TELEVISION › LIKE SOMEONE IN LOVE, DE ABBAS KIAROSTAMI, POR HBO
En su último film, ambientado en Tokio, el director iraní vuelve a filmar aquello que no está a la vista, en busca del “verdadero cine”. El encuentro entre una estudiante que trabaja de call-girl y un anciano profesor es la historia base de esta obra maestra.
› Por Horacio Bernades
Es todo un emblema del empobrecimiento de la cartelera porteña. A mediados de los ’90, 200.000 personas fueron a ver El sabor de la cereza, tras lo cual se estrenaron varias películas previas y posteriores de su realizador, el iraní Abbas Kiarostami. Dos décadas más tarde, sólo quienes pueden costearse el abono premium del cable (o los duchos en bajadas on line, por qué no) están en condiciones de ver la película más reciente de Kiarostami. “Eh, pero mire que la anterior sí se estrenó”, opondrá alguno, refiriéndose a esa obra maestra absoluta llamada Copia certificada, que pudo verse aquí en 2012. Sí, ¿pero sabe por qué se estrenó? Porque la protagonista era Juliette Binoche, una de las dos o tres estrellas del cine de arte internacional que todavía pueden arrastrar gente a las salas. No es el caso de Like Someone in Love, filmada en Japón, con actores desconocidos de ese origen, y presentada, entre otros festivales, en Cannes 2012 y Bafici 2013. Resultado: a buscarla por HBO Max, hoy y días subsiguientes (ver detalle al pie).
Como en todos los films de Kiarostami, la concentración espacial, y sobre todo temporal, es máxima, mientras que la anécdota está reducida al mínimo (“cada vez más veo la narración cinematográfica como un obstáculo para alcanzar el verdadero cine”, señaló en una entrevista reciente). Hay una chica llamada Akiko, venida del interior a Tokio, que para pagarse sus estudios universitarios trabaja como call-girl. Algo que su muy persecutorio novio sospecha. Una noche, el dueño del bar donde Akiko hace sus contactos le pasa una cita, a la que la chica tiene que ir sí o sí. Es con el señor Takashi, un hombre muy mayor, profesor de sociología, que bien podría ser su abuelo. A su vez, ese mismo día la abuela de Akiko se costeó el viaje a Tokio para visitarla, pero ella prefirió no verla, se supone que porque no está muy feliz con la vida que lleva. La película, que transcurre en una noche, narra básicamente el encuentro entre Akiko y el señor Takashi.
Ese encuentro es más amistoso que sexual. No sólo porque Akiko estudia sociología (una de esas “casualidades” cinematográficas), sino porque se la ve triste y desamparada. A su vez, el señor Takashi perdió contacto con su nieta. Situación ideal para que ambos desempeñen, sin proponérselo, los papeles de abuelo y nieta. ¿Cuál sería ese “verdadero cine” del que habla Kiarostami y en cuyo camino la narración se interpondría? Posible respuesta: un cine concentrado en filmar a la gente, observarla pacientemente, tratando de ver aquello que no está a la vista. Como sucedía con los primeros planos del rostro de Juliette Binoche en Copia certificada, los que el realizador de Detrás de los olivos dedica aquí a ambos protagonistas –pero sobre todo a Rin Takanashi, que hace el papel de Akiko–, más que del rostro parecen de aquello que lo anima. Pueden detectarse aquí dos influencias asumidas: la de Robert Bresson y la de Ingmar Bergman.
Esa búsqueda de “filmar la verdad” por parte de Kiarostami siempre fue de la mano de lo contrario: el interés por la representación, ya sea como autorreferencia al cine o como juego de máscaras. En esto se basaba la mecánica misma de Copia certificada y se reitera, de modo más sencillo y transparente, en Like Someone in Love, donde desde el momento en que se encuentran, Akiko y el profesor simulan –daría toda la sensación que de modo inconsciente– otros roles, que ambos necesitan poner en escena. Tal vez por eso, el grueso de sus escenas juntos tengan lugar en un espacio cerrado, el departamento de Takashi, que tiene mucho de decorado teatral. De modo más acusado que otras películas del autor, Like Someone in Love empieza in media res (en medio de la acción) y termina con una irrupción del azar tan abrupta como es posible imaginar. Magistral, la escena inicial consiste en una toma madre de catorce minutos, con cámara fija e inserts de su contraplano. El encuadre muestra parte del interior de un bar nocturno. De modo prototípico, el plano fuerza la participación del espectador, con una voz en off cuyo emisor tarda un tiempo considerable en develarse.
Se podría ver la influencia de Yasujiro Ozu en ese único emplazamiento de cámara, de total economía, que permite ver, sin necesidad del más mínimo movimiento, todo lo que hay que ver. El cine de Kiarostami, que fue pasando de lo rural a lo urbano y de lo más o menos atemporal a lo estrictamente contemporáneo, da aquí un paso más en ambos sentidos, ayudado por la imagen digital. Tokio es, como se sabe, puras torres, líneas rectas, vidrio y neón. En los exteriores, Kiarostami usa este último elemento como una suerte de fondo flúo, líquido, casi de videoinstalación (forma artística que tiene intención de seguir explorando). En cuanto al vidrio, el realizador de Ten aprovecha el cristal de un parabrisas y un ventanal para producir efectos de sobreimpresiones “naturales”, mostrando en el mismo plano al que está del otro lado del cristal y de este.
Lo más llamativo del último Kiarostami es su carácter absolutamente nocturnal, cuando hasta ahora había preferido (salvo la escena final de El sabor de la cereza) la luz del sol. ¿Tendrá la edad algo que ver con esta inédita afinidad por la noche? Kiarostami, que en meses más cumplirá 74, confesó que tuvo que esperar quince años para filmar esta historia, ya que hasta el momento le costaba identificarse con el personaje de Takashi. Aunque no lo diga directamente (el realizador de Close Up nunca dice nada directamente, ni en entrevistas ni en las películas), se sobrentiende que ahora sí se identifica con el viejo profesor. El otro motivo por el cual tardó tanto tiempo es porque en la escena que considera crucial, Akiko da tres vueltas en taxi alrededor del lugar donde la espera su abuela, sin decidirse a bajar. Y sucede que en Tokio no hay rotondas, por lo cual tuvo que deponer su intención inicial de filmarla en un único plano y “falsear” la rotonda, mediante cortes de montaje. El resultado es emocionalmente devastador.
¿Por qué el título en inglés? Like Someone in Love es el nombre de un estándar de jazz, compuesto por Jimmy Van Heusen, que se oye como fondo de los títulos finales, en la voz de Ella Fitzgerald. No es una decisión gratuita: en la escena del departamento de Takashi, éste pone en la compactera “Sophisticated Lady”, también en versión de Ella. Con lo cual su voz queda asociada, a partir de ese momento, con la figura del profesor. Decir que ambas versiones son tan sublimes como los propios temas sería redundante.
* Like Someone in Love se emite por HBO Max hoy a las 17, el domingo 6 de abril a las 15.40, el viernes 11 de abril a las 19 y el miércoles 23 a las 13.20.
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