Mié 06.03.2013
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TELEVISION › CINE EUROPEO DE CALIDAD EN PRIMER PLANO DE I.SAT

Del Bafici a la pantalla chica

El tradicional ciclo emitirá este mes dos films de lo que se conoce como “Escuela de Berlín”: El mal del sueño, de Ulrich Köhler, y At Ellen’s Age, de Pia Marais. Además, estarán la griega Attenberg, dirigida por Athina Rachel Tsangari, y Submarino, del danés Thomas Vinterberg.

› Por Horacio Bernades

En lo que va del siglo XXI, dos son las cinematografías nacionales que vienen proponiendo algo realmente nuevo. Una es el cine rumano. La otra, lo que se conoce como “Escuela de Berlín” del nuevo cine alemán, integrada por cineastas como Christian Petzold (Yella, Triángulo, la inminente Barbara), Thomas Arslan (Ferien, la reciente Gold), Ulrich Köhler y Pia Marais. El ciclo de este mes del tradicional programa Primer Plano (I.Sat, miércoles a las 22) permitirá ver dos de los films más recientes de estos últimos. La película de Köhler, que abre el ciclo en la noche de hoy, se vio en el Bafici 2011 y llegó a estrenarse en salas comerciales el año pasado, sin mucha fortuna. Se trata de El mal del sueño (Sleeping Sickness), y la emisión televisiva permitirá hacerle justicia, teniendo en cuenta lo inadvertida que pasó cuando llegó a la cartelera porteña. La

de Pia Marais, la magnífica At Ellen’s Age (miércoles 13), también se vio en el Bafici 2011, en Competencia Internacional. Otra película que pasó por la sección oficial del Bafici 2011 es la griega Attenberg, dirigida por Athina Rachel Tsangari (miércoles 20). Y el ciclo se completa con un film inédito en la Argentina del realizador más conocido del cuarteto: Submarino (2010), penúltima película a la fecha del danés Thomas Vinterberg, realizador de la célebre La celebración.

Si algo se hace recurrente en buena parte de los films de la llamada “Escuela de Berlín” es la puesta en escena de una incertidumbre, una desorientación, un imprevisto, un extravío. En otras palabras, la inversión exacta de lo que suele asociarse con “lo alemán”. Parte de la Competencia Internacional del Bafici diez años atrás, Bungalow, ópera prima de Ulrich Köhler, narraba la deserción y vuelta a casa de un joven soldado alemán, que parecía más perdido en medio del hastío burgués que en el frente. En El mal del sueño, el que se extravía en medio de Africa –continente de lo desconocido por excelencia– es un médico alemán que, como su antecesor, enfrenta el vacío. Pero no ahora al vacío de su clase, su familia, los suyos, sino el vacío profesional y existencial, producto de que su tarea en Camerún llega a su fin. El doctor Veltman (notable Pierre Bokma, dueño de un cabello que cae sobre su frente como si se tratara de su ánimo) toma una decisión contraria a lo que el sentido común indicaría. En ese momento la película –que le valió a Köhler el Oso de Plata al Mejor Director en el Festival de Berlín– se parte en dos, narrando un proceso de metamorfosis que hasta podría llegar a hacerse físico. Por lo tanto mágico, tribal, ancestral.

Pia Marais también cuenta con credenciales baficianas: por allí pasó, unos años atrás, su prometedora ópera prima, The Unpoli-shed (2007). At Ellen’s Age narra algo así como la segunda vida (en tierra, lo cual es para ella en tierra desconocida) de una azafata. Interpretada por la francesa Jeanne Balibar (doblada con precisión al alemán, justa ganadora del premio a Mejor Actriz en el Bafici 2011), Ellen recibe dos malas noticias en el mismo día. La primera se la da su pareja. La segunda, su médico. La tercera se la da, días más tarde, la compañía aérea para la que trabaja, en este caso como consecuencia del estado de pérdida de realidad en que la mujer parece hallarse. Curiosa coincidencia, también es en Africa donde Ellen se pierde y empieza a reencontrarse. Perdida la brújula, la protagonista no sabe adónde va, la película (da la sensación de que) tampoco. Se deprime en medio de una orgía, se hace amiga de un monito, se integra sin mucha convicción a un grupo ecoterrorista europeo, se casa para permitir que uno de los miembros del grupo zafe de la colimba, vuelve a Africa, donde un grupo de defensores de la vida animal combate a los cazadores furtivos “con sus mismas armas”. Notablemente narrada, At Ellen’s Age parece transcurrir en medio de un mareo, una resaca, un extravío.

Además de haber presentado también su primera película (The Slow Business of Going, 2001) ya no hace falta decir en qué festival porteño, la ateniense Athina Rachel Tsangari produjo, unos años atrás, Colmillo (Doghtooth), que tuvo una larga recorrida por festivales y pudo verse el año pasado en la propia pantalla de I.Sat. Si Colmillo transcurría en un mundo con reglas propias –el de una familia a la que su padre había apartado del exterior para siempre–, algo semejante sucede en Attenberg, opus 2 de Tsangari, ganadora del premio a la Mejor Dirección en... sí, en el Bafici 2011. Aquí también un padre arquitecto y su hija de veintipico mantienen una relación bastante endogámica, tras la muerte de la madre. La chica es virgen, los hombres le producen repulsión y las mujeres, cierta curiosidad. Pero no más que eso. Por más que su amiga, algo más experimentada, le enseñe cómo dar besos de la lengua. Memorable la escena inicial, en la que las dos abren las bocas como hipopótamos, revoleando las lenguas y sin sentir, obviamente, ninguna sensación agradable.

La referencia zoológica no es caprichosa: el padre, que padece una enfermedad terminal, y la hija miran por la tele documentales zoológicos y juegan a gruñir, graznar, bambolearse como orangutanes. Las dos muchachas practican, a su vez, las más extrañas coreografías pedestres, que parecen creadas por cierto personaje que hacía John Cleese, cuando estaba en los Monty Python. Attenberg parecería, efectivamente, el cruce de un relato de iniciación con un melodrama familiar, y de éste con sketches varios de los Python. ¿Y Submarino, a qué se parece? A una del mexicano Alejandro González-Iñárritu, desde ya. En la escena inicial, dos chicos (des)cuidan a su hermanito bebé, en el más sórdido de los departamentuchos daneses. Al rato llega mamá, totalmente borracha, los reta, les pega, busca alguna botella de alcohol, encuentra una, la toma y cae fulminada en la cocina. Mientras tanto el bebé se muere en otra habitación. Como es lógico, dada la situación, que no mejora mucho en el curso de la película, tras un salto temporal que presenta a los dos hermanos ya de adultos. Uno alcohólico y violento, el otro adicto. El género de película La vita è bella, en una palabra. Las otras tres sí valen la pena.

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