Lun 06.01.2014
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TELEVISION › LOS PROTAGONISTAS DE SRES. PAPIS

“Acá los galanes se caen a los dos minutos”

Joaquín Furriel, Peto Menahem, Luciano Cáceres y Luciano Castro encarnarán a padres de treinta y pico en la tira que estrena hoy Telefe: “El programa aprovecha lo que pasa generacionalmente”.

› Por Karina Micheletto

El nombre da una pista de lo que puede ser el primer hallazgo de esta comedia romántica, ese tema que andaba rondando, aun poco tematizado, y que los autores supieron captar: Sres. Papis. La tira también se titula Los galanes del jardín, aunque Joaquín Furriel, Peto Menahem, Luciano Cáceres y Luciano Castro, los protagonistas y papis en cuestión, se encargan de desmentir esa segunda parte del rótulo: “Acá los galanes se caen a pedazos”, aseguran, casi a coro, en diálogo con Página/12. La serie que Telefe estrena hoy, y que irá de lunes a viernes a las 22.30, aparece a priori como una de las propuestas más originales en cuanto a su temática entre los estrenos con los que este año se calienta la pantalla de la tele en verano.

Ese vínculo poco tematizado, y uno de los que más ha cambiado en los últimos tiempos, es el que pone en foco la nueva ficción de Telefe, con libros de Marcela y Cecilia Guerty, que han puesto la firma a series como El hombre de tu vida. Otro hallazgo del planteo temático, algo que saben bien los señores papis y las señoras mamis de la vida real: el jardín, la instancia de escolarización de los hijos, que aparece como un nuevo espacio de socialización, impensado antes de la experiencia de la paternidad, a partir del cual se generan nuevos vínculos también entre los adultos, en ocasiones –como refleja la tira– de amistad. Es la puerta del jardín al que estos Sres. Papis llevan a sus hijos a sala de 5 –otra elección deliberada, dirán los actores en la charla, la del fin de la etapa de preescolar– el punto de partida para que se crucen las vidas y las historias de los Sres. Papis.

Los señores papis, los galanes del jardín, son cuatro padres de treinta y pico, de clase media urbana, con estados civiles y realidades diferentes. La presentación es, a grandes rasgos, la siguiente: el papi que encarna Cáceres es viudo desde hace dos años, tiene dos nenas, una de cinco y una de tres. Es el padre sobreprotector, muy pendiente de sus hijas, incapaz de decir no y de poner límites de ninguna clase. Se siente culpable por el accidente de su mujer, a la que idealiza todo el tiempo: nadie puede competir con la perfección del recuerdo de ella. Su socio gay le recordará todo el tiempo que tan perfecta no era, y sus amigos le harán gancho con las madres de la puerta del jardín. El terminará cerca de la maestra.

Castro, “el Chori”, dueño de la pizzería que fundó su padre, sería el padre más chapado a la antigua. Está casado desde los 18 años con su novia del secundario (Gloria Carrá), con quien tiene tres hijos, y atraviesa una crisis de pareja. Parece que su esposa ya tiene una historia, esta vez con otra mujer. Furriel es un abogado corporativo, soltero, codicioso, alejado de todo compromiso. Un día aparece en su vida un niño que podría ser su hijo, y se ve obligado a hacerse cargo de él. Nada en su vida está preparado para que él se haga cargo de otro ser vivo, empezando por su casa, un modernísimo y frío loft. Peto Menahem es un padre muy presente, se ocupa de la casa y de los chicos full time. En su familia, los roles tradicionales están invertidos: su esposa es la que trabaja fuera de la casa. Tiene un hijo de 5 y una hija adolescente de un matrimonio anterior, con la que tiene una relación conflictiva, al igual que con su ex mujer.

–Como padres en la vida real, ¿reconocen estas situaciones del jardín como un espacio de socialización?

Luciano Cáceres: –¡Más bien! En el jardín de tus hijos compartís cosas emocionantes, todo es por primera vez, sólo otro que está ahí, como vos, te puede entender. Hace poco a mi nena de cuatro le dieron el diploma: se recibió de salita de tres... Terminé llorando, obvio. Pero mirás a tu alrededor y ves que todos están en la misma que vos.

Joaquín Furriel: –En la ficción, nuestros hijos están en el último año del jardín, en salita de cinco, lo cual no es casual: es el último año donde existe de verdad una dependencia de los padres. Ya a partir de la primaria tu hijo es más de la institución, ya no te comprometés tanto en las actividades como en el jardín de infantes. Creo que eligieron la sala de cinco porque los chicos tienen esa dependencia con los padres que hace que se vinculen más con las actividades.

Peto Menahem: –Creo que está bien elegido porque cuando tu hijo termina el jardín, es todo un momento importante. El fin de una etapa, para el padre también. Es como empezar a soltarlos un poco.

–Los padres planteados son prototípicos, con rasgos muy marcados en sus vínculos con sus hijos. A pesar de esto, ¿se identifican con alguno?

L. Cáceres: –Yo no lo veo tan estereotipado. Creo que todos tienen distintas zonas y, desde el capítulo uno, las situaciones los empujan a algo distinto a lo que venían siendo. En mi caso, conoce a una mujer que le va a cambiar la vida; en el caso de Luciano se plantea una separación después de 18 años; todos los personajes entran en el capítulo uno en una bisagra, en conflicto con lo que eran. Eso los va a movilizar, y los va a unir.

Luciano Castro: –Igual me gusta que se vea eso, que lo vea la gente, porque nosotros rompemos con eso. Me encanta el reto de romper con el prototipo.

–Me refería al tipo de paternidad que asumen, porque están presentados así...

L. Castro: –Sí, por eso está bueno que haya visto eso, me gusta porque lo que finalmente muestra la tira es más que eso. Igual que el tema de los galanes. ¡El galán acá no existe!

–Pero la serie se llama Los galanes del jardín...

L. Castro: –¡Eso se cae a los dos minutos! Lo que podría ser un galán, por la situación que transita, a los dos minutos está debatiendo con un chico de cinco años al mismo nivel que él, o está en el jardín hablando de un campamento.

J. F.: –Tiene que ver con la masculinidad contemporánea. La otra vez estaba cargando nafta, baja un pibe todo empilchado, con su auto, era obvio que estaba en una película, en plan “el éxito es esto”. Baja él muy montado y de repente empieza a hacer gestos, y ya en los gestos se le había roto el muñeco. Algo estaba prendido fuego adentro del auto, la novia no podía ser... y enseguida se escucha al nene de cuatro años gritándole: “¡Te dije que no me quiero quedar adentro del auto!”. El programa está bueno porque creo que tiene ese potencial.

–¿Y qué ponen de ustedes mismos, como padres, en los personajes?

L. Cáceres: –A veces como padre uno ha atravesado situaciones tan graciosas, donde se siente tan ridículo, que podrían formar parte de la tira. Una tontería que me pasó: haciendo Graduados no coincidía mucho con los horarios del jardín. Un día, finalmente, puedo llegar al jardín a buscar a mi hija. Cuando llego, eran todas madres en la puerta, y escucho como al pasar que una dice algo así como “el papá argentino”. Yo sentí como que me lo decía por mí, era el único papá que estaba ahí, el papá argentino. Medio me dio vergüenza, bueno, están hablando de mí. Me subo al auto, pongo la radio y escucho: “El Papa es argentino”. ¡Era el día del anuncio del Papa, de eso estaban hablando las minas! (risas). En fin, en la paternidad todo lo viví con mucho orgullo, cada descubrimiento, cada notita: “Hoy Amelia hizo caca sola”.

–¿Y contestan el cuaderno de comunicaciones en ese tono de maestra jardinera?

L. Castro: –No, yo rompo un poquito las reglas en ese caso, ¡soy más como el Chori! (risas). Aunque es cierto que el ser padre es una pequeña ventaja para componer los personajes.

P. M.: –Es inconsciente: todas las cosas que plantean los libros ya las viviste, o las estás viviendo. Entonces entrás solo, porque conocés eso. Hay situaciones por las que ya pasaste: el campamento, juntar plata para los regalos, ¡todo!

J. F.: –Pero también están los chicos; yo a veces pienso que si no fuese padre, también podría actuar lo que hay que actuar, porque ya un chico te invita a entrar en un mundo que no es el tuyo. Y el programa trata de eso, del mundo adulto cuando se mezcla con el mundo de la infancia. Y ahí aparecen un montón de conflictos y situaciones, las diferentes posturas ante los niños...

P. M.: –Otra cosa interesante del programa es que no solamente habla del vínculo de los protagonistas como padres con sus hijos, también habla de sus vínculos como hijos de sus padres. Si tuvieron padres o no, si fue un padre presente o no, y cómo eso lo vuelcan a su vez con sus hijos. Los padres de cada “papi” también son figuras muy fuertes.

–Hoy está bastante tematizada la maternidad, no tanto la paternidad, un vínculo que ha cambiado tanto... ése parece ser un primer hallazgo.

J. F.: –Ahí descubrieron el programa. Che, ¿qué onda con los que tienen treinta y pico, cuarenta, y son padres? Hay un tema ahí, hay una generación que tiene una manera de educar novedosa. Con todas sus dificultades: la de poner límites, por ejemplo. Pensemos que, no hace tanto, padres e hijos se trataban de usted.

L. Castro: –¡Uh, los límites! Cuándo lo tengo que retar como me retaban a mí y cuándo la dejo pasar... eso es algo que se me cruza todo el tiempo como padre.

P. M.: –Con Joaquín nos fuimos a la costa, pasamos unos días los dos con nuestros hijos. En un momento él señaló algo que es tal cual: tenemos incorporado preguntarles a ellos qué querés, tengan la edad que tengan. ¿Vamos a comer acá o allá? En un momento Joaco me dice: “¿Sabés una cosa? Mi viejo ni en pedo me preguntaba adónde vamos, ¡me enteraba cuando llegaba!”.

L. Castro: –¡Claro! ¡Cambiate que nos vamos! ¡Y cambiate en cinco porque se pudre! (risas).

J. F.: –Sabés las veces que me subí al auto vestido como no quería, y me tuve que fumar todo un cumpleaños...

L. Cáceres: –¡Vestido de verde agua! (risas).

L. Castro: –No había debate, no había repregunta. Y yo también sabía mis limitaciones, no pedía cosas que sabía que eran inaccesibles para mí.

–¿Y creen que hoy a los padres se les va un poco la mano dejando elegir?

J. F.: –No, yo creo que esa independencia y esa capacidad de elección es importante, porque en el mundo en que vivimos hoy hay tanta oferta que está bueno que, como padre, desde chiquito le digas a tu hijo: “¿Qué querés, esto o esto? Elegí, las posibilidades no son infinitas, son éstas”.

L. Cáceres: –Claro, si no, también caemos en la misma que nuestros viejos.

J. F.: –Hoy la oferta es tanta... que enloquece. Lo que tira la tele, por ejemplo. A excepción de Pakapaka, que es un placer verlo por los contenidos y porque no hay publicidad. Si no, estás viendo por ejemplo Bob Esponja, que a mí me encanta y por suerte a mi hija también, y de repente corta con una publicidad larguísima y enloquecedora. Yo la muteo, porque quedo con una exaltación que, cuando termina, entiendo cuando mi hija me dice: “¡Papá, quiero la beba esa que habla, se tira pedos de colores y además te hace un arco iris cuando mirás para atrás!”. El tema de las preguntas que uno hace tiene que ver con eso también.

P. M.: –Hay algo que nuestras generaciones ganaron, un poco empujadas, porque los tiempos cambian, pero un poco a conciencia: la verdad, está mejor así. Era apenas una decisión: había que incluir a los chicos en las decisiones. Y no se perdía autoridad, la autoridad pasa por otro lado.

–Los avances tiran una frase: “Tienen lo que ellas quieren: hijos”. ¿Creen que es así? ¿El papi garpa?

P. M.: –Es la manera de romper con eso de galán. “Tienen lo que ellas quieren”, y en lugar de aparecer Chayanne con los pantalones ajustados, aparecemos nosotros con la baba de los pibes.

J. F.: –En la época de nuestros actores del ’40 o del ’50, lo que garpaba era el “carácter”. Petrone: “Es un actor con un fuerte carácter”. ¡Ni en pedo me lo imagino a Petrone cambiando un pañal, sería terrible! Hoy el programa aprovecha lo que está pasando generacionalmente, y va a ver que lo que suma hoy en la masculinidad es otra cosa. Y sí... si una mujer ve a un tipo limpiándole la rodillita a un nene, poniéndole una curita, está viendo a un hombre conectado con un niño, cuidándolo. Bueno, eso habla mucho de una persona. En el caso de mi personaje, no es precisamente el que cuida, no va a ganar por ahí, no creo que la platea femenina pueda decir “qué hermoso”... más bien todo lo contrario. Pero bueno, es el recorrido que va a tener que hacer el personaje. Va a tener que aprender a ser padre, básicamente porque no fue hijo.

L. Castro: –De verdad, no está puesto ahí el acento; digamos que si el papi gana, es un efecto colateral. Nadie especula con la situación de ser padres.

–¿Y entonces dónde está puesto el acento?

P. M.: –En decir: ésta es la paternidad que rescatamos, ésta es la manera de ser padres que nos copa. Porque más allá de que haya cambiado el paradigma, no es tan general, también hay, y conozco, padres de nuestra generación que se separan y no pasan un mango, o no ven a los pibes.

L. Castro: –En ese sentido no hay villanos en este programa.

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