. El gran desafío a futuro es hacer que esa política de fomento a la ficción se convierta en opciones “reales” para los televidentes, en parte de su zapping.
Si hace varios años los programas periodísticos se habían refugiado mayormente en la TV por cable, la emergencia de un tiempo a esta parte de una agenda socio-política activa reavivó el escenario en la TV abierta. La irrupción de 6,7,8 en la pantalla chica despertó la modorra periodística en la que se encontraba el medio, poniendo su mirada en la realidad pero también en el análisis del discurso mediático. Era de esperar, entonces, la aparición de nuevos exponentes del género. El primero en surgir fue Bajada de línea, el programa de Víctor Hugo Morales que en 2012 volvió a demostrar que es el mejor programa periodístico de la TV abierta, analizando diversas problemáticas desde una postura política clara, pero dándoles cabida a otras miradas. En la era en la que el periodismo de investigación carece de lugares en los que cuales ejercitarse, Bajada de línea al menos tuvo la inteligencia de poner en contexto histórico e internacional la temática abordada en cada envío.
Su contracara fue PPT, el ciclo que Jorge Lanata estrenó en El Trece. Más cerca del show periodístico-humorístico que del rigor, más pendiente del impacto y el efecto que del contenido, PPT pareció más pendiente de la lógica televisiva que de la periodística. Enfocado únicamente en cuestionar al gobierno nacional, el programa consiguió su rédito en materia de rating, pero dejó mucho que desear en materia profesional. En la misma línea de impacto, América siguió haciendo gala de periodismo sensacionalista, con ciclos como Documentos América o Cámaras de seguridad, el último exponente de la TV basura. Claro que la realidad, muchas veces, puede ser entendida mejor desde el costado del absurdo. Los fans de Peter Capusotto y sus videos lo corroboraron a través de un puñado de capítulos que superaron –si esto era posible– lo logrado por el ciclo la temporada pasada.
En materia de reality shows, la gran novedad del año fue La voz, el ciclo de Telefe. Conducido por Marley, el reality musical le dio una vuelta de tuerca al género, a partir de una idea muy sencilla: el jurado preseleccionaba a los finalistas sólo por lo que escuchaban. Sentados en sillones, de espalda a los participantes, dejándose llevar únicamente por lo que escuchaban, El Puma José Luis Rodríguez, Miranda y Axel les daban la bendición a los concursantes sólo por su talento. Recién después, el jurado trataba de convencerlos para que los seleccionados eligieran a uno como su coach. Simple y sin ridículas peleas, poniendo la música como protagonista, La voz es el ejemplo más cabal de que el musical sigue siendo un espacio fértil y atractivo para el reality. Por el contrario, los formatos más antiguos siguen mostrando signos de deterioro y desinterés en los televidentes, tales los casos de Gran Hermano, Bailando y Cantando por un sueño, y Operación Triunfo, todos ciclos que cubren una gran cantidad de espacio en la programación pero sin arrastrar los malones de televidentes de sus épocas de gloria.
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