TELEVISION › ENTREVISTA CON EL ACTOR DIEGO PERETTI
“Soy un héroe negativo”
En el unitario Criminal, que empieza hoy por el 9, encarna a un “justiciero”. Peretti analiza el perfil psicológico de su personaje.
› Por Emanuel Respighi
“Se trata de un thriller policial... o un policial dramático... o un drama policial. No sé muy bien en qué género incluiría al programa, pero algo es seguro: es un ciclo que va a acaparar la atención de la gente.” Así, sin demasiadas precisiones conceptuales, pero con la confianza de saber que está embarcado en un proyecto interesante, Diego Peretti da cuenta de Criminal, el ciclo unitario que hoy, a las 23, debuta por la pantalla de Canal 9. Producido por Ideas del Sur, Criminal se meterá de lleno en un tema polémico, pero presente en la sociedad actual: la justicia por mano propia. “Mi personaje es un tipo trabajador que, a partir de que matan a su viejo por la inseguridad reinante, decide hacer justicia por mano propia. Es un tema caliente en la sociedad. Ante el mal funcionamiento de las instituciones democráticas, este tipo de decisiones autoritarias y fascistas se manifiestan cada vez más seguido, con el peligro que eso trae aparejado”, detalla Peretti en la entrevista con Página/12.
Protagonizado por Peretti e Inés Estévez, Criminal cuenta la historia de Alejandro Ruiz (Peretti), un taxista que ante el asesinato de su padre y la lentitud de las instituciones, toma venganza por sus propios medios. No conforme con ello, el hombre se convertirá en una suerte de “justiciero social”, impartiendo su propia justicia ante cada hecho aberrante que tome luz pública. Paralelamente, la investigación cae en manos de Marcela Linares (Estévez), una abnegada fiscal que no sólo irá tras los pasos del asesino, sino que además deberá luchar contra el statu quo del sistema judicial. O sea: ambos personajes buscan justicia, pero cada uno a su modo. “Hay un héroe positivo y otro negativo”, cuenta Peretti. “Ella es la verdadera heroína, que va a concentrar la atención y el apoyo del espectador. Y él es el justiciero mal entendido, que puede que al principio genere en ciertos espectadores alguna identificación, pero a la larga esa percepción se modificará.”
Psiquiatra en la vida real, Peretti aclara que el personaje que interpreta no es un psicópata, sino un sociópata. “El psicópata tiene sus causas en la educación primaria familiar. En cambio, el embrión del sociópata nace de la sociedad, tiene sus causas en la vida social.” ¿O sea que el contexto social, entonces, puede llegar a justificar al protagonista? “Con Hitler –dice el actor– se identificó un montón de gente que después cambió su percepción. Es esa suerte de confusión en la que cae la opinión pública. El embrión de la historia es el que se vayan todos, el no funciona el tren lo quemo, el ingeniero Santos, el hartazgo y la decisión de salvarse como sea. El mal funcionamiento de las instituciones repercute en la psiquis de la ciudadanía”.
–¿Su personaje condensa el brote sanguíneo e impulsivo que provoca la injusticia social en países como Argentina?
–Son países en los que no sólo las instituciones no funcionan como deberían, sino que humillan a la gente. Hay muchos países en los que las instituciones no son como deberían. En Suecia no funcionan brillantemente, pero me parece que guardan cierta comunicación y respeto a la gente. Acá, no sólo no funcionan bien, sino que le faltan el respeto a la gente.
–¿Cuando las instituciones le dan la espalda al pueblo es cuando se toman decisiones impulsivas, como las de su personaje?
–En el caso Alejandro entra en un sendero equivocado ideológicamente, comienza a tener pensamientos reivindicatorios megalomaníacos. Cree que no se puede tener piedad con el mal. Es un personaje muy parecido al coronel Walter Kurtz, que protagonizó Marlon Brando en Apocalipse now. Uno puede preguntarse, ¿psiquiátricamente está enfermo? No, porque es comprensible ese pensamiento. Claro que no es compartible. Mi personaje es una suerte de coronel Kurtz minimalista: por negar una tragedia, construye un delirio que bien podría decirse místico.
–Más allá de que el programa cuenta una historia narrativamente sencilla, tiene un fuerte anclaje psicológico...
–Así como Freud indagó la existencia del inconsciente, a partir de una época como la victoriana, muy represiva en cuanto a lo sexual, me parece que en este último siglo la psicología no sólo se ve alterada por esa represión, sino que hay patologías psiquiátricas que obedecen a problemas sociales importantes. En ese sentido, la injusticia actual funciona como la represión sexual de la época victoriana. El fanatismo religioso es una enfermedad social. Es un delirio, anclado en un disparador social. El corralito, la falta de trabajo, la injusticia legal, la indiferencia dirigencial, la impunidad de los poderosos son todos factores sociales que afectan la psiquis ciudadana.
–¿O sea que, según su opinión, en un sentido psiquiátrico, la injusticia social reemplaza a la represión sexual?
–Cuando se bloquean tanto los deseos de desarrollarse como ser humano, cuando la brecha económica entre los que más tienen y los que menos tienen se va haciendo cada vez mayor, esta suerte de esclavitud moderna en la que vivimos provoca brotes fanáticos de reivindicación por la justicia por mano propia. El disparador es la injusticia social.
–Muchos espectadores, entonces, se identificarán con su personaje...
–Creo que al principio la gente se va a identificar con mi personaje, pero luego la historia demostrará o no que no es la manera adecuada de solucionar las cosas. La venganza, si bien pertenece a la naturaleza humana, no es la solución de nada. Un héroe que pelea contra la corriente por un ideal es un cuadro seductor. Hannibal Lecter, en El silencio de los inocentes, es seductor. Nadie lo termina odiando, pese a su canibalismo. En Pecados capitales, Kevin Spacey es un asesino serial, pero en la mente de los espectadores queda como un fenómeno. Como tiene un anclaje social importante, Criminal está contado desde el punto de vista del asesino, para entender mejor su estructura.
–Durante los últimos años, los unitarios prefirieron contar historias de amor o dramas de relaciones. Sin embargo, este año con Mujeres asesinas y Botines se está recuperando el lugar del policial. ¿Por qué sucede eso?
–Las ideas que aparecen en televisión son consecuencia de gente de nuestra sociedad que está pensando qué historias contar. En ese sentido, es una manifestación cultural. No creo que sea casualidad que de historias de diván o amores imposibles la TV pase a contar historias de asesinatos, muertes, ambiciones por el poder, violencia, el dilema moral del bien y del mal... Botines o Mujeres asesinas son unitarios que dejan de lado el romanticismo para indagar en personajes quebrados moralmente. En ninguno de los programas hay quién se salve: todos están empapados de ambición. Te podría decir que son modas, pero las modas son también manifestaciones sociales. A través de las modas, se puede leer un poco más allá con lo que sucede en un lugar y en un tiempo determinados.
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