Basta ver el afiche promocional de Masters of Sex (lunes a las 22 por HBO) para tener una apreciación equivocada. Por la pose frente a la cámara, la vestimenta y la decoración retro, la leve provocación del título, podría pensarse que se está frente a una Mad Men que troca el mundo de la publicidad por la temática sexual. Ambas producciones suceden en el contexto de los finales de los ‘50 y comienzos de los ‘60: el famoso fin de la inocencia americana, la época en la que los encorsetamientos dieron pie a cambios radicales. Y en los dos casos es notable la reconstrucción histórica. Hasta allí las similitudes. Porque mientras lo que acontecía en la agencia neoyorquina era pura ficción, aquí el gen es una biografía de William Masters y Virginia Johnson (interpretados por Michael Sheen y Lizzy Caplan). Por otro lado, nada más alejado de la bonhomía y el glamour de Don Draper que el médico que le da nombre a esta serie.

En Masters of Sex se palpa el estilo de la señal de origen Showtime (Dexter, Weeds, Californication, Nurse Jackie, entre otras), donde las temáticas adultas no se desentienden del entretenimiento ni de la apuesta autoral. Los doce capítulos de la creación de Michelle Ashford están centrados en los estudios clínicos de una pareja de investigadores, considerados pioneros de la revolución sexual en Estados Unidos. El tópico puede estar cerca de la biopic Kinsey. Toda la grandilocuencia que destilaba aquella película protagonizada por Liam Neeson, en Masters of Sex son diálogos de humor y una cámara empeñada en mostrar aquello que la otra simplemente sugería. Una puesta en escena atractiva, ¿sexy?, y poco indulgente con los modos en los que lo carnal suele ser representado. “¿Cómo se siente un orgasmo femenino? Fantástico”, le dice la desprejuiciada Johnson al recto Masters que suelta una media sonrisa. También están los momentos con consoladores femeninos sobre mesas clínicas y las relaciones vistas desde dobles espejos. Sin tapujos, ni falsa provocación, Masters of Sex indaga sobre los convencionalismos de su tiempo, y lo que se genera a partir del momento más íntimo y compartido que se pueda tener con alguien. “El estudio del sexo es el estudio del comienzo de toda vida”, dice el protagonista que justamente tiene problemas para concebir y para relacionarse con su propia esposa (Caitlin Fitzgerald).

Otro punto alto de la ficción (que tiene asegurada su continuación) pasa por la relación entre los que llevaron adelante las investigaciones en una universidad de Missouri. La química entre los diferentes. El, un laureado ginecólogo que indaga sobre “eso”, vanguardista y heterodoxo en su enfoque, y un absoluto cuadrado en lo que se refiere a su vida marital. Sheen se carga un personaje contradictorio como en los mejores momentos de su actuación en Frost/Nixon, cuando estaba encantadoramente incómodo. Por otro lado, su asistente es una mujer adelantada para su era, divorciada y con dos hijos, desinhibida en materia sexual, con ganas de ascender en su trabajo. Caplan transforma una posible macchietta en un rol que capta y comunica, sin perder de vista la gracia y la profundidad. No sería errado adjudicarle el protagónico a la intérprete, lo cual por otra parte es lógico, ya que la mayoría de quienes están detrás del programa (guionistas y productoras) son mujeres. “Espero que el aspecto excitante de la serie no sea lo que más llame la atención a las personas, ese es el gancho de una historia que en realidad es mucho más fascinante”, le dijo Caplan al Daily Mail con razón.