Domingo, 10 de abril de 2016 | Hoy
TELEVISION
Griselda Siciliani interpreta a dos hermanas gemelas, diametralmente opuestas, y Esteban Lamothe a la víctima de ambas en la nueva tira escrita por Ernesto Korovsky. “La gracia de mis personajes es que son antagónicos en todo”, adelanta la actriz.
Por Emanuel Respighi
Griselda Siciliani y Esteban Lamothe destilan energía. Cada uno a su manera, los protagonistas de Educando a Nina –la comedia que mañana a las 21.30 estrena Telefe– parecen haberse mimetizado con la ficción de la que son parte. El entusiasmo con el que se brindan a la entrevista con Páginað12 es tal que, en el desarrollo de algunas de sus respuestas, llegan a dar por sentado que el programa ya es un éxito. “Desde mi ignoracia en materia de programación, creo que a una ficción que le va bien, como Educando a Nina, no la podés sacar del aire al capítulo 80”, se le escapa a Siciliani ante al pegunta acerca de que se trata de la primera ficción de temporada corta de la TV argentina. “Es un programa que está batiendo records históricos, que incluso supera el rating de Grande, pa! Arturo Puig: ¡go home!”, ironiza Lamothe, entre risas, desnudando el fallido de su compañera. “¿Por qué hablo así si todavía no estamos al aire?”, se pregunta la actriz, que en su ansiedad discursiva descubre la fe que le tiene a la ficción.
Educando a Nina es la nueva producción de Undergound para Telefe. En clave de comedia, sin ahorrar en enredos, la tira intentará sumar risas y carcajadas al prime time de la TV abierta argentina, tan sobrecargado de gritos chillones, incomprensibles dramas extranjeros y ficciones locales en la que las clases sociales luchan por amores imposibles. Educando a Nina contará la historia de Nina y Mara (ambas interpretadas por Siciliani), dos hermanas gemelas, pero que prescindiendo del aspecto físico no se parecen en nada. Bailarina y corista de bailanta, Nina es una mujer impulsiva, mal hablada y muy sensible, educada bajo la cultura del trabajo. Por su parte, Mara es una mujer déspota, superficial y caprichosa, que no conoce de límites y mucho menos de acatar órdenes, criada entre algodones por una familia acomodada. Aunque son gemelas, fueron separadas al nacer, por lo que una desconoce la existencia de la otra. Sus historias se cruzarán nuevamente cuando, por razones que se descubrirán en la trama, Nina se vea obligada a vivir la vida de su hermana. Los enredos de esa extraña situación tendrán a Renzo (Lamothe), novio de Mara, como a una de sus principales víctimas.
En su rol de doble protagonista, al interpretar al mismo tiempo a Nina y Mara, Siciliani no tiene ni el derecho de enfermarse. Omnipresente, la actriz cuenta que está un poco más atrasada que sus compañeros en las grabaciones de la historia escrita por Ernesto Korovsky. “Hay algunos actores –cuenta la actriz– que ya van por el capítulo 30 y yo recién grabé algunas escenas del episodio 14. Tengo el poder de parar todas las grabaciones. No tengo ninguna chance de enfermarme. De hecho, tuve una laringitis viral y vine a trabajar igual. Me juntaron en una jornada todas escenas que no tenían texto, con mucho clip, en una cárcel. Hicimos todas las escenas posibles de exterior y con muchos extras, y las escenas de interior, que por lo general tienen mucho texto, las levantaron. Por suerte la afonía me duró solo un día. Me había angustiado, llanto mediante, incluso.”
–¿Siente tanto la responsabilidad de ser protagonista?
Griselda Siciliani: –Prefiero pensar a Educando a Nina como una oportunidad, además de una responsabilidad. Trato de verlo como una posibilidad, porque ese es el lado más alegre de nuestro trabajo, pensar en los papeles que podemos hacer. A lo largo del camino laboral no hay muchos actores o actrices que tengan la oportunidad de hacer dos personajes a la vez. A las oportunidades hay que aprovecharlas. Por lo general, los proyectos tienen elencos más corales. Y los protagonistas deben componer un personaje, no dos. En Educando a Nina me puedo dar todos los gustos.
Esteban Lamothe: –Es un doble protagónico. Está buenísimo tener la posibilidad de hacerlo y poder disfrutar de esa experiencia. No creo que haya muchas actrices que lo puedan a hacer bien. Y Griselda está mostrando toda su efectividad. Tiene un gran desgaste físico.
–¿Y mental, supongo? No debe ser sencillo interpretar a un personaje y, en la escena siguiente, hacer a otro.
G. S: –Lo más complejo, además, es seguir la continuidad dramática que requiere una tira. Uno tiene que tener en la cabeza lo que le está pasando a una y a otra, porque como soy yo la actriz que interpreta a las dos, tengo que ir midiendo los colores de cada uno en ese capítulo, como para no repetir ningún recurso y desmarcar a una de la otra. Tengo que medir los colores de cada uno en ese capítulo al cuál pertenece la escena. Cada decisión actoral que tomo la pienso en función del personaje que la ejecuta y en comparación con el otro. Nina y Mara tienen colores diferentes.
E. L.: -Más allá del talento, requiere de una concentración y una planificación mental tremenda para poder componer cada uno de los dos personaje, dentro de una historia. Cada decisión tiñe al otro personaje.
G. S.: -La gracia de los personajes es que son antagónicos. Para lograr esa contraposición, tengo que pensar qué hice en la escena anterior de la otra o qué voy a hacer en la siguiente. Mis guiones tienen más anotaciones que los apuntes de un estudiante universitario.
–¿Cómo juega la historia de amor en esa particularidad que propone la trama, en la que Mara se tiene que ahacer pasar por Nina?
G. S.: –En la historia de amor siento que descanso, porque la tenemos que transitarla los dos. Son escenas muy placenteras, con mucha humanidad y verdad. Son escenas que las atravesamos con mucho humor, pero construimos una historia de amor atrayente para los espectadores.
E. L.: –No permitimos que la comedia aplaste a la historia de amor, ni viceversa. La comedia y la historia de amor se tienen que potenciar. Nuestra vida está cruzada por el amor, el drama y la comedia. Y así está pensada la ficción.
G. S.: –La dificultad de la ficción es que tenemos que imprimirle verdad a muchas cosas disparatadas que suceden. Y en el medio de ese mundo de enredos infinitos, nos enamoramos. Nuestros personajes se aman desde el primer momento que se miran. Los romances necesitan verdad, porque si el público no se cree que los amantes están enamorados o apasionados, cambian de canal. No es fácil construir amor en medio de una comedia disparatada. Es una historia de amor que se construye sin las condiciones de verosimilitudes habituales.
E. L.: –La historia de amor nunca se tiñe de grotesco, aunque sí tiene particularidades delirantes. Las situaciones que atraviesan estos personajes que esconden personalidades son delirantes. Mi personaje, por ejemplo, se vincula mucho con las dos. Mucho más con Nina haciéndose pasar por Mara. Es un trabajo complejo de realizar. Por suerte, con Rafael Ferro y Martín Slipak, estamos todo el tiempo trabajando y viendo qué hacer.
G. S.: –Porque su personaje se enamora de Mara, pero es Nina. Incluso, debe hacerse a la idea de quién tiene en frente. Porque mientras Nina haciéndose pasar por Mara es muy dulce y está enamorada, Mara lo maltrata, es una déspota. Lo difícil de su composición es cómo saber reaccionar ante cada una de ellas, que para él es siempre Mara. Esteban le imprime a todo mucha virilidad en medio de ese disparate. La mirada del hombre en la historia es la de Esteban. La cuota masculina, disruptiva, la pone la mirada de Esteban. La historia de amor es la que te engancha para que, además de reírte con el programa, lo quieras seguir viendo al otro día.
–Todo lo contrario a la pareja que habían compuesto en Farsantes, a la que el amor parecía haberle pasado hacía tiempo.
E. L.: –La de Farsantes era una pareja devastada. Teníamos más de hermanos que de pasión. Era una pareja muy, pero muy, venida abajo.
G. S.: –Eramos novios desde los 14 años y mi personaje se enamoraba de otro, y él no lo bancaba. Esa situación hacía que nuestras escenas tuvieran mucho de comedia en Farsantes. Había mucha depresión en esa pareja. En cambio, acá tenemos que jugar a enamorarnos. Son otros personajes, en otras circunstancias.
–¿Educando a Nina tendrá que ver más con la sitcom o con la telecomedia argentina? Underground le suele imprimir a sus ficciones estéticas modernas, en comparación con el registro visual de Pol-Ka.
G. S.: –Es una comedia bien nuestra. De cualquier manera, yo difiero con esa distinción entre Underground y Pol-Ka, estando tan cerca de las dos productoras. Me parece que hay un marketing alrededor de eso. Cuando ves los programas, no son tan distintos. Se suele ligar a Pol–Ka a la comedia costumbrista, y Farsantes era una tira y de costumbrista y de comedia no tenía nada. Y Los Roldán la hizo Underground, que tiene más de comedia costumbrista. Educando a Nina es una mezcla de Los Roldán y de Los exitosos Pells. Underground también es popular.
–Sin dudas, pero las ficciones de Underground tienen una estética más de “no lugar” que las de Pol-Ka, que tienen un tinte más argentino.
G. S.: –Underground se fue popularizando un poco más. De hecho, cuando uno ve la puesta de Educando a Nina no está viendo una sitcom, sino una ficción de argentina. Y está Ernesto Korovsky, un autor que sabe contar lo nuestro, ya que estuvo detrás de los libros de Sos mi vida, Graduados, Viudas..., entre otras. Incluso escribió Son amores, aunque yo ahí no había ni nacido (se ríe).
E. L.: –No vamos a hacer una sitcom. Mi mujer (Julieta Zylberberg) está grabando ahora la adaptación de Mad About You (junto a Juan Minujín), y cuando veo los libros me doy cuenta que el ritmo es bien diferente. La sitcom es una continuidad de gags precisos, mientras que las telecomedia nuestra tiene algo de disparate, pero es más cercana a nuestras historias.
–Se suele decir que toda obra artística la completa el público. En un contexto social y económico como el actual, ¿creen que el público busca preferentemente distraerse con comedias? Cuando se analiza el consumo cultural del verano, tanto en la cartelera teatral como en la cinematográfica, las obras o películas más elegidas son comedias.
E. L.: –Educando a Nina es necesaria para la televisión argentina actual. No hay comedias en la pantalla chica. La gente necesita llegar a su casa y distraerse un poco de sus obligaciones y de todas las cosas que pasan. Hay muchos programas sobre política y las pocas ficciones que hay son dramáticas. La ficción va a volver a reunir a la familia argentina frente a la TV.
G. S.: –Es cierto que le está yendo muy bien a las comedias en cine y teatro. La pregunta es si en TV será que hay muchas ganas de que haya una comedia porque en la actualidad no hay, o será justamente que no hay comedias porque no funcionan. Me pregunto eso. Me parece que el público necesita distraerse un poco a la hora de cenar. Esta comedia, al tener el registro un poco pasado, hace que te rías mucho. Desde Jorgelina Aruzzi hasta Verónica Llinás, pasando por Juan Leyrado o Carola Reyna, hay buenos actores de comedia. Es una comedia de personajes, que encastra centros e una historia más clásica.
E. L.: –Educando a Nina es una comedia para divertirse. Y eso no es poco hoy en día, ¿no?
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