Lun 04.03.2013
espectaculos

TELEVISION › EL REGRESO DE ERNESTINA PAIS A LA PANTALLA CON DESAYUNO AMERICANO

“Me puedo divertir, pero no quiero ser una boluda alegre”

La presentadora vuelve al horario y al formato que, según ella, la volvieron popular. Ernestina habla de su impasse laboral y de las posibilidades de hacer periodismo dentro del formato magazine.

› Por Federico Lisica

“Así estoy”, dice Ernestina Pais al llegar a la entrevista con Página/12 por su vuelta a la televisión con Desayuno Americano (de lunes a viernes a las 9.30 por América). Remata la frase con una carcajada que explicita el frenesí y la complicidad con ese estado. De hecho, en los últimos días ha perdido un celular –casi pierde el nuevo dejándolo en la mesa de un bar para hacer las fotos–, se halla en pleno trajín por el comienzo escolar de su hijo y –claro está– retomando la dinámica en los medios luego de una impasse de varios meses que nunca definirá como “año sabático”. Si en la televisión romper la cuarta pared es obligación para que los espectadores entren en código con quien está del otro lado de la pantalla, cada ademán de Pais es reconocible: inquieta, vehemente, con una lengua que primero dispara y después dice quieto, y aquel signo que Andrés Calamaro catalogara como “honestidad brutal”. Rasgos por los que seguramente fue convocada para conducir la tercera temporada de un magazine que viene con varios cambios (ver recuadro). Y se trata de un regreso por partida doble. Justamente será en una franja horaria cuya referencia ineludible es –y será– Mañana Informales, programa que le valió a Pais el impulso definitivo en los medios y, al formato magazine, su última gran renovación.

–¿Qué hubo en este proyecto para que volviera a la televisión?

–Hubo otras propuestas, de radio, de tele, hubo de todo. De hecho, en el momento en que Pame (N. de R.: Pamela David, la anterior conductora del ciclo) se fue a parir, me dijeron si quería reemplazarla. Le expliqué a la producción que estaba justo en un año en el que había decidido no hacer nada. Pero la propuesta maduró. Y ojo, no soy Nicolás Repetto, necesito mucha plata para irme a vivir a España, no laburar o dedicarme a la carpintería (se ríe). A ver, yo también tengo otros emprendimientos, más allá de “lo que se ve”. De hecho, esos proyectos arrancaron como una posibilidad por si llegaba a quedarme sin trabajo. Este ámbito es muy chico, no tenés muchas posibilidades de elección y puede que te ofrezcan algo que no querés y te quedes sin trabajo. Aunque fue la primera vez que me sucedió finalmente eso, de que lo paralelo fuera mi sostén.

–¿Cómo la encuentra la vorágine?, ¿se había desacostumbrado?

–Lo más difícil es esto: la previa. Porque no tenés un día igual al otro. Un día ensayás, otro hacés notas, si la vorágine viene con rutina es más fácil. Pero cuando un día es completamente diferente al otro, la verdad es que estás un poco descuajeringado, como decía mi abuela. Además mi hijo Benicio acaba de empezar cuarto grado, cambio de colegio incluido, complicaciones varias. Así que en estos días terminé de conocer a las mamás de los nuevos compañeritos, hacer prensa, fotos y arrancar un programa de tele.

–Vuelve a un formato en el que el modelo a seguir es el de Mañanas Informales. En aquel caso, la dinámica que había entre los integrantes parecía imponerse a todo. ¿Se buscará nuevamente eso?

–Eso fue increíble, es imposible de repetir. Ahora va a ser otra dinámica que tampoco se va a poder repetir. Eso es lo que tienen el magazine y el vivo. Y cuando se habla del formato de Mañanas Informales, ¿cuál era el formato de Mañanas Informales? Nadie sabía bien qué era lo que iba a pasar. Era una situación de tal placer y diversión que las cosas brotaban. Había una intención de cómo mirar la actualidad, eso seguro, tenía una base periodística fuerte, que para nosotros eso era muy importante: yo me puedo divertir pero no quiero ser una boluda alegre. Otras secciones hacían surgir la química. Como “el pogo de las 12”. Un día Jorge (Guinzburg) llega medio enojado, la mañana entera con cara de orto, tratando mal a todo el mundo, entonces le digo, al aire, que había que hacer una descarga. Le explico que el pogo es un baile punk que nació en los ’70 en Inglaterra y demás. “A vos te va a servir como una terapia”, le dije. Y eso finalmente prendió como “el pogo de las 12”. Todo lo que se tiraba en Mañanas Informales crecía. Todo. Era una tierra fértil de ideas y buena onda. Y ojo que podías tener disidencias. Yo no compartía muchas ideas con (Gastón) Recondo, como ahora podría llegar a no estar de acuerdo en todo con Toti (Pasman).

–Sin embargo, Mañanas Informales instaló cierta manera de hacer un magazine y, por su éxito, la media mañana se volvió un primer prime time televisivo.

–Eso fue muy fuerte. A la mañana hacíamos más rating que el prime time de América y Canal 9 juntos. Por primera vez viví ahí lo que es hacer un programa popular. La Biblia y el Calefón podía medir mucho, lo mismo CQC, pero me refiero a situaciones de que nos pusieran en las salas de espera de los hospitales porque levantaba el ánimo, o que la gente te enviara videos de las oficinas con sus pogos. Era muy loco. Hay que ser honestos, Canal 9 había arrancado con Macu Mazzuca y Maby Wells, después intentaron con Chiche y su famosa tirada de cola en cámara. Entre uno y otro programa algo había pasado.

–¿Tenía esa libertad para expresarse en CQC o el magazine le da más posibilidades por fuera de guión?

–Ahí hay un error. Porque todos los programas tienen guión. Todos. Absolutamente todos. Sin esa base no podés hacer nada. Pero desde el hilo conductor podés delirarla, lo mismo que en Caiga..., la diferencia era el tiempo. Tenías un minuto. Te acortás. Lo cierto es que me siento más yo en un formato como éste, en el otro tenía que sincronizarme con dos personas más y presentar un contenido concreto. Acá se supone que vamos a tener esa posibilidad de explorar. En uno te daban la nota, en el otro vos sos la nota. Son cosas completamente distintas.

–¿Qué programas miró en este tiempo?

–Todo lo que se parezca a un noticiero. Puedo ver hasta un Intrusos que creo, en su género, es un programa muy redondo a nivel producto y me divierte. Pero veo todo lo que contenga noticias. Se llame como se llame, magazine, noticiero, todo lo que tenga actualidad.

–¿Cree que esa impronta podrá estar presente en Desayuno Americano, cuyas temáticas últimamente pasaban claramente por el chimento?

–Es que a mí no me sale otra cosa. Me acuerdo cuando llegó Tinelli al 13, nosotros ya veníamos de un año de Mañanas Informales y Tinelli te “tinelliza” la pantalla, entre otras cosas porque no se lo podía criticar (se ríe). Entonces, ironizábamos sobre lo que teníamos que hablar. Había que pasar videos del Patinando por un Sueño y los nombres de sus “figuras”: yo no me aguantaba. Puedo hablar de espectáculos, pero si no puedo decir la verdad, me voy a reír de eso. Hasta tuvimos un par de llamados de arriba para decirnos que ya estaba bien de ironía. Creo que hasta lo más ridículo se puede encarar desde un costado periodístico que nos identifique a todos, pero si no prefiero reírme de eso. No puedo actuar con seriedad algo que no lo amerite.

En un medio tan vertiginoso como la misma entrevistada, Marcelo Tinelli y su troupe podrían desembarcar en la pantalla de América. ¿Qué diría Pais, en vivo en tal caso, sobre el dueño de Ideas del Sur? Amén de sus recientes declaraciones como cebador de la máquina, Pais no parece haber cambiado tanto. La alta exposición, sus proyectos paralelos en gastronomía y fotografía y la conducción de la primera mañana radial en Día Perfecto (por Metro) y de CQC durante tres temporadas la dejaron al borde del KO emocional y físico. El alejamiento mediático fue una necesidad vital. ¿O el cambio será más profundo? “Debe ser por la edad. Antes estaba más enloquecida que ahora, salvo que no me daba cuenta, disfrutaba sentir que no tenía tiempo, y hoy quiero tener tiempo, seguramente es porque pasó el tiempo”, declara y se ríe de su trabalenguas.

–¿En algún momento del año pasado pensó en abandonar su reclusión y volver a los medios?

–No. Obviamente en esta última semana me broté toda la piel. Pero a diferencia de otras personas que dicen padecer la exposición y son antipáticos, yo la padezco desde un lugar físico. Ahora me toca estar en todo, cosa que antes no pasaba. Como me dijo alguien: “Soy una marginal obligada a jugar en el centro”. Soy bastante poco ordenada, soy una persona que vive y hace lo que le gusta en el momento que quiere. Cuando todo eso lo tengo que exponer al ojo público, a veces, no la paso bien, pero trato de que eso no le llegue al resto. Por eso no me imagino toda mi vida “montándome” para salir a escena, como dicen las Drag Queens. Quiero estar más relajada en un punto.

–Uno de los proyectos paralelos que usted tiene es el de la fotografía. Si tuviera que elegir tres fotógrafos para que capten su pasado en los medios, el 2012 y este nuevo año, ¿quiénes serían?

–Claramente todo lo anterior al 2012 sería (Sebastiao) Salgado. Un brasileño que hizo una serie de fotografías sobre las minas, porque yo laburaba como un minero realmente. El pasado reciente fue (piensa por unos segundos) Nan Goldin, una fotógrafa del “aquí y ahora”. Yo tenía que resolver muchas cosas el año pasado. Estaba así como... si miran las fotografías de Nan Goldin me van a entender. Y si tuviera que describir el 2013, diría... ¿cómo se llama? ¿Sierman? ¿Soderman? Estoy hablando de una fotógrafa que hace muchos años retrató a sus hijos en casas de campos, fue muy censurada porque aparecían desnudos. ¡Detesto no acordarme los nombres! Lo lindo que tienen esas imágenes es que se refieren al juego, sus hijos están jugando, y de alguna manera yo tengo ganas de volver al trabajo jugando así.

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