TELEVISION › SUSANA CARDOZO, PABLO LAGO Y EL FIN DE LA LEONA
Los autores de la novela que termina hoy a las 23.45 en Telefe analizan el modo en que la serie terminó calando en un público que la siguió a pesar de los cambios de horario, y que se identificó con temáticas que no son lo corriente en la TV actual.
› Por Emanuel Respighi
Las historias de ficción televisivas se pueden medir por su audiencia, por su cantidad de emisiones o por el tiempo que duraron al aire. También, y tal vez estas sean las más recordadas, por la irrupción de historias que por alguna razón rompieron con lo establecido. La Leona, la ficción que esta noche a las 23.45 finaliza por Telefe, puede inscribirse en esa categoría reservada a unas pocas. Tiene (tuvo) varias razones de peso para haberse ganado ese lugar: la historia protagonizada por Nancy Duplaá y Pablo Echarri puso a la problemática del trabajo (o a la amenaza a perderlo) como protagonista absoluta de la ficción. En tiempos en los que las latas extranjeras atentan contra la identidad cultural argentina, La Leona se animó a correr el riesgo de contar una historia reconocible por millones de argentinos, abordando la fragilidad del trabajo pero también temáticas como la violencia de género o la necesidad de despenalizar el aborto. Temas complejos que acompañaron, además, una historia de amor madura y para nada idílica.
La ficción producida por El árbol para Telefe llega a su fin hoy, luego de 116 capítulos y numerosos cambios de horario y días de emisión. Probablemente no haya sido un éxito de rating, pero lo que nadie podrá negar es que La Leona intentó ganarse al público a fuerza de contenido y calidad en los distintos rubros artísticos. La historia alrededor de la textil Liberman, y de sus trabajadores resistiendo ante el vaciamiento deliberado de uno de sus dueños, contó con actuaciones y diálogos que serán recordados por muchos de los televidentes que la acompañan a la hora que sea. El maquiavélico Klaus Miller de Miguel Ángel Sola, la fuerza avasalladora de la María Leone de Nancy Dupláa o la locura frágil de la Diana de Esther Goris, por citar tres casos de un elenco excepcional, elevaron la calidad de la ficción diaria. Tanto como los diálogos escritos a cuatro manos por Susana Cardozo y Pablo Lago, los autores de la ficción escrita en 2015 que terminó resultando premonitoria del estado del trabajo en la actualidad.
“La Leona fue una ficción pensada en otro contexto económico y social del país, que se estrenó en un momento en el que la historia encontró cierta sintonía con la realidad”, reconoce Cardozo ante Página/12. “El retraso –cuenta la autora– hizo que la ficción tomara otra significación. Nuestra historia tenía como germen la crisis post noventa y la respuesta que los trabajadores le dieron a esa situación, a partir de las fábricas recuperadas. La realidad hizo que La Leona pasara de contar una historia del pasado a describir una situación del presente. La realidad le dio a la LaLeona más vitalidad, la convirtió en carne viva”. A su lado, Lago suma una mirada posible sobre cómo la realidad política también influyó en el andar de la tira en términos de audiencia. “Por temática y porque somos conscientes de que está protagonizada por actores declaradamente cercanos a una ideología, hubo gente que se perdió de ver un cuento muy bien contando. Son los riesgos que asumimos, los actores con su posicionamiento y nosotros con la manera de contar lo que contamos. De cualquier manera, el de La Leona fue un público fiel, de 10 puntos, que nos siguió a toda hora. Pero sabemos que fue una novela que incomodó”, resalta el autor.
– ¿En qué se sentido “incomodó”?
Pablo Lago: –Por las temáticas que se tocaron. No solo por lo político. Planteamos la cuestión del aborto legal, hubo femicidios, mostramos el dispositivo que se pone en marcha en las quiebras fraudulentas... Todos esos temas los tocamos con respeto pero con crudeza a la vez. Y, también, en estos tiempos, La Leona no era un programa muy cómodo para el canal que lo emitió. Para un canal históricamente familiar, que además tiene que tener una relación con el gobierno de turno, la bajada de línea de la novela no era tal vez la que pregona el gobierno actual. Desde todos esos lugares, entiendo que Telefe la fuera corriendo un poco de horario. La realidad y la ficción se retroalimentaron en La Leona.
– ¿Hubo, entonces, una búsqueda de contar una historia más cercana a lo que pasa en la realidad?
S. L.: – No queríamos contar una telenovela desde el decálogo con el que se cuenta la novela. Queríamos romper con eso para contar una novela que nos gustase ver. Cuando partís además de dos protagonistas que son pareja en la vida real, atenernos a la fórmula no era posibilidad. No podíamos contar un cuento rosa. Había que contar una historia desde un lugar más adulto. Ese amor empezó desde un lugar más carnal y deseante, para después ver con el lente del otro. El trabajo fue un eje fundamental. Uno es su trabajo. Somos lo que hacemos. El mayor tiempo que uno pasa en su vida diaria es en su trabajo.
P. L.: –Nadie cree en eso. Es muy infantil. Esta semana dijeron que no era una novela exportable. La Leona contó una historia de amor adulto y no una de pavotes, que no renieguen que estén. Hay audiencias y audiencias. Hay espectadores que quieren algo más clásico y convencional, y hay públicos que tienen otra búsqueda.
– La TV argentina se estaría inclinando por formatos clásicos.
P. L.: –La línea editorial de cada programa la construyen la productora y la emisora. Hay productoras a las que no les interesa transitar o revisar estos temas y conflictos. Hay gente más interesada en cuestionar y revisar en la tele cuestiones que pasan en la realidad, y hay otros que no. Cada uno tiene su audiencia.
S. C.: – En Brasil hay muchísima gente que ve y se educa a través de la telenovela. A medida que se produzca más en el país, va a haber más opciones. Cuanto menos se produzca, menos riesgos se tomarán.
Tomando una u otra opción, siempre hay público que se queda afuera. Hay estados de ánimo, momentos históricos y sociales que influyen a la hora de ver determinados programas. Por eso hay gente que ve The Walking Dead. Los fenómenos se dan con contenidos que rompen lo que el productor supone que es lo que el público espera.
P. L.: –La tele, como la conocemos hoy, está llegando a un fin. Hay momentos en los que se decide no arriesgar, producir contenidos pasatistas... Eso es ideología. Hay que volver a producir como hace años. Nuestra propia historia cotidiana lo pide. Vivimos en un país que produce tantas historias reales que si uno las quisiera contar como guionistas serían contenidos inverosímiles. Es un país con una teatralidad de la realidad única.
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