TELEVISION › ENTREVISTA CON MARK BURNETT, EL INGLES QUE TOMO LA TV ESTADOUNIDENSE POR ASALTO.
“La fórmula es escribir buenas historias”
Por Julián Gorodischer y Roque Casciero
Su técnica nunca falla: la clave es cruzar un relato clásico con el sino del capitalismo: ¡la acumulación! El inglés Mark Burnett (emigrado a los Estados Unidos) se convirtió en el productor más famoso del mundo, salido del anonimato dejando un sello en cada uno de sus shows nacidos de una fusión entre el Robinson Crusoe y la lógica del casino (para Survivor, el programa más visto en los Estados Unidos) o entre Príncipe y mendigo y la revista de farándula (El Aprendiz). Sus programas mezclan materia incompatible como el drama y el concurso de pruebas físicas o, recientemente, la “cultura rock” y las academias de cantantes para componer el reality Rock star: INXS, que saldrá por MuchMusic desde el miércoles 12. Así se fue ganando su fama de Rey Midas: transformó en oro a Donald Trump, que estaba corrido del show business y sumido en una bancarrota espectacular, hasta que Burnett le dio el protagónico de El Aprendiz (o la entrevista de trabajo más larga de la historia). El propio Trump selecciona a su hijo pródigo entre aspirantes que intentan vender más hamburguesas por minuto o idean campañas de marketing para Levi’s o Coca-Cola. Esa gente está empeñada en actualizar la vigencia del sueño americano.
La de Trump es una pequeña novela de iniciación que no ahorra en crueldad (o el tratado mejor pensado sobre el mundo del trabajo), y como cada proyecto de Mark Burnett se desarrolla según una fórmula fija: rescata a un ídolo caído (Trump quebrado, Martha Stewart recién salida de la cárcel, los integrantes de INXS en el reality Rock Star, Sylvester Stallone en El Retador), lo envuelve de lujo, lo rodea de fans que aspiran a ser como él, y se limita a narrar la jungla en que se convierte la competencia. En El Aprendiz dejó alardear a la troupe ante Trump y después los castigó con el sablazo: “Estás despedido”, le dijo el magnate, eternizando el slogan más rendidor del siglo XXI. La saga continuó con El Retador donde boxeadores venidos a menos pelearon entre sí para seguir los pasos del veterano titán Sugar Ray Leonard y plasmar una revisión posmo de crónica urbana, con todo el pulso de Los Angeles. Ahora, desde esa ciudad, el propio Mark Burnett fija los límites de la telerrealidad, explora esa técnica “tan personal” que mama de la literatura clásica y la noticia periodística para retratar, a la vez, a personas y ciudades como Nueva York (en El Aprendiz) y Los Angeles (en El Retador).
–¿Sería usted mismo el protagonista de uno de sus realities?
–No, nunca (risas). En realidad ya estuve en uno de mis programas, Eco Challenge, que grabé en Bariloche en 1999. Y decidí después que pondría a gente más profesional para eso: Martha Stewart, Donald Trump, Sylvester Stallone, INXS... Gente mucho mejor.
–¿Son hoy los productores más celebridades que actores o conductores?
–Muy pocas veces alguien tiene idea de quién es el productor. Hay muy poca gente en nuestro negocio que es conocida: yo simplemente tengo la suerte de estar en ese grupo.
Su obsesión por las historias de ascenso rápido se relaciona con su propia vida: él mismo es un hijo de obreros fabriles de Londres, convertido en uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos gracias a haber tenido una idea en el momento justo. La de Survivor, su primer batacazo, surgió reformulando un programa anterior llamado Eco Challenge con la sugerencia sádica de un amigo que imaginó a unos conejillos devorándose entre sí en una isla desierta. Mark Burnett entendió que no habría éxito televisivo sin una cuota de sadismo y los dejó hambrearse al sol en experiencia precursora de la TV morbosa, devorando ratas o curándose heridas leves entre sí, en una entrega a la vida rústica que jamás se vio en la variante local Expedición Robinson. “En Survivor –explica Burnett– había hambre y era un juego complicado de políticas, como si fuera una gran cita a El señor de las moscas de William Golding”. Esa idea tan simple fue la fuente que inspiró a decenas de realities de excursión a las afueras, aunque nunca tan eficaces, y hasta a la serie ganadora del Emmy al mejor drama en 2005, Lost, a la que Burnett define como “un Survivor con guión escrito de antemano, pero muy bueno”. El pasaje a la crónica urbana, años después, se dio como una iluminación.
–La idea de El Aprendiz –recuerda– se me ocurrió cuando estaba en la jungla amazónica, en Brasil. Pensé: ¿Cómo puedo ganar dinero sin estar rodeado de animales que quieran matarme?
–¿Cómo convenció a Donald Trump para que protagonizara un reality show?
–Ya lo conocía de antes y él sabía de mi reputación, así que no fue difícil que entendiera que iba a hacer algo de lo que podría sentirse orgulloso. No fue duro convencerlo: es un buen hombre de negocios.
–¿Y aprendió algo acerca de la pobreza produciendo El Retador?
–No aprendí sobre la pobreza en el programa sino a partir de mi propia vida. Mis padres trabajaban en una fábrica, en un barrio muy pobre de Londres. La idea de El Retador es como Rocky, la película de Sylvester Stallone: mientras ves la lucha de ese hombre pobre por su familia, te das cuenta de que el punto de vista es el de la esposa del boxeador. Y vimos mucho de eso en El Retador.
Sobre los límites de la telerrealidad, Mark Burnett asume que está empeñado en desmenuzar el sueño americano en todas sus variantes: el del burguesito dispuesto a más, o el del inmigrante ilegal redimido por la tele (según cuenta El Retador). “Estados Unidos –dice Burnett– es el país del mundo al que van más inmigrantes hispanos. Quizá no argentinos, pero sí de América Central: es un imán para personas de todo el mundo que quieren realizar sus sueños”.
–¿Qué piensa del gobierno de George W. Bush?
–No pienso nada al respecto; no tengo opinión.
–¿Haría un reality sobre la guerra?
–No, nunca pensé en algo así. La guerra no es joda. Un show de realidad es un programa de televisión, algo para divertirse. Y sería de muy mal gusto hacer un programa sobre la guerra cuando hay gente que muere todos los días. Quizás no haya límite para alguna gente, pero para mí sí. Yo no hago realities sobre temas negativos... no me interesan.
–¿Cree que sus realities representan la ideología del norteamericano medio?
–Sí, todo el mundo entiende El señor de las moscas o Robinson Crusoe, o tratar de hacerse rico, como sucede en el programa de Trump. Todo el mundo en algún momento soñó con ser una estrella de rock, como se cuenta en Rock star: INXS. Entendés cómo una persona pobre intenta darle de comer a su familia. Mis programas son como las películas.
–¿Y hay una ideología del “sálvese quien pueda” en sus programas?
–“Sálvese quien pueda” es Survivor. Y está basada en El señor de las moscas, cuya premisa es ponerse a uno mismo en primer lugar. La pregunta es cómo podés ponerte en primer lugar y aun así hacer que la gente te respete y te dé dinero. Es un valor psicológico complejo que subyace.
Conocida su reputación de mago del lavado de imagen, fue requerido por otros venidos a menos como los INXS, en busca de un reemplazo para el cantante Michael Hutchence, que se suicidó en 1997. El grupo acéfalo le tiró la propuesta como en un último aliento: Estamos buscando un cantante. ¿Tenés alguna idea para convertir eso en un programa de televisión? “Así que creé el programa basándome en lo que pensé que podría funcionar–cuenta el productor–. Y fue fantástico: pasamos un gran verano, ahora ellos tienen cantante y somos socios en su gira mundial y en su álbum”. La experiencia fue, además, la primera fusión entre el reality y un asomo de cultura rock (ver aparte), reemplazando el pop pegajoso de American Idol u Operación Triunfo por la interpretación a cargo de los candidatos de clásicos de Nirvana o Los Rolling Stones.
–¿No cree que una banda de rock que consigue a su cantante a través de un reality pierde credibilidad?
–Eso lo decide la gente que compra entradas y discos. El único crédito callejero que necesitás es que la gente vote con su billetera para darte credibilidad. Porque si tenés crédito callejero y nadie te compra un disco, no tiene ningún sentido.
Y si el tema es la venta, hay que escucharlo: su último capricho fue hacer regresar a la pantalla a la ex diva doméstica Martha Stewart, encarcelada por fraude empresarial, y devolverle el aura de hacedora exitosa con séquito propio. “Ella ya era un ídolo –dice Burnett– y yo sólo le di un método para recuperar ese status. No hago nada más que un programa: la estrella es ella, millones de personas la aman”.
–¿Cree que los realities pueden lavar la imagen de una personalidad pública?
–Sí, fíjese en Donald Trump: ahora es diez veces más famoso que antes de empezar. Y Martha Stewart, que ya era un ídolo nacional, pero fue a la cárcel, aparece en televisión y la gente puede verla como lo que es: una persona.
–¿Tiene alguna clase de fórmula para conseguir rating tan altos y repercusión masiva?
–Sólo escribir buenas historias.