Domingo, 10 de julio de 2016 | Hoy
TELEVISION › VUELVE PETER CAPUSOTTO Y SUS VIDEOS, PERO POR TNT
El cambio de gobierno fue crucial para que Diego Capusotto y Pedro Saborido decidieran irse de la TV Pública, por tiempos pero también por ideología. “Uno aprovecha los medios para expresar lo que tiene para decir, simplemente”, asegura el actor.
Por Emanuel Respighi y Roque Casciero
La noticia de que Peter Capusotto y sus videos no seguiría en la TV Pública se conoció en abril, y sus hacedores salieron enseguida a aclarar que no los habían despedido sino que había sido su decisión dejar la pantalla estatal. Pero eso no significó el final del programa que desmitificó al rock (y un poco a la política) entre carcajadas: el lunes a las 23, el ciclo estrenará su undécima temporada a través de TNT. Además de algunas repeticiones en esa pantalla (viernes a la medianoche y lunes siguiente después del episodio nuevo), los capítulos podrán verse por TBS (miércoles a las 23 y sábados a la medianoche), otra señal de la multinacional Turner, donde ya se emitían las temporadas pasadas. “Tal vez los espectadores están más acostumbrados a tener una hora por envío y ahora iremos de media hora”, adelanta el actor Diego Capusotto, la cara del programa. “Todavía tenemos cosas para decir, encuentros con Pedro (Saborido, director) que terminan depositándose en el contenido de este programa. Hay ideas y pareceres que tienen que ver con las coyunturas, con lo que pasa, con lo que se nos ocurre y tenemos ganas de decir ahora”.
–¿O sea que no están condicionados por el hecho de que ahora el programa se transmita por una señal que en su feed HD llega a toda la región?
–No, incluso hasta se podría suponer que el programa podría perderse en ese escenario, frente a una pantalla más a habitual para la gente como Canal 7 o cualquier otra señal de aire. De cualquier manera, nuestra intención no es sumar más público. La gente se sumará o no si quiere. Tener mayor audiencia no es una decisión propia.
–¿Por qué decidieron irse de Canal 7?
–Porque, tras las elecciones, las nuevas autoridades llegaron el febrero o marzo, y nosotros no íbamos a esperar hasta esa fecha para decidir. La coyuntura política hizo que diera por finalizada la etapa de seguir siendo parte de Canal 7.
–Pero, ¿hubieran sido parte de la pantalla bajo gestión de Cambiemos?
–No, creo que no. Preferimos estar directamente con el imperio antes que con los intermediarios (risas). Lo digo para a aquel que pueda encontrar una contradicción: sí, claro, es la contradicción entre un capitalismo más distributivo y otro que no lo es, como esto que pasa ahora. Pero sí es cierto que a nosotros no nos echaron del canal, por eso salimos a decirlo. No queríamos victimizarnos, que es algo que al argentino le encanta. Por otro lado, no creo que sea la política del gobierno echarte como en los ‘70, diciéndote “acá ni se les ocurra, chicos, porque tengo a los muchachos afuera”.
–Sin embargo, tal vez no en esos términos, pero hubo despidos en los medios públicos de periodistas a los que les cuesta encontrar espacios de trabajo.
–Sí, pero en términos estrictamente políticos. No lo hicieron con un ciclo de humor. No lo ven como “el humor irreverente que viene a destaparnos la estafa”. Al contrario, abren el juego en ese rubro. En el gobierno están los cadáveres de los ‘80, que fumaban porro o tomaban merca, iban al cine y al teatro, y ahora están indignados... Los cadáveres de los ‘80 son los que se convirtieron en sus padres. Lopérfido, por ejemplo, que dijo que los artistas no hablen de política... ¡Como si Lopérfido fuera Napoleón! Es como un tío enojado diciéndote que no hables de política porque sos joven y no entendés nada...
–Entonces prefirieron directamente el imperio...
–Preferimos estar en una pantalla en el que el programa se emite desde hace seis años, con la diferencia de que ahora se van a ver los capítulos estreno. Nunca nadie nos planteó la contradicción de avalar un escenario nacional y popular y que el programa se vea a través de una multinacional. Uno aprovecha los medios para expresar lo que tiene para decir, simplemente. Era una cuestión natural irse de la TV Pública y llegar a un canal en el que ya se estaba pasando el programa.
–El fin de ciclo en la TV Pública, tras el cambio de gobierno, ¿les hizo replantear la continuidad del programa?
–No. El programa no es rehén de la coyuntura política; tiene más que ver con nuestros propios deseos de seguir involucrados. A veces tiene que ver con que no se nos ocurre otra cosa... Puede que los programas no sólo continúen por voluntad sino también porque no se te ocurrió otra cosa. Incluso, porque estás cómodo en la fiesta. Inventar otra cosa no es fácil, a lo mejor no te da la cabeza o no tenés ganas de hacerlo...
–Es raro escuchar esa sinceridad en un artista. Por lo general, casi todos dicen que tienen “muchísimos proyectos”.
–No, yo no tengo muchísimos proyectos: tengo éste, nada más. Alguna vez tuve una idea de un programa, hace como diez años, pero que nunca salió de ahí. Y tampoco es muy original. Ya se hizo, sólo que lo haríamos con una mirada muy particular. Es una idea alrededor de cómo sería para nosotros recorrer la Argentina. ¿Qué Argentina recorreríamos? ¿Qué mostraríamos? Alguna vez lo haremos... o no. Una de las condiciones para que Peter... continúe es que cuando terminamos el ciclo nos deben quedar unas diez o quince ideas que no se hicieron. Eso nos incentiva para regresar. Muchas veces, uno continúa con el programa por las ganas de seguir ligado en una especie de cofradía amorosa con la “banda” que hace el programa. A mí siempre me gustó el sentido de “banda” frente al mundo.
–¿Por qué?
–Me atrae esa idea de diez tipos que quieren tomar el poder y finalmente son asesinados. Me gusta pensar la vida en función de ser parte de una banda. No pienso la vida en función de una comunión con el mundo. No tengo ninguna comunión con el mundo porque más de la mitad del mundo me parece una verga. Por eso me gusta ser parte de una banda que se enfrenta a eso que se nos viene encima, que nos aplasta. Eso que sigue circulando amorosamente dentro de una banda, más el hecho de que no se nos ocurre otra cosa, justifica la continuidad del programa. Después, hay algo que puede pasar es que, ante la nueva coyuntura política, el programa genere otro interés en la gente, sobre qué vamos a decir respecto a un contexto diferente, que nos coloca en un lugar de emisor diferente al que teníamos.
–Sobre todo en la resignificación que adquieren algunos personajes, en relación a la coyuntura política.
–Así como Bombita Rodríguez podía tener una relevancia en el gobierno anterior, hoy tal vez no la tenga tanto. Salvo que haga una suerte de Volver al futuro, como quiere hacer Pedro. Y, por el contrario, Micky Vainilla a lo mejor tiene mayor incidencia hoy. La coyuntura nos empuja a la necesidad de decir algo frente a lo que nos pasa, aunque tenemos espacios de fuga. A Nicolino Roche, por ejemplo, no le importa la coyuntura política: vive en su propio mundo. Tampoco hacemos un programa con el diario o la noticia del día. De hecho, muchos personajes que hacemos con una intencionalidad política empiezan a tomar otras en función de la actualidad, como Juan Domingo Perdón: no lo hicimos por Macri, pero Macri está ahí, claramente. Pero además es un juego de palabras que nos gusta... Y después aparecen estos hijos de puta, que siempre terminan haciendo de “el buen demócrata”. No hay nada más artificial y estafador que “el buen demócrata”, igual que el “políticamente correcto”.
–Que siempre termina atentando contra las clases populares...
–Sí, porque el del “buen demócrata” no deja de ser un posicionamiento político frente a una mirada rehén. “Nosotros nos equivocamos y lo decimos, mientras los otros son impunes”. “Queremos establecer un diálogo con los ciudadanos”. Eso es falaz, porque es diálogo con el ciudadano mientras hacen negocio... ¡Cuanto más se habla de diálogo, más distancia ponen con el ciudadano! Otras estructuras políticas hablan de la redistribución del ingreso y, por lo tanto, tienen una responsabilidad mayor. Entonces, te aparece un cabeza como (José) López y agarrate, hermano, te tiró abajo todo lo hecho. Porque viene lo que dijo Daniel Santoro, que es el goce de aprovecharse de la circunstancia, que no es el goce democrático, el goce para todos, sino el goce de la acumulación de capital y de guardarla y guardarla. Claro, cuando la guardás abajo de un colchón tomando cocaína, no tenés retorno. Viene un liberal y te dice que es lo que ellos están haciendo con el país hace años, pero más ordenado y con buena prensa. Si preguntan qué opino de José López, digo que es lo que vienen haciendo estos muchachos desde hace años pero con mejor prensa. Salvo que alguien piense que estamos en un Estado de bienestar y que la Argentina siempre fue socialdemócrata, casi como Suecia, y que vino el kirchnerismo y arruinó todo. El que cree eso, está viviendo en un mundo que yo no vi.
–¿Cree que mediáticamente la discusión se plantea en esos términos?
–¿Qué va a hacer el medio? Si no, tienen que decir que todos los días aumentan las cosas. Si cuando en el momento que estaban los macristas empezando a arrepentirse de haberlos votado aparece lo de López... Ya estaban todos queriendo matarlo. ¿Dónde aparece la estampita? Bueno, en (María Eugenia) Vidal, que tiene el aspecto de ser una piba que canta en un coro de colegio religioso. O en (Gabriela) Michetti, que es como una cosmetóloga de barrio diciendo “ayer me contaron que...”. Va a escribir un libro titulado Ayer me contaron: nunca lo vio, pero le contaron (risas). Está bien, con eso alcanza... Si te mandaste cagadas y perdiste, bancatelá. Te alcanza con el poder económico concentrado y una cosmetóloga.
–¿Y por qué cree que, si buena parte de la población sabía lo que iba a hacer Cambiemos, terminó ganando esa opción?
–Ese es el tema: no sé si todo el mundo sabía lo que iba a hacer. Creo, por otro lado, que hay un sector en la complejidad de la política que jugó un papel. Estos muchachos fueron a hablar con la gente cara a cara. Después de doce años, la propia dinámica y contradicción ante la disputa interna y los misiles que le mandaban los medios concentrados, hicieron que el kirchnerismo se encriptara en su propio discurso, empezando a abandonar a un sector de gente que fue aprovechado por los otros. Si hay alguien que está más o menos bien pero se empezó a hinchar las pelotas con Cristina (Fernández de Kirchner)... Porque, finalmente, el ciudadano que vota no hace una lectura del kirchnerismo y lo que resignifica... Para mucha gente, el kirchnerismo es Cristina, que me tiene los huevos llenos hablando en cadena nacional. Y la posibilidad del cambio siempre es interesante. La palabra “cambio” es como que te inviten el sábado a una fiesta en la que va a haber cerveza y putas (risas). La idea de cambio sexy es para bien, nunca para mal. Nadie te dijo que el cambio es para mal, porque no lo pensás, porque no querés pensarlo así. Nadie quería pensar en el 2001, ya pasó hace quince años. Entonces, apareció éste que lee libros orientales, que todo el tiempo habla del “aquí y ahora”, del “si sucede, conviene” y toda esa mierda inmunda... Todo el mundo cree que los cambios son para bien, que hay que olvidarse de lo malo y lo que viene siempre es mejor. Todo esto arengado por un chabón que grita “pobreza cero” y decís “listo”. Ahora, “pobreza cero” significa que no haya más pobres. ¿Existe un lugar en el mundo en el que no haya pobres?
–Y en un momento así, ¿qué importancia cobra el humor?
–Para nosotros el humor siempre tiene vitalidad.
–Pero hay formas incluso personales de reaccionar con el humor frente a la realidad.
–Sí, pero esa es una reacción natural que tiene el ser humano que necesita espacios de fuga de lo que ve, y antes de cagar a trompadas a alguien, ironiza sobre su condición y sobre lo que le pasa. Finalmente, eso no va a modificar el estado de las cosas. O, a lo mejor, parte de una gran resistencia son elementos o nichos humorísticos referidos al estado de las cosas. Y también al cómo se dice, porque no basta con hacer humor.
–Ustedes no hacen humor político, pero hay una ideología en el programa.
–Sí, y usamos la burla como mecanismo para expresarla. Hay una forma de mirar el mundo, que puede ser desesperanzadora o un hermoso punto de fuga a un refugio. O simplemente porque la risa es una emoción necesaria que sale naturalmente. No hay una predisposición ni técnica ni ideológica para vincularte a algo festivo. Y no necesariamente es producto de una coyuntura política, como si te llamara a enfrentarte a través de los mecanismos del humor a una realidad agobiante... No es nuestro caso. De hecho, cuando arrancó este programa, la idea era hacer un ciclo en relación a la cultura rock. Después, el rock pasó a ser una excusa y el ciclo se empezó a redireccionar hacia otros lugares. Obviamente que lo ideológico está presente porque la coyuntura política nos atraviesa. A nosotros no nos gusta el mundo y simplemente queremos que la gente se entere.
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