Lunes, 28 de abril de 2014 | Hoy
TELEVISION › GUAPAS MUESTRA UNA FACETA TRANSGRESORA PARA EL PRIME TIME ARGENTINO
La ficción creada por Carolina Aguirre y Leandro Calderone, en la que cinco mujeres muy diferentes intentan avanzar en sus enmarañadas vidas, parece haberle encontrado a las historias de Pol-Ka un lenguaje popular sin transitar por el registro costumbrista.
Por Emanuel Respighi
Tal vez la cuestión resida en su título, en que las actitudes de las protagonistas no parecen justificarlo. Es que ninguna de las amigas de Guapas, la ficción que El Trece emite de lunes a jueves (a las 21.45, desde esta semana), parece enfrentar sus problemas cotidianos y existenciales con valentía y firmeza. Más bien, lo contrario: se trata de mujeres muy distintas, pero con el denominador común de no hacerse cargo de las situaciones con las que se topan. Las cinco siguen embarulladas en su pasado, que es presente y a esta altura parece que será futuro por un tiempo. Aunque el título del programa de Pol-Ka lo declame, aunque ellas mismas hayan decidido mandar “todo al carajo” tras un accidente automovilístico en el que podían haber perdido la vida, a semanas de su estreno las Guapas siguen enmarañadas en sus mismos antiguos problemas. No pueden/ no quieren/ no saben (que el lector y televidente tache lo que no corresponda) cómo hacer para lograr que sus vidas sean aquello que tanto desean. Y esa imposibilidad de crecer, sin embargo, las hace justamente más cercanas.
Superada esta contradicción inicial entre título y relato, Guapas conserva muchos otros aspectos que la vuelven interesantes para el prime time local. El más evidente es que la ficción escrita por Carolina Aguirre (Farsantes) y Leandro Calderone (Aliados, Sos mi hombre) no cae en las dos tentaciones más recurrentes con las que una tira diaria protagonizada por personajes femeninos suelen tropezar: no cuenta una historia de mujeres para mujeres, ni tampoco el guión gira alrededor del sexo. Estos dos ejes a los que escapa, la libran de convertirse en una mala copia de Sex & The city o de repetir el derrotero de la versión local de Amas de casa desesperadas. En Guapas, el mundo femenino está contado con la sensibilidad de quién lo conoce, pero sin hacerle concesiones. No se trata de un programa femenino, de la misma manera que Sres. Papis (su competencia directa, hasta la semana pasada) tampoco es un ciclo para hombres. En todo caso, es una historia televisiva alrededor de un grupo de amigas que lidian con sus problemas a cuestas. Obviamente que hay algo de lo femenino que se pone de relieve en cada escena, en cada situación, en cada cruce, pero en ningún momento se presenta a los hombres como los culpables de sus pesares. Aunque que los hay, los hay, claro.
Guapas cuenta la historia de cinco mujeres, de diferentes edades, situaciones civiles e intereses, cuya amistad nace por haber sido todas víctimas de la estafa de una financiera. La trama comenzó siete años después de haberse concretado esa estafa que derribó sus sueños y sus futuros, con el grupo consolidado en sus relaciones, pero penando en sus vidas individuales. Ahí está Mónica (Mercedes Morán), la despechada inspectora municipal que usa el poder de la clausura para esconder la propia frustración de no haber podido abrir su propio restaurante, mientras le cuesta empezar de nuevo una historia de amor con “El Tano” (Dady Brieva). A sus propias mochilas afectivas, Mónica le suma la tirante relación con su hija Natalia (una genial Mercedes Scápola), una irascible conductora de la combi escolar, tan conflictiva para la vida social como entrañable a los ojos de los espectadores.
Claro que no es la única “guapa” que intenta rearmar su vida (o, más bien, sortear los obstáculos que se les presentan). También está Lorena (Florencia Bertotti), una atribulada y despistada estudiante de medicina, que parece iniciar la vida adulta en el consultorio del extraño doctor Muller (buena composición de Mike Amigorena), un particular jefe casado por el que siente una irresistible atracción. En la situación opuesta podría decirse que está Andrea (Araceli González), esa mujer que ya sabe que su matrimonio terminó, pero que no puede sacarse de encima a su “pesado” marido (Mauricio Dayub), y que recurre al alcohol para ahogar sus penas. Entre un pasado de alta alcurnia y un presente patético, Mey (Carla Peterson) padece mal de dinero y de amores, entreverada en una relación imposible (Rafael Ferro) y en una jefa (otra exquisita interpretación de Vivian El Jaber) que le hace bullying a diario. Las guapas se completan con Laura (Isabel Macedo), una meteoróloga que sigue enamorada de su antiguo novio y conductor del noticiero (Esteban Lamothe), al punto de que cuando se entera de que su ex se puso de novio con una compañera de trabajo decide vengarse inseminándose a escondidas los embriones congelados que tenían.
Más allá de las situaciones que no pueden resolver sus personajes protagónicos, y de ciertos estereotipos que en el elenco global permiten difuminarse, lo cierto es que Guapas es una opción atractiva para los televidentes que suelen ver ficciones locales. La picardía de un guión que no escatima en diálogos ácidos y crueles se potencia con las buenas interpretaciones del elenco protagónico y secundario. Se podrá señalar que muchas de las actrices que le ponen vida a Guapas vuelven sobre algunos personajes ya transitados por ellas mismas, pero nadie negará que son las indicadas para los papeles para los que fueron convocadas. Aun cuando se le puede criticar los pocos riesgos asumidos en este rubro, el trabajo de casting parece haber estado a la altura de la historia. Es una ficción que, además, intenta conjugar la TV tradicional en el nuevo escenario digital: a los mensajes de chat entre las amigas sobreimpresos en pantalla le acaba de agregar la interacción al instante con los personajes, quienes a través de sus cuentas de Twitter especialmente creadas tuitean lo que la TV acaba de emitir.
Tras unos primeros capítulos timoratos, Guapas fue paulatinamente mostrando una faceta transgresora para el prime time argentino. Los picantes diálogos entre las protagonistas, en situaciones en las que se plasman expresiones y reacciones con los que cualquiera puede identificarse, pusieron en pantalla una picardía en los libros que no suele abundar en la pantalla argentina. Aun con cierto exceso de insultos (¿la TV debe reflejar la manera en que supuestamente se habla en la calle o, en todo caso, debe intentar elevar la riqueza del lenguaje?), Guapas fue capaz de quebrar el aura políticamente correcto que signa a las producciones de Pol-Ka, y salir airoso en el camino. Ni Locas de amor ni Socias, mucho menos Amas de casa...: Guapas parece haberle encontrado a las historias de Pol-Ka un lenguaje popular sin transitar por el registro costumbrista. Y esa es una buena noticia para la castigada pantalla chica local.
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