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Domingo, 17 de mayo de 2015

TELEVISION › JOAQUIN FURRIEL, BENJAMIN VICUÑA Y ENTRE CANIBALES

“No hay que perder la fe en la política”

Los actores que, junto a Natalia Oreiro, protagonizan la nueva ficción de Telefe –primera tira realizada por Juan José Campanella– no ocultan el entusiasmo, no sólo por la calidad del producto, sino también por una temática en la que ponen especial interés.

 Por Emanuel Respighi

Benjamín Vicuña y Joaquín Furriel parecen conocerse desde hace mucho tiempo. No sólo por cómo supieron cruzar una serie de complicidades en la tensa e intrigante escena que acaban de terminar de grabar, de gestos mínimos pero expresivos. Lo suyo en pantalla se traslada también a la charla que los actores le dan a Página/12, con motivo del estreno el próximo miércoles de Entre caníbales, la esperada ficción de Telefe que irá de lunes a jueves a las 23. Los protagonistas del nuevo programa creado por Juan José Campanella y protagonizado por los actores junto a Natalia Oreiro dejan en claro en la entrevista que comparten mucho más que un proyecto televisivo. Hay pensamientos, ideas y reflexiones sobre la actuación, la televisión, la política y la sociedad que Furriel y Vicuña expresan con cercanía ideológica y naturalidad humana. Al fin y al cabo, el argentino y el chileno son parte de una similar historia –profesional, generacional y social– que, coinciden, los llevó a que hoy formen parte de una ficción que busca entretener sin dejar de abrevar en cuestiones como la política y la violencia de género.

Entre caníbales es mucho más que la primera ficción diaria de Campanella, que se encargó de cuidar cada detalle del lanzamiento. También su trama trasciende a la venganza de Ariana (Oreiro), esa mujer que intenta cerrar la herida que se abrió hace dos décadas, cuando en su adolescencia fue violada por un grupo de muchachos, episodio en el que murió su mejor amiga. En cierta medida, Entre caníbales vuelve a transitar por ese subgénero de novelas en las que a la historia de amor, traiciones y venganzas se le suma un interesante componente social, a partir del cual la ficción dialoga con la realidad. La cocina de la política, el femicidio, los hijos del poder y la impunidad serán parte importante de una ficción que estará musicalizada por las bellas canciones de Gustavo Cerati. Filmada en 4K (Ultra HD) y con un ritmo de producción más cercano al unitario que a la tira, Entre caníbales buscará elevar el nivel de la ficción argentina.

“En el cuidado de los guiones y en el desarrollo de los personajes es donde más se nota el punto de vista de Campanella. Es una serie que da un paso hacia el registro cinematográfico. Poder hacer 7 u 8 escenas por día, aún cuando se trate de escenas largas y con mucho tiempo, es un lujo para la TV, teniendo en cuenta que para una tira diaria se suelen hacer 22 o 23 escenas por día”, cuenta Vicuña. “El tiempo es lo más preciado para poder darle sustancia a las escenas, porque te permite detenerte en cada detalle. Así como en el cine las películas son muy del director, Entre caníbales replica ese esquema: Juan le pudo imprimir a Entre caníbales su identidad y calidad”, se suma Furriel.

–¿Qué rol va a ocupar la política en al historia de Entre caníbales?

Joaquín Furriel: –La estructura principal de la ficción cuenta la historia de venganza de esta mujer violada tiempo atrás. Juan eligió contar esta venganza en el ámbito político. La política va a jugar un rol importante, pero no desde la política partidaria. Va a estar presente todo el tiempo pero despojada de su semántica. Se va a mostrar lo cotidiano de la política, el día a día, cómo funciona una municipalidad puertas adentro, cómo se prepara una campaña, cuánto hay de previsión y cuánto de improvisación. La política argentina, y me atrevería a decir de la región, tienen mucha riqueza dramática para abordar. Somos países jóvenes. Al no tener una larga historia democrática, nos pasa que muchas cuestiones de la administración política se exponen obscenamente.

Benjamín Vicuña: –Ese escenario político va a generar una empatía en los televidentes, porque pasan cosas que todos sospechamos que pueden llegar a pasar. Vamos a mostrar esa hoguera de vanidades en el que a veces se convierte la política y también su lado más romántico y soñador. Mi personaje tiene la convicción interna de que el poder se ejerce con y para el pueblo, tiene convicciones claras, como la inclusión como motor de cambio. Hace unos días me topé con una imagen que me parecía simbólica de lo que nos sucede: al salir de almorzar, vi en una cartelera cuatro carteles de diferentes partidos, uno arriba del otro. Había uno de Cristina, otro arriba de De Narváez con Massa y arriba otro de Scioli. Me pareció una imagen muy sugerente, tanto como el título de la ficción. A nivel mundial la política es protagonista. Hay mucha gente interesada en ver cómo funciona parte de la política. Es la historia de Rocky, además, porque Rafael Valmora (Furriel) es un personaje que con ingenio, esfuerzo y mucho huevo termina siendo candidato a la presidencia.

J. F.: –Sin aparato, sin guita...

–Algo imposible para la política actual.

J. F.: –La política dejó ser una cuestión en la que sólo se interesan aquellos que militan en algún partido. Esa idea, o realidad, forma parte de otra época, de otra sociedad. Hoy la política está en todos lados, porque los medios la difunden. Hoy ya no hay mejor chimento que la política. Los programas de chimentos se corrieron a tocar temas políticos, al punto que en ciertos espacios la política se transformó en algo bizarro. Querer mostrar a los políticos en su “cotidianidad” volvió bizarro algunas maneras de comunicar. Ese aspecto tan extraño hace que todo sea más efímero y dudoso. En ese contexto, un tipo sin aparato, sin discurso armado y torpe como Valmora lo vuelve más cercano. Alrededor de Valmora no hay marketing, sino el deseo de un grupo de amigos de ir por la presidencia.

La política real

Furriel, con 40 años, y Vicuña, con 36, vivieron durante buena parte de su infancia en dictadura argentina y chilena. En ambos casos, su formación ciudadana se construyó en democracias débiles, de uno y otro lado de la Cordillera. Ninguno de los dos parece ser indiferente al compromiso político, ya sea como ciudadanos o por haber participado en proyectos artísticos de peso, como Montecristo (Furriel) o Los archivos del cardenal (Vicuña).

–¿Cuál es su vínculo con la política?

B. V.: –Creo en la necesidad de la política, en su valor y en el derecho de opinar y de conducir las ideas políticas por cada persona. Me considero un ser absolutamente político, pero no desde la politiquetería ni del aparato. Encontré en la actuación un lugar en el que cual puedo ejercer mi opinión constantemente, desde los proyectos que elijo hasta los que produzco. Empecé a entender que la política se vive constantemente y está más cercana que como se la creía en otro tiempo. Más allá de no formar parte de una estructura partidaria, todos los ciudadanos impregnamos a diario nuestra visión con el mundo que nos rodea. La política la hacemos todos. Uno puede vivir un proceso de desencanto o de decepción por las cosas que pasan, pero nunca debe perder la fe por la política como herramienta para transformar el mundo. No hay peor cosa que no creer en nada ni en nadie. Está bueno creer. Hay mucha gente que trabaja para mejorarle la vida a los otros. Conozco mucha gente que se dedica a la política porque realmente tienen una preocupación, una vocación, un compromiso por su país. También, por supuesto, puedo detectar elementos de corrupción en la política, como en cualquier otra área. Gente buena y mala hay en todos los rubros.

–En el espectáculo, en la política, en el deporte...

B. V.: –¡Cómo...!

J. F.: –El ser humano es el mismo en todos lados. No es que porque estén la política hacen cosas diferentes a las que harían en otro lugar. El problema no es la política sino los valores de quienes la ejercen. La política es la ciencia que se tiene que ocupar de la política. Es muy importante que exista. La historia demostró, con sangre, dolor y tragedia, que cuando la política se aleja de los intereses más necesarios de cada ciudadano, ocurren las peores aberraciones. El otro día hablaba con un chico de 30 años que milita, y pensaba que si ese chico llegara a ser presidente, sería el primer presidente nacido y criado en democracia de la historia de la Argentina. A partir de 1983 tenemos la posibilidad de tener un par de generaciones, como mi hija, que nacieron y vivieron siempre en democracia. Ojalá sigamos fortaleciendo la democracia para que tengamos un presidente formado toda su vida con valores democráticos. No hay que confundir la política con algunos políticos. No todos los políticos conocen las realidades de nuestros pueblos, ni todos se metieron en política con objetivos nobles, ni tampoco todos los que llegaron a puestos importantes mantienen los valores de cuando empezaron. Pero eso te puede pasar en cualquier profesión y momento.

–¿A qué se refiere?

J. F.: –Nosotros tuvimos el privilegio de formarnos como actores, de estudiar. Es un momento en el que uno está en plena introspección, forjando una identidad. Ese privilegio hace que no sea casual que nos encontremos en esta ficción. Entre caníbales es el proyecto que ambos priorizamos para este año por sobre otras posibilidades. Eso hace que, de alguna manera, esa llama que teníamos cuando éramos estudiantes, aún permanezca viva con el paso de los años. Porque también te puede pasar en la actuación, como a los políticos, que te vas alejando de las motivaciones que te llevaron a ser actor. La profesión y el éxito te pueden alejar de la vocación para acercarte a ser una mercancía que vive de los eventos.

B. V.: –Uno opta por estos proyectos buscando la posibilidad de trascender. Suena grandilocuente, pero es real. Como un doctor, un científico o un periodista, uno como actor también quiere hacer cosas que no se evaporen en el mismo acto en que se realizaron. El pánico es pasar por este mundo sin dejar nada.

–¿Creen que las ficciones de TV pueden cambiar algo de la realidad?

J. F.: –Después de haber participado en ficciones como Montecristo, donde se recuperaron nietos a partir de ese programa, la respuesta es evidente. Lo viví en carne propia. Se instaló un tema desde la ficción, la gente la empezó a ver, y a partir de la trama muchos televidentes se hicieron preguntas sobre su identidad y se acercaron a Abuelas.

B. V.: –Me considero un elector de proyectos que generan una resonancia tanto en mí como en mi entorno. Hice en Chile Los archivos del cardenal, que fue una serie ambientada en la dictadura, también ahora en Fox Sitiados, sobre la conquista española. Uno está constantemente ejerciendo la política, desde su rol. Tanto yo como Joaquín creemos que podemos hacer un aporte. Nos parece algo real, porque lo vivimos.

J. F.: –Como actor, uno cuando compone un personaje, ingresa a mundos en los cuales se involucra. Este año estrené en el cine El patrón, que habla sobre la esclavitud contemporánea, en donde aprendí un montón sobre nuestra realidad, la explotación. Y él me contaba lo mismo sobe una película que estrenó hace poco en Chile...

B. V.: –El bosque de Karadima, sobre un abuso sexual en la Iglesia. A partir de esa película se desencadenaron un montón de llamados y de denuncias de abuso sexual en la Iglesia. Todos estos ejemplos te demuestran que el cine y la televisión tienen una misión: ser un espejo social y desde alguno de sus contenidos poder generar cambios. No ver esa misión es ser un boludo.

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“La política argentina, y de la región, tienen mucha riqueza dramática para abordar. Somos países jóvenes.”
Imagen: Bernardino Avila
 
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