TELEVISION › EL ESTRENO DE DRáCULA, HOY A LAS 22 POR UNIVERSAL CHANNEL
Una nueva versión del clásico de Bram Stoker llega a la TV. ¿Qué tiene de distinto para ofrecer? Su protagonista, Jonathan Rhys-Meyers, le da su toque sexual y enigmático, en una versión que apuesta tanto al clasicismo como a la batería pop.
› Por Federico Lisica
El elemento básico de las historias de vampiros, se sabe, es la sangre. Y Drácula (estrena hoy a las 22 por Universal Channel) demuestra que la novela de Bram Stoker es como una bolsa interminable de 0 negativo de la que siguen succionando formatos de todo tipo y factor. No por nada el slogan de esta nueva versión es: “una leyenda renace”. En este caso, bastante respetuosa de la original. Al punto que están los más recordados personajes principales y secundarios: el conde rumano; Mina; su prometido; la pecaminosa Lucy y, obviamente, el doctor Van Helsing. Si se compara a esta serie con otras del furor vampírico en televisión (The Vampire Diaries, True Blood, etc.) podría decirse que es demasiado tradicional. Lo cual no es necesariamente un defecto. Sin un gramo de ironía, ambientada en los años que se editó el libro, el antihéroe teme a la luz, padece por amor, y lo quieren ultimar a la vieja usanza (con ajo, crucifijos, agua bendita y estacas filosas). Pero como si fuera un cover de una canción, sus creadores (los mismos de la hiper brit Downtown Abbey) se montan sobre ella para crear otra historia.
Aquí la criatura de la noche se presenta en la sociedad victoriana como un estadounidense llamado Alexander Greyson involucrado en el desarrollo de la energía geomagnética. Bajo ese manto tipo Edison o Tesla (que son nombrados porque la referencia con El Gran Truco es demasiado elocuente) lo que en realidad desea es vengarse de los que lo transformaron en un chupasangre siglos atrás. Los verdaderos malvados son los integrantes de La Orden del Dragón, una logia que recuerda mucho a los masones de From Hell. Si aquella película indagaba sobre Jack, el Destripador, aquí se devela el mito del asesino serial del barrio de Whitechappel: era un vampiro poderoso. Por su parte, la mujer que le recuerda a su amada muerta, es una estudiante de medicina bastante adelantada para las formalidades de época. Su novio no es administrativo, sino un periodista de raza. Y el científico de apellido holandés puede que tenga alguna similitud con el que interpretó Hugh Jackman en Van Helsing. En esa línea de múltiples conexiones se mueve esta serie de diez episodios que viene a suplantar en la grilla del canal a Bates Motel.
Ficción que abona, una vez más, la idea de los ingleses como formales y los estadounidenses como soberbios. Eso no es todo. Hay escenas de acción tipo Matrix; las que indagan sobre la Londres decimonónica no desentonarían en algún film de James Ivory. Entre los puntos altos, están las vueltas de tuerca inesperadas –la relación entre Drácula y Van Helsing sobre todo– que sorprenden pese a que hagan revolver en su tumba a Stoker.
Sin dudas el gran encanto de la ficción pasa por su protagonista: Jonathan Rhys-Meyers. Algo menos desatado que su papel en The Tudors –por la búsqueda de un público más amplio–, libidinoso, enigmático, metrosexual y con un sorprendente parecido a Ricardo Fort. Un poco más desinflado, tal vez, pero con los mismos mohines y caritas con las que suele despacharse el empresario chocolatero. “Es una historia muy, pero muy opulenta, y muy, pero muy hermosa. Es una manifestación de dolor y pérdida, una tempestad de venganza y amor, que son temas universales”, dijo el actor de Match Point a la prensa británica. Olvidó añadir su carácter como perfecta batería pop a base de hemoglobina.
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