Sábado, 26 de enero de 2013 | Hoy
TELEVISION › FELIPE PIGNA Y ELEONORA WEXLER HABLAN DE HISTORIA CLINICA
Desde San Martín hasta el Che Guevara, pasando por Troilo y Perón, el ciclo que comienza hoy en Telefe indaga hasta qué punto sus enfermedades condicionaron sus vidas públicas. Pigna y Wexler anticipan el capítulo dedicado a Evita.
Por Emanuel Respighi
La historia argentina dejó de ser materia únicamente de los historiadores y la manera de conocerla y entenderla ya no se remite exclusivamente a la academia o los manuales de estudio. Ciclos televisivos como Algo habrán hecho y Lo que el tiempo nos dejó, entre otras ficciones y docuficciones, desempolvaron el pasado lejano y reciente del país con un lenguaje visualmente atractivo, capaz de resolver la eterna tensión que la temática genera entre calidad y popularidad en la pantalla chica. En esta tendencia revisionista a la que se animó la TV, esta noche se estrena una nueva propuesta: Historia clínica. Producida por Underground, la serie de docuficción se detiene –a lo largo de trece capítulos– en la vida médica de igual cantidad de personalidades de la política y la cultura argentinas. El ciclo, que emitirá Telefe todos los sábados a las 23.30, surgió del concurso de Fomento TDA, organizado por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y el Ministerio de Planificación Federal.
José de San Martín, Che Guevara, Manuel Belgrano, Aníbal Troilo, Juan Domingo Perón, Tita Merello, Eva Perón, Carlos Jáuregui, Horacio Quiroga, Juan José Castelli, Alfonsina Storni, Enrique Santos Discépolo y Domingo Faustino Sarmiento: todos ellos tienen como denominador común: el haber sido figuras fundamentales en su ámbito y en su tiempo. Y no sólo eso: todos sufrieron alguna enfermedad que marcó su vida pública. Basándose en el libro homónimo escrito por el doctor Daniel López Rosetti, Historia clínica hace foco en las distintas enfermedades que tuvo que atravesar cada una de estas personalidades míticas de la historia argentina. Con un elenco rotativo de primera línea (desde Pablo Rago hasta Luis Machín, pasando por Cecilia Dopazo, Mike Amigorena, Adrián Navarro y Marcelo Mazzarello), la docuficción expondrá las patologías –no necesariamente las causas de las muertes– de personalidades notables de la historia argentina. Conducido por Felipe Pigna y el doctor Daniel López Rosetti (autor del libro homónimo del programa), la serie comienza con la proyección de “Eva”, en el que se aborda el cáncer que aquejó a la Abanderada de los Humildes, papel que interpreta Eleonora Wexler.
“La dificultad residía en la intervención mía y la de Rosetti –explica ante Página/12 Pigna–. No queríamos aparecer en pantalla como profesores dando clase. El formato que encontramos para no aburrir fue hacer un backstage inicial y algunas intromisiones dentro de la trama, en donde Daniel y yo preparamos al actor en los aspectos históricos y médicos del personaje y de la situación a representar. Ese backstage termina siendo la excusa para acercarle a la gente una introducción al tema, aportando información adicional, y para darle pie a la ficción.” Por su parte, Wexler, que se puso en la piel de Eva Perón, señala que “el ciclo aborda a próceres, a estos mitos que tanto significaron para el país, desde un lugar humano. La posibilidad de hacerlo desde la ficción le va a permitir a la historia argentina llegar a un público masivo. La conjugación de ficción y realidad, con flashbacks y aclaraciones entremezcladas, le otorga al programa un tamiz amplio y enriquecedor”.
–En términos actorales, Eleonora, ¿qué significó interpretar a Eva Perón?
Eleonora Wexler: –Hacer a Eva fue un desafío enorme. Eva es una imagen tan potente, tan fuerte de nuestra historia, tan presente en el colectivo social argentino, que me preguntaba qué era lo que podía aportarle yo. Eva debe ser la personalidad de la historia argentina más interpretada. Después de estudiar y analizar, me di cuenta de que no tenía que copiar a una Eva, sino que simplemente tenía que dejarme llevar por la parte en la vida de Eva que me tocaba llevar adelante. En el capítulo contamos los últimos cuatro años en la vida de Eva, desde el punto de vista de la enfermedad que padecía. Mi intención no fue copiarla, sino contar lo que creí que sentía esta mujer, en el lugar en el que estaba, con toda su fortaleza y sin todo el desarrollo de la ciencia que existe hoy en día.
–En cierta manera, Historia clínica va a contar aspectos íntimos de estas personas, sobre cómo encararon la enfermedad y se relacionaron con su entorno...
Felipe Pigna: –Entramos en la vida íntima de personajes históricos para entender su vida pública, contando cómo afectó cada enfermedad su desarrollo público. En el caso de Eva, aparece la cuestión privada, pero en función de comprender cómo condicionó su vida pública y política.
E. W.: –Las enfermedades limitaron la vida pública de todas las personalidades que abordamos en el ciclo. No husmeamos sus enfermedades desde el lugar del chisme, sino desde el peso que la salud tuvo en sus carreras y en la historia argentina.
–Pero por contar esa vida íntima, imagino que la serie tiene mucha reconstrucción sobre el comportamiento puertas cerradas de Eva, que está basada en supuestos, más que en documentación concreta. ¿O me equivoco?
F. P.: –La reconstrucción trata de ser lo más fidedigna posible a partir de testimonios de gente que compartió la vida privada de Evita, como la enfermera que la acompañó hasta su último día. La intención del programa es mostrar cómo la vida privada afectó su desarrollo en la vida pública.
–Desde afuera, uno tiende a pensar en una Evita frágil físicamente. ¿Fue así?
E. W.: –Más allá de la fragilidad que uno puede creer que tenía por el desarrollo de la enfermedad, Eva tenía una gran fortaleza psíquica y física, que se pone de manifiesto en los dolorosos tratamientos a los que se sometió. Su cuerpo flaco, sin embargo, no se condice con su actividad de esos días. Durante el levantamiento de Menéndez, Eva estaba en tratamiento para mitigar el dolor del cáncer y da un discurso al pueblo que sólo lo puede hacer alguien muy fuerte.
F. P.: –Incluso, ese mismo día se reúne con la CGT y empieza a organizar las milicias obreras. Aun en el estado en que se encontraba.
–¿Eva ocultó su enfermedad el mayor tiempo posible?
F. P.: –Le ocultaron a ella la enfermedad más de lo que lo hizo ella. Ella la disimulaba ante los demás para seguir trabajando. Pero a ella llegaron a “tocarle” la balanza para que no conociera su verdadero peso, en sus últimos momentos. Ella trató, en todo momento, de hacer como que la enfermedad no existía. No lo hacía de soberbia, sino para seguir adelante trabajando. Tenía buenas intenciones. Lo que dicen quienes estuvieron con ella era que la desesperaba no poder seguir trabajando y luchando por sus ideales.Y eso fue un problema para la curación de la enfermedad. Eva le dio mucha ventaja al cáncer.
–¿Pero ella siempre supo de la enfermedad que padecía?
F. P.: –No, no lo supo de entrada. Y mucho se debe a que se oponía a realizarse estudios para tratarse. Ella tuvo un diagnóstico relativamemnte temprano, en 1949. Si se hubiese atendido en ese momento, podría haber salvado su vida, como lo hizo su madre, que también padeció cáncer de cuello de útero y sobrevivió. Eva tardó 18 meses en tratarse.
–¿Por qué?
F. P.: –Ella se negaba a tratarse, creo yo, porque no quería perder tiempo de trabajo. Eva trabajaba 18 horas por día y no quería abandonar su función social.
E. W.: –Eva tuvo un diagnóstico equivocado de apendicitis, por el cual se opera, pero le aconsejaron que se sometiera a otro tipo de estudios y se negó a hacerlos.
F. P.: –El que le dio un mal diagnóstico fue Ivanissevich. Después tuvo un médico muy bueno, Jorge Albertelli, que fue quien la acompañó y trató de ayudarla, pero respetando sus decisiones. Con Albertelli (interpretado por Jorge Suárez) entabla una relación muy linda, muy particular, porque no era peronista. Albertelli era un tipo de origen socialista, con muchas críticas al modelo y, sin embargo conforman una amistad muy linda. De hecho, Albertelli escribió el libro Mis 100 días con Eva Perón. Fue el único médico de cabecera de Evita.
–¿Por qué resulta tan importante la historia clínica de estos personajes para la historia argentina?
F. P.: –Es importante en cuanto a que la historia clínica los humaniza. En Argentina estamos acostumbrados a relacionar humanización con adentrarnos en las miserias humanas. Eso no pasa en Historia clínica. El programa los humaniza en el sentido de que los pone al mismo nivel que cualquiera de nosotros. Que sean mortales hace posible la empatía con esos personajes. Si fueran perfectos, no podrían generar empatía. Es muy importante hablar de este aspecto porque es una manera de hablar de su humanidad. Además, en algunos casos ha condicionado su carácter. En el caso del Che, curiosamente su asma lo condiciona positivamente, porque le imprime una temeridad y una audacia que quizás no habría tenido.
E. W.: –No me resultó difícil meterme en esta mujer. Eva me conmueve e interpretarla me conmovió profundamente. No sentí el peso de la historia de Eva. Su historia me atravesó al punto de que dejé que el personaje se apodere de mí a la hora de interpretarlo. Hubo algo que me conectó con Eva. Para uno que aprendió la historia desde los manuales, ponerle carne y hueso es apasionante y esclarecedor.
–En los últimos años, a partir del fallecimiento de Néstor Kirchner y luego la operación de Cristina Fernández de Kirchner, algunos plantearon la noción de la “enfermedad del poder”. ¿Existe?
F. P.: –Depende mucho de cómo cada persona se toma el poder. Ni Hitler ni Mussolini ni Pinochet ni Stalin ni Franco tuvieron problemas de salud. El poder afecta a ciertas personas que tienen cierta sensibilidad. No creo que el poder en sí mismo genere enfermedades. Depende de cómo se toman las cosas. El cáncer, por ejemplo, tiene que ver con la “malasangre”. Rosetti dice que la “malasangre” existe, que cuando algunos componentes de la sangre bajan o suben en sus cantidades, la persona se deprime, sufre, baja sus defensas. Hay elementos psicosomáticos que determinan enfermedades. No creo en la enfermedad del poder ni me gusta esa expresión porque es muy generalista. Los dictadores más poderosos del mundo, con una capacidad de daño importante, sufrieron enfermedades graves. O vivieron mucho o se suicidaron, como Hitler.
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